Once: 𝐓𝐨𝐫𝐛𝐞𝐥𝐥𝐢𝐧𝐨 𝐅𝐢𝐧𝐚𝐥

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"Así que... hoy es el día, ¿no es así, Ayskell?"

"Oha, Marulk, no los había visto. Sí, hoy es cuando finalmente Ozen y yo descenderemos y cruzaremos hacia la sexta capa. ¿Emocionante, no es así?"

"¿emocionante...? b-bueno, no creo que sean las palabras correctas para describirlo, Ayskell. Digo... ustedes dos, ¿están plenamente conscientes de lo que eso significa, verdad?"

"¿Huh? ¿estás diciendo que no sabemos lo que hacemos, Marulk?"

"M-Maestra... n-no, yo no estoy..."

"Heh, hehe... lo sé, solo te estaba molestando, mocoso. Por supuesto que sabemos cuál será la consecuencia directa de entrar ahí. No podremos volver a la superficie una vez crucemos, todo el mundo lo sabe. Si crees que no lo estamos tomando en serio, estás muy equivocado."

"P-Perdón, es solo que... supongo que, aunque sabía que este día llegaría, todavía... no estoy listo para despedirme de ustedes dos, a los cuáles tanto amo"

"Marulk..."

El chico ojiazul no pudo evitar saltar a los brazos del castaño.
Ayskell no dudó en corresponder su cariño. Su querido amigo siempre le expresaba su afecto de esa manera, desde que era un chico entrando a la adolescencia hasta en ese entonces, cuando ya tenía más de 20 años. Aquel joven seguía siendo bastante tierno y, su amistad, no se había desgastado para nada durante todos esos años. De hecho, para ese punto, eran prácticamente inseparables.

Una década.
Habían pasado algo así de 10 años desde que Ayskell venció en una pelea a Ozen y la reclamó como suya. Muchas cosas habían cambiado en ese tiempo. Yelme y Zapo se habían convertido en silbatos negro. Marulk había alcanzado el silbato lunar. Simred ya era silbato negro, pero nunca pareció estar interesado en convertirse en silbato blanco. Eso es hablando de rangos, también hubo cambios en las relaciones de aquellos que vivían con Ozen, la soberana inamovible.

Simred se casó con una mujer que solía ver de vez en cuando en las tabernas de Orth. Tuvo dos hijos con ella, aunque eso no le detuvo de seguir siendo un excavador. Ya no vive en el campamento de observación, pero procura pasarse un par de veces por semana sin falta. 

Yelme, sorpresivamente, también encontró el amor.
Un día, acompañó a Ayskell a Orth, ya que este iba a entregar algunas cartas a cierta persona para que las llevase a Mirrah por él. Cuando Yelme conoció a esta mujer... bueno, para él fue amor a primera vista. Myza de Mirrah, la conocida de Ayskell. Le costó mucho, en serio, fue un dolor de cabeza para el peliverde lograr entrar en el corazón de esa chica.

Contra todo pronóstico, lo consiguió. Actualmente tiene una vivienda en las orillas de Orth, donde cuida a su hija. Myza ama navegar y de ahí saca dinero para su familia, pero siempre vuelve a casa cuando tiene tiempo. Ama al idiota de su esposo.

Zapo nunca vivió en otro sitio que no fuese el campamento.
Uno de esos días que parecían tranquilos, les contó a todos que estaba enfermo. Llevaba varios años así, pero se fue deteriorando con el pasar de los meses. Fue cuidado por su grupo de amigos y por la misma Ozen hasta qué, de la nada, quizo hacer un último viaje hasta la quinta capa. Bajó con Ayskell y Ozen. Se despidió con mucho cariño de aquellos tres que habían sido sus compañeros y amigos fieles hasta el final. No volvió a ver el campamento.

Sus pertenencias se encuentran en el Jardín de las Fortunas Eternas.
Como vetereno de los excavadores, siempre que alguien pasa por ahí, se le rinde un tributo.

Marulk tampoco se había quedado atrás.
Poco después de la pelea que tuvieron Ozen y Ayskell, conoció a un joven excavador que tenía más o menos su edad. Su nombre era Nat. Era primerizo, siendo un silbato rojo en ese momento. Se volvieron grandes amigos, pero... heh, resultó que había algo más que amistad entre los dos. Un par de años más tarde llegaron con la noticia de que eran novios. Bueno, no es como que le sorprendió a nadie, eso si que se veía venir.

𝓞𝔃𝓮𝓷: ᴀʙʏꜱꜱ ʟᴏᴠᴇʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora