Extra: 𝐀𝐛𝐲𝐬𝐬 𝐋𝐨𝐯𝐞𝐫

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"Heh, claro, por supuesto. Si voy contigo, puedo hacer cualquier cosa en este mundo, Ozen."

Sus ojos se encontraron una vez más, ambos sonriendo de oreja a oreja con dulzura. Estando ahí, juntos, a punto de partir a un nuevo mundo, solo se miraron, felices por alguna razón. Quizá por poder hacer el viaje con una persona tan especial para sí mismos.

Ozen rompió el silencio.
Pese a que creía conocerla, al menos en parte, tras poco más de diez años de haberse encontrado con ella, Ayskell simplemente nunca esperó lo que salió, como un susurro, por sus labios.

"Te amo, caballero del abismo... heheh, ¿eso te complace, no es así?"

«Claro que lo hace» fue lo único que alcanzó a pensar el varón, ya que la doncella no le permitió dar una respuesta apropiada. Solo reaccionó con sorpresa, cubriéndose en un tono rojizo, denotando, también, vergüenza. Un te amo por parte de esa mujer era como oro hecho sonido. Nada se le comparaba, aún si había sido a propósito para hacerlo sentir nervioso y apenado. Eso no importaba, lo había dicho, se lo había dicho. No podría olvidarlo.

Incluso aunque pasaron las semanas, los meses y los años, Ayskell siempre estuvo pensando en ello. Siendo sinceros, ambos perdieron la cuenta del tiempo que había pasado desde su descenso. Solo sabían que no llevaban precisamente poco viviendo en el fondo del abismo. 
No habían bajado demasiado después de llegar. Los encuentros con criaturas de peligro irracional se habían vuelto comunes, por lo que era pan de cada día pelear a muerte con monstruos que en Orth solo se consideraban leyendas.

Ambos silbatos blancos siempre terminaban con heridas que podrían matar a un ser humano común. Se la pasaban vendados y muchas veces tenían que pelear incluso estando en recuperación. Se rumoreaba, en la superficie, que existía una ciudad dorada más allá de la quinta capa. Ozen y Ayskell pudieron confirmarlo con sus propios ojos. Bueno, no era exactamente como los rumores decían, pero habían rastros de civilización hasta donde alcanzaba la vista. En la dama de cabellos bicolor se pudo notar incluso una ligera sorpresa, algo que para ser ella, ya era mucho.

─ ¿dónde te lastimaron esta vez, Ozen? creo recordar que vi un poco de sangre en la parte trasera de tu armadura, ¿fue contra esa bestia que estiraba sus extremidades, no?

─ Sí, creo que sí. No lo recordaba hasta que me lo mencionaste, pero así es, noto que mi espalda está algo entumecida. No quiero que se me infecte de nuevo, así que es mejor que la trate rápidamente.

─ Claro, de acuerdo, Ozen ─ sonrió Ayskell, tomando una bolsa y revisándola de arriba a abajo. La azabache le miró, pensativa, ladeando su cabeza a la vez que comenzaba a quitarse su armadura. 

─ Nunca dejas de sonreír, ¿no? 

─ ¿eh? o-oh, supongo que no... no lo sé, no había pensado en eso, la verdad. Creo que es algo que me acostumbré a hacer en algún punto. ─ replicó el ojidorado mientras se acercaba con un par de vendas y desinfectantes. ─ toma, toma, saldré un momento a revisar que no hayan monstruos merodeando.

─ No es necesario. Yo misma me aseguré de reventar a todos los que se atrevieron a hacer sangrar a una silbato blanco de renombre como lo soy yo, Ozen. Yo creo que por hoy... ─ la mujer dejó caer su pechera y un sonido metálico hizo eco en toda la habitación. ─ podemos hacer algo diferente, Ayskell.

─ ¿oh? ¿y que sería eso, Ozen?

La soberana se tomó su tiempo antes de responder.
Tomó un guantelete y lo retiró. Hizo lo mismo con el otro. Siguió con sus hombreras y luego se agachó un poco para desajustar las piezas de aleación en su entrepierna, luego dejó caer ambas de sus rodilleras. Ayskell estaba expectante, viendo cómo la contraria iba desvelando cada vez más y más su cuerpo frente a él. Tampoco iba a mentir, quería ver. Si Ozen era un abismo por si sola, también quería llegar al final de ella. 

𝓞𝔃𝓮𝓷: ᴀʙʏꜱꜱ ʟᴏᴠᴇʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora