Capítulo 24 | Rabia

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Esa noche, apenas dormí. Llegué a casa, con una nube negra en la cabeza que no lograba despejar y un enfado que necesitaba que se fuera. De camino a casa, había recibido varios mensajes de Cris diciéndome que lo sentía y que se fue porque se enfadaba al vernos juntas y no quería comportarse como si tuviera tres años. 

Le contesté que ya quedaríamos ella y yo para hablar todo lo que ella quisiera y pareció quedarse contenta con la respuesta. 

Estaba mentalmente agotada. Abrí la puerta, me quité el pantalón, dejé las llaves y musité un inaudible "hola" que no obtuvo ninguna respuesta. 

Entré al salón y vi que Marc estaba tirado, en calzoncillos, en el sofá viendo una serie. Lo observé un poco a lo lejos pensando en que realmente era un chico muy atractivo a pesar de su aspecto descuidado. Cuando iba al trabajo, su aspecto era impecable e, incluso, parecía que era aún más alto de lo que ya era. En cambio, en casa, daba la sensación de que siempre estaba de resaca. 

- ¿En qué momento nos hemos convertido en un matrimonio que lleva 60 años odiándose? - dije mientras me sentaba, también, en ropa interior en el sofá con una bolsa de patatas en la mano. 

- No lo sé - se encogió de hombros y siguió con la mirada fija en la televisión

- Marc - le di con el cojín suavemente - hazme caso.

Apagó la televisión rápidamente y se giró hacia mí. 

- Julia, ¿qué quieres? - su voz sonaba desesperada - somos como marionetas en estas cuatro paredes. Hablamos poco, follamos menos, no nos dirigimos apenas la palabra...

- Ya lo sé - dejé las patatas encima de la mesita de centro - ¿tendremos que ir a terapia de pareja? 

- ¿Con menos de 40 años y siete años de relación? - me miró sorprendido - ¿eso se puede?

- No seas irónico, joder. Estoy buscando soluciones. 

- Mi vida - me cogió la mano - estamos pasando una mala racha como todas las parejas lo hacen. No pienso ir a terapia para decirle que te enfadas porque viajo mucho. 

- Eres imbécil - se me llenó la boca - ¿crees que es porque viajas mucho? 

- Nunca te había importado - hizo una mueca con la boca - y de repente, ¡pum! te enfadas por eso. Cuéntame entonces qué es. 

- ¡Que no - lo - sé! No estamos bien y punto.

- ¿Te gusta alguien? - lo dijo muy lentamente y su mirada me atravesó 

Tragué saliva y cogí de nuevo la bolsa de patatas. Por un momento, mi cabeza se llenó de las imágenes de Sol y yo en la cama y pensé en contárselo. 

- Me gustas tú - dije rápidamente - y nadie más. Y el queso también. 

- De verdad que eres... - me dio en la mano - es una mala racha, no quiero darle más vueltas. 

- Eso es. Nos contentamos con ello entonces, ¿no? Se nos pasará. 

Me levanté del sofá, sorprendida de que no me estuviera importando realmente el estar así con Marc y me preocupara más que Sol se hubiera acostado con alguien, y me fui hacia la cocina dispuesta a coger algo de comer, sin preguntarle si quiera si quería cenar o si ya lo había hecho.

- Nos contentamos, sí - le escuché decir con desidia mientras la serie sonaba de nuevo en la televisión. 

Mientras sacaba varias cosas de la nevera para intentar saciar mi estómago cuando lo que tenía era un hueco en el corazón, vi que la pantalla de mi móvil se iluminaba y vibraba hasta casi caerse al suelo. 

"Sol Martialay" y una foto de ella que le hice en París estaba ahí, en mi pantalla. 

Miré hacia atrás y vi que Marc seguía con la serie. 

- Dime - dije con el tono más seco que pude 

- No es por trabajo - su voz sonaba lejana - es que...

- Dime - insistí 

- Nada, que me he quedado rallada porque te has ido así, de repente, y me apetecía estar contigo un rato. 

Me fui hacia la habitación y cerré la puerta. 

- Tenía cosas que hacer. Lo siento. 

- Ya, ya - se quedó callada - es que justo ha sido al contarte lo de Abby. Se te ha cambiado la cara de repente. 

- Estoy un poco cansada y tenía la mente en otro sitio. No sabes lo que me alegro que hayas vuelto así de enamorada, de verdad - me mordí el labio y una lágrima de rabia se deslizó por mi mesilla. 

- ¿Seguro? 

- ¿Cómo que seguro, Sol? 

- Después de lo que pasó cuando dormiste en mi casa, me quedé rallada. 

- Joder, ¿no dijiste que habían sido dos besos tontos? - bajé la voz 

- Lo fueron, lo fueron. 

- Será mejor que no bromeemos y un día sea serio y al otro sean risas, ¿vale? Yo con Marc y tú con quien quieras. Bueno, con Abby. 

- Tienes toda la razón. Perdón, no debí llamarte. 

- Sol... - me tumbé en la cama - mañana nos vemos en el curro, ¿te parece? Hoy...hoy es un día complicado. Me voy a hacer algo de cenar y a la cama. 

- Descansa... - noté que estaba triste - hasta mañana. 

- Adiós.

En cuanto colgué, un mar de lágrimas inundó mi cara. Me llevé un cojín a la boca para intentar ahogar un grito que me salió de lo mas hondo de mi cuerpo. La puerta se abrió y apareció Marc.

- ¿Estás bien? 

- Ven - acerté a decirle mientras me quitaba la camiseta y me tumbaba de nuevo en la cama con tan sólo mi ropa interior puesta ante la atónita mirada de Marc - hagámoslo. 


Los días con Sol [bisexual] | COMPLETA y disponible en AmazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora