Capítulo 30 | Ese beso

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Durante la comida, mantuvimos conversaciones completamente normales, como las que mantendrían dos amigas y no dos chicas que hacía poco tiempo habían estado muriendo de amor entre las sábanas.

- Nunca hablas de tu familia - soltó Sol sin venir a cuento - ¿vas a ir a verles?

- Me llevo bien con ellos pero llevo tiempo aquí - me encogí de hombros - ya te dije que tengo dos hermanas y mis padres están separados. No hay mucho más.

- ¿Se parecen a ti?

- La pequeña, Allegra, muchísimo. Somos gotas de agua.

Saqué el móvil y le enseñé una foto de nosotras tres.

- ¿Qué edad tiene?

- 27 años.

- Me gusta.

- No la conoces.

- Pero se parece muchísimo a ti... - levantó la copa de vino - brindo por la familia Denson y su genética.

Me reí y mis ojos brillaron al mirarla.

- ¿Y tú?

- Vida aburrida. Soy hija única y mis padres siguen casados. Nada que ver con tu familia.

El camarero trajo el postre y lo dejó encima de la mesa. Un flan decorado con hojas, que no dejaba de ser un flan, se movía delante de nosotras dos.

- No puedo más - le acerqué el plato a ella - no me apasiona el flan, además.

- Pues coincidimos en algo más que en que...

- ¿En que qué?

- Nada - me guiñó un ojo - porfa, ¡la cuenta!

Dijo mirando al camarero y haciendo el gesto de una firma en el aire.

- La verdad es que me lo esperaba mucho más caro y, oye, mejor calidad precio del barrio - el vino se me había subido - ¿seré yo TripAdvisor?

- Tripedo es lo que vas - se rio como si hubiera contando el mejor chiste del mundo - como yo, todo hay que decirlo.

- Ha sido malísima, Sol - la señale con un cigarrillo en la mano y me quedé parada en la puerta mientras sacaba un mechero - pide perdón.

-No fumes - me cogió el cigarro con suavidad - que luego...

- ¿Luego qué? - la miré y estaba muy cerca lo que hizo que mi corazón se disparase.

- Nada - me sonrió y se la chaqueta - vamos a tomarnos algo.

Volvimos andando, dando un paseo bajo el sol del barrio. Hablamos sobre la comida y los platos que más nos habían gustado a cada una, y coincidimos en la gran mayoría.

Sobre el vino no tanto porque Sol sabía de vinos casi como una enóloga reputada, lo que le había más interesante aún de lo que era. En ese momento, con la sensación de embriaguez, cerré los ojos y respiré profundamente: no quería que se acabara ese momento. Logré darle dos o tres caladas a un cigarro mientras ella corría detrás de mí, entre risas, intentando tirarlo al suelo. 

Le debatí que ella fumaba después de follar con Eve y que eso, según me había reconocido, fueron muchísimas veces, argumento que no le resultó válido porque decía que un polvo es incompleto si no se suelta el humo después "es un ritual, y hay que respetarlo" me decía mientras intentaba alcanzar mi cigarro.

Parecíamos dos adolescentes corriendo en el campo en vez de dos treintañeras volviendo de comer en un restaurante caro, giré una esquina y me metí en un portal, con la espalda apoyada en el portón grande que tanto caracteriza los edificios castizos del barrio, esperando a que no me viera.

Los días con Sol [bisexual] | COMPLETA y disponible en AmazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora