Capítulo único

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~*~ Creditos de la portada a Kristaru 1542 ~*~

(¡De verdad, muchísimas gracias TT0TT <3 <3)

El fanart es autoría de: izzebizze (en DeviantArt) 


Notas:

- Respuesta al sexto desafío relámpago de Es de Fanfics: Enamorado acosador

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Ojos hambrientos

Cada vez que lo miraba, no podía dejar de pensar en lo mucho que amaba su forma de hablar, galante y segura, con sus modales corteses, pero con la sutil severidad de un artista. Sus cornamentas, altas y delgadas como árboles de invierno, aquel destello en sus ojos, que brillaban tan fervientes, como una danza de luz naranja y bronce al igual que un rayo de sol. Su sonrisa, llena de soberbia seguridad. Sus delgadas manos. Sus dedos. Sus largas piernas. Sus pies, los cuales estaría dispuesto a besar. Sus movimientos. Su aroma. Sus triunfos y desgracias. Todo en él era simplemente sublime.

Para Legosi, observarlo se había vuelto una necesidad casi religiosa, lo hacía todo el tiempo que le fuera posible. Al terminar las jornadas del club sólo podía contar los segundos faltantes para la siguiente clase, anhelando el momento de volverlo a ver, deseando que sus labores lo obligaran a dirigirle la palabra. Cada vez que hablaba con él, la voz de Louis se grababa en su cabeza y se volvía su recuerdo más atesorado. 《Es el sonido de la perfección —Pensaba—, el sonido de los sueños》. Asentía a sus órdenes y de cuando en cuando se animaba a elogiarlo ganándose a lo mucho cortas respuestas o miradas despectivas, pero incluso aquellas cortesías secas las sentía cálidas y cercanas.

Estaba obsesionado con él.

Sabía que los demás animales de la academia también admiraban la belleza del ciervo, las hembras lo deseaban como amante y los machos convertían su talento en aspiraciones personales. Pero el amor que el lobo le profesaba en el manto del anonimato iba más allá de esas simples razones.

Maldición o bendición, él era un lobo, y la naturaleza lo había creado para verse seducido por los hermosos atributos de una presa. Lo único que podía saciarlo en la vida era un herbívoro. Sólo podía imaginar los majestuosos placeres que albergaba tener entre sus brazos al fino ciervo y sentir su carne, su sangre y su ser. Louis despertaba en él ciertos deseos y fantasías, pero Legosi se conformaba con sólo mirar, acechando con el talento único de un depredador.

Ciertamente, la naturaleza era sublime, incluso cuando más se depravaba.

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La noche había caído por completo y la opresiva oscuridad era su única amiga.

Para cuando acabó su trabajo de limpieza ya tenía el cuerpo tenso y adolorido. Los estiramientos torpes sólo le causaban más calambres y sus manos temblaban espasmódicas por el cansancio.

Había perdido una tonta apuesta con sus compañeros, y como pago pasó la velada desempacando y puliendo los viejos decorados y artilugios que componían la escenografía de la obra que ensayaban los actores. Obediente, se dedicó a su tarea sin detenerse, ignorando el sueño que le cerraba los párpados y la irritación en su nariz causada por los líquidos antisépticos de limpieza. Y ahora que estaba hecho no podía pensar en otra cosa que no fuera su cama.

Buscó en el celular la hora, pero para verla tuvo que enfrentarse al destello de la pantalla, que lo cegó por varios segundos a la par que sus ojos dolían y lloraban con ardor. Entre su vista vidriosa leyó los números: dos de la mañana. Se sintió hastiado con sólo pensar en las pocas horas de sueño que tendría.

Ojos hambrientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora