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28 de marzo / 1930

Soñé contigo. Otra vez.

Oh Jimin, realmente quisiera parar. Me gustaría poder controlar mi propio cerebro y evitar seguir viéndote cuando cierro los ojos. Pero es que eres algo de otro mundo.

¿Puedo liberarme contigo?

¿Prometes no disgustarte?

Sé que no te gusta cuando hace demasiado calor, que tomas siestas en la sombra de algún árbol para huir del incipiente sol.

En mis sueños no es así. Al menos no del todo, porque corres hacía mí y me empujas contra la hierba baja. Te subes sobre mí y me sostienes la cara para que nuestros labios encajen a la perfección.

Suelo controlarme, la mayoría de las veces. Solo acarició tus hombros y dejo que guíes el momento. Tienes poder sobre mí y cedo ante cualquiera de tus órdenes; como un esclavo.

Pero hay sueños en donde me pierdo por completo.

Eres tú quien cae al suelo, riendo muy bajo y ocultando la mirada tras los mechones negros que bajan por tu frente.

Estoy sobre ti y te levantó la camisa. Tienes la piel más bonita del planeta, plagada de puntos marrones que copian al cielo estrellado cuando no hay nubes suficientes para cubrirlo. O tal vez es el cielo quien se nutre de ti. Te beso por completo, de pies a cabeza y me fascina como tiemblas cuando mis manos te liberan de la tela opresiva en tus caderas. Gimes para mí, como el canto de una sirena, embelesándome, incitándome a ir más lejos.

Gritas mi nombre cuando comienzo a ponerme ansioso, deseoso de ti.

Y entonces despierto. El sol burlándose de mí en las mañanas y recurro al agua fría. 


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Una despedida silenciosa  ➽ VMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora