-Solo me quedan disponibles a partir de la Suite Vision Premium- informo a la secretaria que está reservando conmigo al teléfono. Me reacomodo el manos libres antes de que se termine por resbalar de mi oreja y regreso a deslizar el dedo medio sobre la rueda del ratón, mientras reviso la pantalla del ordenador -. Las Suites Presidencial y Ejecutiva ya están todas ocupadas.
Pongo los ojos en blanco durante las quejas de otra secretaria que me repite una y otra vez lo incompetente que soy por no tener más habitaciones para sus jefes. Este cuento ya me lo sé. Al principio era bastante denigrante, pero finalmente ella solo proyecta su frustración en alguien para desahogarse y qué mejor que yo para aguantarlo.
Resoplo en silencio, me acomodo un mechón de la oreja y me inclino hacia mi pequeña libreta de apuntes, anoto torpe pero rápido (lo importante es que yo le entienda a mis garabatos) y tecleo para buscar la información que necesito.
-Lo que puedo hacer es apartarle lugar hasta después del 20 de julio, que es cuando volverán a estar disponibles esas habitaciones o comunicarla con nuestra cede en Insurgentes y verificar si ahí todavía tienen espacio. Pero es todo a mi alcance, señorita.
Por esta razón es que odio cuando una empresa grande decide que celebrará sus fiestas en un hotel; se acaban las habitaciones, mucha gente de otras compañías me gritan al teléfono, los pasillos se llenan de ejecutivos y sus fastidiosas familias de adinerados, recibo mil y un ordenes de servicio a la habitación (en su mayoría por adolescentes y jóvenes caprichosos), y las jornadas me obligan a ofrecer tiempo extra.
Así de caótico es un hotel frente a la Alameda Central y mucho peor cuando tenemos una excelente vista al palacio de Bellas Artes, la pieza joya de la Ciudad de México. No extrañaré ver jóvenes ebrios pedir con torpeza sus llaves mientras tratan de coquetearme cuando deje de trabajar aquí.
Cierro los ojos y sacudo las manos con la intención de alejar energías negativas del cuerpo. Al otro lado de la línea, la señorita de voz chillona por fin decide que la comunique a la cede de Insurgentes y marco en la computadora el cambio de extención.
-Buenas noches, Regina- saludo a la recepcionista en turno de allá -. Tengo a una secretaria de Aztec Lacteos en la línea y busca una reservación superior a las Suite Visión Premium- suelto un suspiro y pongo cara de suplica que obviamente ella no puede ver, pero ojalá que mi tono le exprese lo desesperada que estoy -. Dime que tienes algo disponible, por favor.
-A ver, dame un segundo.
Se tarda al menos un minuto en los que escucho el teclear de sus dedos y su tarareo de búsqueda.
-¡Eureca!- me regresa el alma al cuerpo -. Comunícamela, ricitos.
-Gracias a Dios. Solo te advierto que es de "esas" secretarias.
Regina respinga.
-¿De "esas"?- replica con irritación -. Si no fuera porque tengo dos hijos que alimentar, hace mucho que habría enfrentado un despido con tal de decirles a esas odiosas que traten como esclava a su chingada madre.
Reprimo la carcajada solo porque veo acercarse a un posible cliente de clase media y verme en una llamada como si estuviera cotorreando en lugar de trabajar, sería muy poco profesional. Siempre que hablo con Regina saca este tipo de comentarios groseros y espontáneos, sobre todo, verdaderos. Yo no tengo las agallas para expresarme de esa manera, por miedo a que mis compañeros me echen de cabeza.
Yo entiendo que una madre soltera necesita desahogar la lengua de vez en cuando, así que nunca la regaño.
-Te compadezco.
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Por siempre te cuidaré
Roman pour AdolescentsAlessandra lo ha perdido todo; su casa, su universidad, incluso a su familia y ahora solo se dedica a sobrevivir el día a día. Pero esto no la detiene. Aunque su padre no le haya dejado nada en el testamento, cada piedra en su camino es una nueva op...