Dos figuras humanoides podían ser vistas corriendo ágilmente por el frondoso bosque con rumbo hacia el este, al ver mas de cerca uno podía darse cuenta de que estas figuras iban encapuchadas con unas largas capas de color marrón, debajo de estas se podía apreciar una chaqueta de color verde oscuro, como el follaje de los arboles aledaños. A su vez, las figuras tenían puestos unos pantalones de color caqui los cuales terminaban en unas botas de cuero marrón oscuro.
Ambas figuras se abrieron paso por el bosque, esquivando matorrales y ancianos árboles por doquier hasta finalmente llegar a un claro. Cuando sus ojos se acostumbraron al tan repentino cambio en la iluminación, se dieron cuenta de que habían llegado a su destino.
La figura mas alta, la cual guiaba a la otra, decidió girar su cabeza en dirección a su compañera para asentirle.
—"Es aquí"— Dijo, haciéndole un gesto para que la siguiera, a lo que su amiga asintió. Ambas féminas ahora dirigieron su atención al punto de control que yacía sobre un camino de tierra.
Tras unos segundos de silencio, una voz masculina exclamó con autoridad. —"¡Identifíquense!"—
Al voltear en la dirección de la cual provenía la voz, ambas féminas pudieron observar a un hombre quien, por sus facciones faciales, se podría decir que era experimentado. Aquella mirada estoica y su postura intimidante denotaban que este hombre había hecho esta clase de cosas desde hacía ya varios años.
—"¡Neia Valsallor, cuerpo de vigilantes!"— Respondió con firmeza la rubia mientras depositaba su puño sobre su sien.
—"¡Loreleia Ohina, también del cuerpo de vigilantes!"— Siguió casi al instante la mas baja de las dos, repitiendo el mismo gesto dado por su compañera.
El hombre que se encontraba encarándolas relajó un poco su postura, pero no su tono de voz. —"Oh si, las recuerdo novatas... Pero me sorprende que hayan regresado tan pronto"— Respondió a sus presentaciones de forma extrañada.
—"Tenemos prisa, señor. Hemos encontrado algo que podría poner en peligro la existencia de la aldea"— Habló claramente la fémina mayor.
—"Síganme"— Hizo un gesto con su cabeza para dar énfasis a lo que dijo, para luego mirar a los árboles que los rodeaban. —"¡De acuerdo idiotas, vigilen el puesto mientras no estoy!"— Gritó al aire para que luego diversas figuras apostadas sobre los muros le respondieran con un "¡Señor!".
Las elfas se habían dispuesto a seguir a su contraparte masculina por un camino el cual cada vez se despejaba mas y mas, hasta por fin llegar a las puertas de una imponente muralla. Llamar a Ekri una aldea era mas una tradición elfica, lo cierto es que era mas un enorme centro de comercio en la zona, atrayendo a mercaderes no solo del bosque y las otras aldeas de los elfos, sino de las regiones aledañas.
A los guardias asignados a las puertas solo les bastó un vistazo para dejar entrar a sus camaradas, los cuales asintieron para continuar su marcha por las calles de la urbe.
Se podía apreciar una gran población, todos ocupados y con su cabeza llena de sus labores diarias, los pocos niños de la aldea podían ser vistos jugando a las atrapadas a la sombra de un árbol de hojas rojas con frutos de color azul brillante y, por supuesto, a los vigilantes que recién habían llegado a la aldea los cuales se aproximaban a la plaza central.
—"Lamento escoltarlas, pero como ya sabrán es parte del protocolo"— Se disculpó el hombre.
—"Lo comprendemos señor Liacaryn, no hace falta disculparse"— Dijo la peli marrón en un tono que demostraba calma.
El grupo siguió conversando unos minutos mientras avanzaban por la aldea hasta por fin llegar a un edificio mucho mas grande que aquellos que se veían a las afueras de la aldea. Se detuvieron en la entrada de aquella estructura de blancas paredes para luego finalizar su conversación.
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Keelvassta: Una guerra entre humanos y elfos
FantasyDe un lado de la puerta se podía observar a un ejercito en una columna casi perfecta, los disciplinados hombres revisaron sus mosquetes una última vez para asegurarse de que estaban cargados. Habían hecho esto ya múltiples veces, sin embargo no podí...