I

694 59 27
                                    

El aroma a tierra mojada le daba una paz esporádica en medio de aquella inquietante guerra consigo mismo. Las voces a su lado no se distinguían, a pesar de tener un bullicio de personas a su alrededor, felicitándolo.

¡Padre Sasuke, bienvenido a Konoha!

¡Felicidades por su ordenación!

Nuestro pueblo es hermoso, Padre. ¡Sea bienvenido!

Se encontraba afuera de su nueva parroquia cuyo nombre era Nuestra Señora de Konoha, de la misma forma que así lleva por nombre el pueblo. Aquel era su nuevo hogar por los próximos años, si así le indicaba el Obispo. Era un lugar pequeño, pero acogedor y también bello, gracias a sus verdes pastizales y lagunas.

—Es un poco serio el nuevo sacerdote, hermanas, pero seguro que está feliz, ¿no es así?—La voz del padre que lo ha acompañado toda su vida lo hizo reaccionar y el azabache solamente emitió una sonrisa un tanto forzada.

—Sí, Cardenal Orochimaru—respondió finalmente, después de que sus pies volvieran a la tierra.

—Así se habla, muchacho. Verán, el Padre Sasuke es como un hijo para mí... Desde que era pequeño, me convertí en su tutor, así que, como Cardenal, pedí que me ayudara en nuestra Parroquia.

—Le agradezco la oportunidad, Cardenal Orochimaru.

Con su mirada latente, volteó a ver a Sasuke con una sonrisa. Si bien, el azabache no recordaba la mitad de su infancia, sabía que Orochimaru lo había salvado de las calles desde que era un niño y lo guió por el buen camino. No podría estar más agradecido por ello. Su familia lo había hecho a un lado, pero el generoso Padre Orochimaru no.

—Basta de habladurías, hijo. Pasen, que la comida en la Casa Parroquial ya debe estar hecha.

—¿Comida, Padre?—Cuestionó Sasuke, con clara confusión.

—Así es, hijo. Las señoras del apostolado le han organizado una comida de bienvenida en los jardines de la casa parroquial.

¡Le va a encantar, Padre!—vociferaron las señoras con una sonrisa entusiasta en su rostro.

Aquella multitud eran mujeres benefactoras de la Iglesia, quienes, con una creencia ferviente —y un tanto ciega—, donaban jugosas cantidades de dinero.

Mientras el recién cura iba caminando, escuchaba los murmullos de las señoras.

—¿A que es guapísimo?

—¡Es muy joven!

—¡Shh, nos escuchará!

Sabía que se enfrentaría a ello una vez más. Su claro atractivo le era difícil para salir desapercibido. Desde que entró al seminario —diez años atrás—, fue objeto de seducción para los homosexuales que trataban de esconder su sexualidad ante Dios. No le molestaba aquello, pero en un lugar lleno de hombres, solía ser exhaustivo tener que soportar las miradas de sus propios compañeros con quien compartía dormitorio en sus primeros años.

Y a él no le interesaban los hombres.

La gran mesa, situada alrededor de un precioso jardín floreciente y verde, se encontraba preparada con una ilustre vajilla japonesa y junto unas copas artesanales. No era para nada austera aquella situación, lo sabía con certeza. El Cardenal Orochimaru tenía un poder e influencia sobre su comunidad; sabía manejar gente a su antojo, pero para un beneficio comunitario. Sus fundaciones era el claro ejemplo que es un hombre abnegado y por ello, se ha ganado el cariño de cada comunidad que lo han conocido. No por nada se había convertido en Cardenal, merecía aquel título y aspiraba más.

Las benefactores tomaron asiento, incluido el Padre Sasuke y Orochimaru, pero dos sillas enfrente de Sasuke se encontraban vacías. La pierna del Cardenal, quien estaba a la punta de la mesa, comenzó a moverse con nerviosismo, y eso le inquietó ligeramente al joven.

—¿Pasa algo, Padre Orochimaru?—le cuestionó el azabache.

—¿No ha llegado la hermana Tsunade?—cuestionó Orochimaru, frunciendo el ceño.

—¡Buenas tardes!—se escuchó una voz animada, y apresurada.—¡Por Dios, se me hizo tardísimo!

—Justo preguntaba por usted.—Una alta rubia, con un escote pronunciado, llegó hasta la mesa sonriendo a todos. Sasuke no dejaba de observar a su tutor, quien al ver a la rubia, sonrió como nunca lo había visto.

—Sasuke, esta es Tsunade Senju, una benefactora muy importante y directora del apostolado de la parroquia.

Finalmente, Sasuke se levantó de su silla y volvió su vista frente a él.

—Y ella es su adorable hija, Sakura. Es miembro del grupo de jóvenes evangélicos.

Los brillosos ojos verdes de la tímida chica atraparon por un segundo al océano de oscuridad de los ojos de Sasuke. Ella le sonrió, delicada y dulcemente. Su notable timidez le hizo sentir un escalofrío por toda su espalda.

—Mucho gusto, soy el Padre Sasuke.

No podía darles un apretón de manos, se encontraban al otro lado de la mesa, pero quería presentarse correctamente... ¿Qué estaba pensando? ¡Ni siquiera se tomó esa molestia con las demás benefactoras!

—Ya estamos todos reunidos, así que, comencemos con el banquete que nos prepararon las hermanas. Padre Sasuke, ¿puede hacer la bendición de nuestros alimentos?

—Claro, Cardenal.

Automáticamente, los miembros de la mesa juntó sus manos y cerraron los ojos, excepto Sasuke. Frunciendo el ceño, observó a la belleza pelirrosa se encontraba frente a él, con los ojos cerrados.

Debo dejar de observarla.

—Bendícenos, Señor, y bendice estos alimentos que sin merecer nos das y que compartiremos con tu infinita bondad. Agradecemos la generosidad de nuestras hermanas benefactoras por este banquete, y te pedimos, Señor, que las bendigas y dales pan aquellos que no lo tienen. Por Jesucristo, nuestro Señor, Amén.

—Amén—concluyeron la oración las hermanas y el Cardenal.

Se sentía inquieto. Ahora era su pierna la que se movía con agitación.

—Hermana Tsunade, ¿cómo le fue el fin de semana?

—Oh, Cardenal, lo mismo de siempre... ¡Ajetreado! Tuve dos cirugías de emergencia el domingo, ¡el día sagrado!

—Pero qué lastima, hermana.—Comentó una mujer de cabello negro, tanto como el de Sasuke—¿Y a ti, Sakura? ¿Qué tal el estudio?

—Le va de maravilla, Kurenai—respondió su madre por ella, con ojos llenos de orgullo—. Mi nena ya va en tercer año de universidad, estudiando lo mismo que yo. Es mi orgullo.

Sakura le sonrió amablemente a la benefactora, mientras que su madre le daba unas ligeras palmadas en la espalda.

—Sakura, ¿le ha agradado la idea del dispensario médico que le platiqué el otro día?—el Cardenal le cuestionó, y ella asintió.

—Sí, Cardenal. Me ha agradado bastante la idea, ¿dónde sería?

—Oh, sería aquí mismo, por unos meses. Es importante tener el dispensario, mientras se construye el hospital. Los más desahuciados son los que más han sufrido por la Gripe, necesitan vacunarse, y gracias a mis influencias, he conseguido las suficientes.

¿Hospital? ¿Financiado por quién? Se cuestionó Sasuke. Cada vez se sorprendía más de la generosidad de su tutor.

—El Padre Sasuke podrá apoyarte. Después de todo, él tiene toda mi confianza.

Los ojos verdes de ensueño se posaron en Sasuke, y podría jurar que aquella mirada lo derritió. Quería alejarse de ahí, pedir otra parroquia, irse a una misión al otro lado del mundo si era posible...

Sabía que aquella dulce mujer era una tentación fuerte, y lo peor del caso, es que la pelirrosa no tenía ni idea alguna de ello.

El Pecado del SharinganDonde viven las historias. Descúbrelo ahora