VII

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Ella lo observó sonreír y pudo jurarle a la luna que era la sonrisa más genuina que jamás había visto por parte del azabache.

Al bajar de la góndola, quería que la tomara de la mano... Pero, ¿cómo demonios podría pedir eso? ¡¿Tomarse de la mano con un sacerdote?!

Perdóname, Dios Padre.

Rezó fugazmente, apretando la habitual cruz que yacía como collar alrededor de su cuello.

Perdóname, Dios Padre, pero quiero conocerlo más. Hablarle más.

—¡Fue divertido!—comentó Sakura con emoción y Sasuke asintió.

—No estuvo mal.

Sakura arqueó su ceja.

—¿"No estuvo mal"?

El Padre Sasuke le dedicó una media sonrisa.

—De acuerdo, fue divertido... Quizá fue la compañía—admitió.

Sus ojos se conectaron una vez más, como telepatía, él también quiso tomarla de la mano, como si escuchara los pensamientos de aquel cerezo. A pesar de estar rodeados de la fogosidad de la fiesta patronal y con la mayoría del pueblo allí, querían hacer una afección tanto como dulce, como destructiva. Pero así es el amor que Sakura conocía desde su infancia: destructivo.

—¿Sakura? ¿Interrumpo algo?—La voz de su mejor amiga la hizo volver en sí, y desviarse de la intensa mirada del cura.

—¡Ino! ¿Dónde te habías metido?

—Estaba con Sai pero tuvo que irse a ayudar a la tesorería—rodeó los ojos y volteó su vista al sacerdote.—Pero veo que estabas bien acompañada. ¿Cómo le va, Padre Sasuke?

—Bien—respondió con sequedad.—Nos vemos luego, Sakura.

—A-adiós...—a duras penas se escuchó la voz débil de Sakura. ¿Se irá así como así?

Sasuke, por el otro lado, sintió la necesidad de huir de ahí. La mirada acusadora de la rubia lo hizo sentir culpable de lo que estaba haciendo. Del pecado que estaba cometiendo. Huyó al parque de enfrente, tratando de caminar lo más lejos posible del alboroto y multitud que había en la parroquia.

Su mente estaba hecho un remolino. Él tenía una vocación, y debía respetarla.

Si solo la hubiera conocido antes... Pero lastimosamente, el hubiera no existía.

—¿Padre?

—¿Diga?

Una voz masculina lo salvó de sus pensamientos y se encontró con un joven de su edad de cabello plateado, acompañado de unos circulares anteojos. Su vestimenta era, extrañamente, elegante. Un esmoquin lo vestía y parecía fuera de lugar verlo en medio de la plaza con aquella vestimenta.

—Usted es el nuevo sacerdote, ¿cierto?

—Así es.

—¡Que suerte la mía! Con esta fiesta no puedo ubicar al Cardenal Orochimaru, ¿podría hacerme un favor?

—.... Claro, ¿qué es?

El peliplata sacó un sobre blanco de su saco y se lo dio al azabache después de percatarse que nadie los veía.

Sasuke no era ningún tonto, ¿quién era este hombre? No parecía de fiar.

—Un sobre, nada importante. Dígale que es de Kabuto... ¡Un gusto conocerlo, Padre!

—Igualmente...—dudó, pensando en lo bizarro que fue aquella interacción.

Verificó su reloj y contó cinco minutos después de que Kabuto se alejara para verificar lo que había en el sobre.

El Pecado del SharinganDonde viven las historias. Descúbrelo ahora