III

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El Padre Sasuke no terminó en conciliar el sueño por completo, ya que su mente seguía divagando sobre aquel sospechoso encuentro entre la madre de la dulce Sakura y el Cardenal Orochimaru.

¿Ya habrá llegado a la casa parroquial?

Un versículo pasaba por su ruidosa mente, a modo de recordatorio, cada que se cuestionaba si pasaba algo entre el Cardenal y la rubia mujer. El chisme es un pecado que no debería cometer, porque, sencillamente le resultaba estúpido, no debería entrometerse donde no lo incumben, ¿cierto? No debería profundizar en aquel tema tan banal. Debería dejarlo pasar y relajarse tan siquiera unos minutos.

Sin darse cuenta, de su rostro caían discretas gotas de sudor. La estaba pasando mal, carcomiéndose la cabeza por pensar en aquel asunto pero, lo que más le costaba admitir, es que algo no lo dejaba caerse en un sueño  profundo, y se debía en parte por la chiquilla pelirrosa y la última revelación de que tenía pareja, no le agradaba la idea de que Sakura tuviera novio... No le agradaba en lo absoluto.

Debo de dejar de pensar estupideces.

Decidió levantarse, cansado de darle tantas vueltas a un tema como aquel, para ir por un vaso de agua a la cocina, con el objetivo de despejar su mente. El pueblo no le estaba sentando bien, claro está. Se sentía abrumado de tanta atención, y más ahora al ser el nuevo cura, era imposible pasar desapercibido. La necesidad de refugiarse en el aislamiento lo estaba tentando, pero no, ya no era solamente un estudiante. Él es el nuevo sacerdote y debe cumplir las órdenes de Dios.

El ruido de caída de vidrios lo hicieron volver a poner sus pies sobre la Tierra.

¿Qué había sido eso?

Curiosamente, aquel ruido provenía de la habitación del Cardenal Orochimaru, cuyo cubículo se encontraba en el primer piso de la Casa Parroquial, justamente al lado de la sala y cocina.

—¡Iré por un recogedor!—Una voz femenina se acercó, al instante que se abrieron las puertas de la habitación del Cardenal.

La madre de Sakura.

Con una agilidad, tal como la de un ninja, Sasuke se escondió detrás de la barra de la cocina en cuclillas.

La melena rubia de Tsunade se movía de aquí para allá, buscando el recogedor por doquier.

—Orochimaru, no encuentro el recogedor, ¡que estrés! ¡Pero si yo misma lo tomé hace unas horas!—Dijo la rubia exasperada, parecía tener un carácter fuerte. Puede que sea una persona completamente diferente a cómo luce en la iglesia. Después de todo, la mayoría de la gente feligresa se maneja de aquella forma: aparentando.

—Déjalo ahí, Tsunade. Mañana me encargo.—La voz adormilada del Cardenal provenía desde su habitación.

—¿Seguro, Orochimaru? ¿No tenías una ceremonia el día de mañana?

—Mañana lo recogemos... Y vuelve. Recuerda que ya no estamos solos, Tsunade. El nuevo cura debe de estar durmiendo.

Sasuke tragó saliva al ser mencionado en aquella conversación envuelta de complicidad.

Tsunade volvió a su habitación, pero no cerró la puerta de inmediato. Sasuke quería largarse a su habitación.

¿Por qué mierda no escuché mis propios consejos? No debería estar escuchando esto.

El Pecado del SharinganDonde viven las historias. Descúbrelo ahora