-No Red...¿Qué has hecho tú?
A mi mente dejó de importarle el presente y comenzó a preocuparse por el pasado. Por mirarlo una vez más de la manera correcta. Y mientras Loup tomaba mi mano para salir corriendo lo más lejos posible de lo que acababa de suceder, todas esas sórdidas imágenes comenzaron a golpear mi mente sin compasión, sin censura y a puñetazos limpios.
Lo primero que vi fue el rostro de esa niña que era mi mejor amiga, con sus cabellos castaños alborotados y sus ojos mieles destellando por doquier. No podía evitar recordar a las luciérnagas cuando estaba a mi alrededor, siendo tan brillante como ellas. Esos insectos que me gustaba atrapar y encerrar en jarrones para poder mirarlos más de cerca y así poder deleitarme con su luz lo más que podía, como cualquier otro infante de 7 años haría.
Pero siempre las terminaba aplastando en vez de liberarlas una vez que cansara de observarlas. Incluso a veces las tomaba entre mis manos para seguidamente clavarles las agujas de coser de mi madre por varias partes de su cuerpo...y me resultaba tan interesante...
Tal vez por eso hice lo que hice...porque ella era como una luciérnaga. Igual de brillante...igual de interesante.
No pude sentir más que curiosidad cuando se arrimó tanto al borde del acantilado. No dejaba de preguntarme qué pasaría si por casualidad cayera.
Y cayó.
Yo la empujé.
Me había quedado mirando hacia abajo y quedé fascinada por la forma en la que su pequeño cuerpo fue chocando con el lateral de éste, lleno de rocas, que iban atravesando su cuerpo poco a poco, mientras gritaba y los golpes interrumpían sus gritos. Hasta que finalmente cayó y un chorro de sangre comenzó a escurrirse por el lateral de su cabeza, hacia abajo.
-Se cayó, mami...no pude hacer nada.
Pero ella sabía que no había sido un accidente...sabía que estaba destinada a cometer tales atrocidades, siempre lo supo...porque estaba en mi sangre.
Al parecer mi abuela no era como las comunes ancianas tejedoras y excelentes cocineras...mi abuela era una asesina.
Padecía de una condición mental que la obligaba a asesinar personas por mero placer... así de retorcida como yo, que había sido su copia fiel desde el nacimiento.
Loup, había conocido a mi abuela hacia más tiempo de lo que imaginaba, desde que tenía 14 y había aprendido de ella que no era el único en el mundo que sentía aquella sensación tan erráticamente adictiva de hacerle daño a otros. Ella cultivó sus impulsos asesinos y los dejó correr libres...y ese fue el error que le provocó la muerte. Irónicamente, el discípulo de la asesina de capucha roja había sido su propio verdugo...
También me confesó que me había visto en el bosque varias veces. Que me había visto desde la distancia cada vez que iba a escondidas a visitar a mi abuela. Que me conocía desde mucho antes de vernos ese día en el bosque.
Me dijo que sentía una extraña fascinación por mi misteriosa persona, lo que lo había llevado a seguirme en varias ocasiones, siendo testigo de lo que hacía que en mis supuestos sueños. Como había visto abiertamente la manera despiadada y sádica en la que ejecutaba en las noches a los inocentes ciudadanos.
El encuentro de aquel día sin embargo, no había sido planeado. Había huido de la cabaña luego de asesinar a mi abuela. Estaba aterrado por sus propias acciones y lo que menos esperó fue encontrarse conmigo. Pero más que la culpa que sentía al verme, eran sus ganas de hacer salir a la verdadera yo...de corromper a la yo falsa, a la insípida joven que no pensaba nada en particular.
Quería sacar a la yo con la que había sentido que no era el único lobo solitario en aquel bosque. La que le había devuelto las ganas de seguir cazando. De seguir experimentando el placer de asesinar aunque la culpa lo invadiera insoportablemente momentos después.
Supongo que me daba algo de envidia el hecho de que pueda arrepentirse de los horrores que comete. Porque yo...luego de recordar cómo fue que maté a mis padres, sigo sin sentir nada.
Luego de recordar la manera en la que le había cortado el cuello de mi madre con un cuchillo de cocina y de haber trazado una gran línea en el estómago de mi padre con el hacha de la pared de la sala de la abuela, seguía sin sentir el más mínimo remordimiento.
Aunque sí que sentí algo al notar la persona que en realidad era, al recordar todo lo que había hecho.
Sentí tristeza al ver el cadáver de mi abuela.
Sentí también algo de rencor hacia Loupe por haberme quitado a la única persona que me entendía en el mundo. Aunque no lo odiaba... simplemente no podía odiarle, porque él era lo único que me quedaba.
Supongo que los asesinos como yo también tienen sentimientos. No somos solo bestias hambrientas de carne humana.
Somos lobos...que atacan solos en compañía de la Luna y con ella de testigo. Lobos que aprecian la compañía porque comparten un mismo objetivo... porque somos igual de salvajes y mordaces y solo entre nosotros podemos comprendernos. Porque ninguna presa algún día podrá congeniar gustosa con un depredador, ni un depredador podría jurar amistad con una presa...porque nunca va existir entre ellos un sentimiento verdadero. Así como mis propios padres me temieron toda su vida y así como terminé dándoles muerte. Sin que ninguno amara realmente al otro.
El caso es que aquí estoy...huyendo como una vez lo hizo mi abuela...corriendo lejos de mis pecados sin mirar atrás, pero asegurándome de recordar con detalle todo lo que había hecho. Porque sin duda alguna el mayor pecado que cometí alguna vez, fue tratar de ocultar a mi verdadero yo...esa Caperucita roja que habitaba dentro de mí y que no estaba dispuesta a esconder nunca más.
Porque mostrar esa perversión dentro de todos nosotros es lo que nos convierte en los seres más puros...
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Un final diferente
ContoUn retelling del clásico: Caperucita roja, una versión distinta del clásico cuento de los hermanos Grimm. Te invito a recorrer un bosque donde el lobo es un chico, la abuela no es una abuela cualquiera y Caperucita...tiene toda una historia que cont...