3| Él nunca será ella.

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Naomi lo había estado intentando desde una corta edad, rezando e implorándole a su dios que la ayudase a cambiar sus pensamientos inadecuados, llegando a volverse sumamente apegada a su religión en un desesperado intento por no convertirse en una pecadora.

Pensó que nunca lograría su cometido, pero entonces, con tan solo catorce años, sus plegarias parecieron haber sido escuchadas con la llegada de Jesse a su vida. Él era el prospecto de chico perfecto; procedente de una buena familia, correcto en todos los aspectos, respetuoso y educado.

Creyó que con él en su vida todas las perversiones dejarían de atormentarla, y así fue. O por lo menos lo había sido hasta que Violett llegó a aquel internado, arruinando todo por lo que Naomi había estado trabajando tan duro. Después de eso todo se volvió una lucha interna constante.

Violett emanaba una energía como si de un imán se tratase, y desde el minuto uno, Naomi se vio muy atraída hacía ella.

Fue el aire de rebeldía que Violett desprendía lo que en un primer momento llamó la peligrosa atención de Naomi. Y cuando el motivo del porque había llegado hasta ese internado comenzó a esparcirse, ella tuvo sentimientos contradictorios.

Por un lado, Naomi aborrecía a Violett tanto como el resto dentro de aquel internado lo hacía. Pero por el otro, no podía dejar de pensar en ambas, juntas y en una infinidad de escenarios subidos de tono.

Mordió fuerte y discretamente su labio inferior mientras observaba a Violett caminar a lo lejos por los jardines del internado, acompañada de sus dos únicos aparentes amigos dentro de aquellas paredes.

Un pequeño suspiro se escapó por sus labios al recordar sus fugaces encuentros, el cómo se sentía la suave piel de Violett debajo de sus dedos y el cómo gemía bajito cada que sus labios recorrían su cuello en una forma bastante húmeda.

La voz y el toque de Jesse en su cintura la hicieron volver a la conversación, dibujando una tenue sonrisa falsa en sus labios y asintiendo a todo lo que sus compañeras de habitación decían.

Era irónico que el internado contara con demasiados espacios abiertos para realizar actividades al aire libre para así mantener las mentes de los jóvenes ocupadas en algo más que no fuera pensamientos impuros y pecaminosos, y que justamente Naomi no pudiera dejar de pensar en todo lo que le gustaría hacer con Violett.

Porque a pesar de estar siendo abrazada por quien era su novio, Naomi no podía dejar de pensar en la necesidad que sentía de volver a tocar a Violett.

Y es que ella tenía claro una cosa, Jesse jamás lograría hacerla sentir lo que Violett sí.

Desde el primer momento en el que sus manos rozaron el cuerpo de Violett, Naomi poco a poco fue perdiendo el control sobre todas sus acciones y todos sus pensamientos, tanto así que comenzaba a temer de lo que ella misma podía llegar a ser capaz de hacer una vez dejara de pensar y diera rienda suelta a todos sus impulsos.

Y, finalmente, lo que más temía ocurrió.

Lo que había pasado entre ellas dentro de aquel armario de limpieza unos días atrás fue la gota que derramó el vaso para Naomi. Pues de haber estado pensado con claridad, ella estaba segura de que nunca hubiese llegado tan lejos, y por eso se dijo así misma que debía detener aquellos encuentros clandestinos.

Sabía que no era adecuado y que en definitiva debía hacer hasta lo imposible por mantener sus impulsos a raya, por eso mismo fue ella misma quien pausó indefinidamente sus encuentros clandestinos. Ignorando las miradas y señales que Violett le dedicaba. Ignorando la necesidad que nacía desde lo más profundo de su ser.

«No podemos ser amantes, solo debemos ser extrañas»

Aquel era su mantra, las palabras que se repetía diariamente al sentir la necesidad de tocarla como desde hacía meses sólo sabía hacerlo.

A pesar de saber que todo lo que sentía estaba totalmente condenado por su mundo, Naomi cada vez podía resistirse menos ante la sola idea de dejarse llevar junto a Violett.

Así fue como el simple intento de resistirse había sido en vano, pues Naomi había vuelto a sucumbir ante la tentación que Violett le presentaba.

Con sus manos recorriendo todo su cuerpo y con sus labios repartiendo besos por todo su rostro, Naomi decidió dejar de pensar, al menos por unos minutos.

—Creí que ya no querías esto —murmuró Violett con la respiración entrecortada, sintiendo las manos de Naomi comenzar a desabrochar los botones de su camisa.

Naomi la ignoró, enterrando su rostro en su cuello y suspirando antes de depositar un tierno beso.

Ella no lo negaría, desde el comienzo solo había visto en Violett una oportunidad para por fin poder dejarse llevar. Ella sabía desde el minuto uno que Violett nunca la juzgaría como los demás dentro de aquel internado, como lo haría su padre e incluso como lo haría Jesse. Así que nunca vio verdaderamente mal el utilizar a Violett para saciar la enorme necesidad que oprimía su pecho, convirtiéndola así en su más oscuro y secreto pecado.

—¿Estás bien? —cuestionó Violett comenzando a preocuparse. Naomi había estado más distraída de lo normal.

Naomi salió de su escondite en el cuello de la chica sentada debajo de ella. La miró directo a los ojos, perdiéndose en la profundidad de su mirada. Terminó tomando un mechón de su cabello castaño para llevarlo detrás de su oreja, inconscientemente su rostro se fue inclinando hacia el de Violett.

Aquel era su límite, el último que le quedaba y por el cual había estado batallando tan duro los últimos meses.

La mirada de Violett cayó sobre sus labios, mirándolos ansiosa se relamió los suyos. Naomi observo fascinada aquella acción, y sin poderlo evitar, terminó chocando sus labios con los de Violett.

La extraña favoritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora