A la mañana siguiente.
Me desperezo, empujando todo lo que tengo a mis lados, como normalmente suelo hacer cada mañana. Mi alarma suena, anunciándome que deben ser las seis de la mañana. Tiro la mano al lado derecho, buscando mi teléfono, pero este no parece estar en esta mesita de noche.
¿La he cambiado de lugar? ¿Cuándo?
Me remuevo en la cama varias veces, intentado apagar el horroroso sonido de esa alarma, que, a diferencia de la mía, en la que suena Stiches, esta solo es un pitido repetitivo... Oh, no.
Los eventos de la noche anterior me llegan a la mente, espabilándome al instante. Miro a mi lado, solo para confirmar la estupidez que cometí ayer, pero no veo a nadie a mi lado. En el baño escucho el sonido de un cepillo dental contra los dientes de alguien.
No recordaba que Demián era surdo hasta que vi la alarma del otro lado de lado de la cama. Me siento en la cama y la apago. Restriego mis ojos para ver mejor, pero no hay mucho que ver. La habitación está a oscuras.
Me pongo de pie, y arrastrando los pies llego hasta la puerta del baño. Toco la puerta dos veces, pero no obtengo respuesta del pelinegro.
—Oye, ¿Te estás duchando?
—No.
—Ah... Pues deberías.
Del otro lado oigo su risa ronca.
—Estas mal, Callahan.Arrastro mis pies de vuelta hacia la cama y me acuesto en el lugar en el que durmió Demián. Solo en ese momento es cuando veo la hora realmente.
¿¡Las cinco de la madrugada!?
En ese mismo instante la puerta del baño se abre, dándole paso a Demián con una toalla enrollada en su cintura y la luz cegante del baño. O al menos cegante para mí, que acabo de despertar.
—¡Son las cinco! —no pierdo la oportunidad de gritarle (susurrarle, realmente) al pelinegro—. ¿Qué clase de persona se despierta a las cinco?
Demián niega, riéndose de mis quejas mientras camina hacia su armario, por lo que supongo que sería ropa. Cuando me doy cuenta de que no me hace caso, me acomodo en la cama e intento volver a dormirme, pero no lo logro, en cambio una idea muy tonta que tenía sobre Demián llega a mi mente. Pensé que sería como esos chicos que puedes encontrar en cualquier libro. Esos que duermen sin camiseta y que siempre intentan llevarse a la protagonista a la cama.
Río en alto por ese pensamiento, pues prácticamente fue lo que hizo conmigo.
—¿Sabes? —giro la cabeza en dirección al armario del Engendro—. Acabo de recordar algo.
—¿Algo como qué? —pregunta.
—Algo como mi sandalia.
Demián sale de su closet con la ropa ya puesta.
—¿Qué sandalia?
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Un amor prohibido
Romance«Los polos opuestos se atraen, pero eso no significa que, cuando estén lo suficientemente cerca como para tocarse, no colisionen» · · ✘ · · Historia registrada en SafeCreative. Todos los derechos reservados © Prohibida toda réplica parcial o compl...