t r e s.

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─Han Jisung, ¿cuál es tu propósito aquí?─ dijo la profesora, algo molesta porque habían interrumpido su preciada clase unos alumnos de cuarto año, pero la manada de alumnos la encabezaba el bello rubio con bellas curvas.

Lee Minho estaba coloreando en su pequeño libro de arte, como así él le llamaba, la verdad es que ahí tenía un book lleno de sus dibujos que eran próximos a ser pintados.

Deslizó su lápiz amarillo por los contornos para brindar un poco de iluminación, sonriendo por el resultado, pero todavía su cuerpo se sentía cansado y aburrido de escuchar la clase de matemáticas. Sí, a la mayoría de los del curso se les veía ansiosos por aprender matemáticas y hasta parecía gustarles, pero para Minho, era una total pesadilla esa materia.

Apenas era el primer día donde realmente las clases habían empezado -y esta vez iba en serio- pero ya no soportaba ni una parla más.

¿Poca paciencia? Sí, podría ser.

─Necesitamos dinero, para nuestro próximo viaje de egresados. En dos años deberíamos tener todo ahorrado─, dijo el chico, una voz que se escuchaba familiar a los oídos de Minho.

Lee frunció su ceño, aún sin levantar la mirada por el hecho de no atreverse a mirar a un curso superior, y quiso escuchar disimuladamente más de la dulce voz.

Entonces continuó hablando. ─Estamos vendiendo pequeñas pizzas, pastelillos, y más dulces que podrían interesarles a estos bellos chicos llenos de amor y entusiasmo por la bienvenida a la escuela─ habló Han con tanta dulzura que Minho casi se lo cree, pero podía notar que había un poco de falsedad en sus palabras.

Fue entonces que alzó sus ojos y ahí lo vio.

Vio al hermoso rubio, hablando de todos los preparativos que hicieron junto con sus compañeros, quienes tuvieron el permiso de la profesora para pasar y apoyar las bandejas de comida sobre algunos bancos vacíos.

Su boca se entreabrió casi sin poder evitarlo, sonrojándose a mil cuando notó que era el mismo chico que había visto aquella vez que acompañó a su madre a comprar el libro.

Minho sentía que iba a explotar de amor y cursilerías, por sus mejillas tan rojas como si un tomate lo poseía en esos momentos.

─Alumnos de primer año, pueden levantarse de sus asientos si desean comprar algo─. Anunció la profesora y muchos de los compañeros de Minho casi que corrieron hacia las bandejas, al parecer realmente tenían hambre.

Claro, las clases daban hambre, eso su mamá siempre se lo decía.

Lee no iba a desaprovechar la oportunidad. Buscó en su mochila el monedero que su madre le había dejado y se fijó cuántos billetes tenía -eran suficientes, según él-.

Se acercó algo tímido a la mesa donde estaba el chico que supuestamente llevaba de nombre Jisung. Hasta su nombre era bonito, no podía creer lo más lindo que se veía al tenerlo de cerca.

Acomodó sus anteojos con una sonrisa boba, jugando con los bordes de la billetera mientras disimulaba su encanto por el rubio con la mirada perdida en los alimentos.

─¿Vas a comprar algo?─ pronunció Han al verlo en frente de su mesa. Una bandeja de pastelillos de, aparentemente vainilla y frosting de chocolate, decoraban la superficie que observaba atentamente.

─¿Yo? Oh, sí, sí claro. Sólo estaba viendo... ¿Cuánto salen estos?─ casi que tartamudeó. Minho se avergonzó por completo, dándose cuenta unos segundos más tarde de su propia pregunta, de que el letrero enorme del precio estaba justo en frente de sus ojos.

Han hizo una mueca, sintió que lo había juzgado con esos ojos de águila.

─¿Te cuesta ver el letrero, pequeño?─ Sonrió con burla, pero intentó sonar más amable cuando notó la presencia de la profesora cerca. Sí, debía ser amable por sobre todo, porque si no lo era, entonces no lograrían tantas ventas en un corto período de tiempo. Y debía aprovechar que al parecer las madres de cada uno de aquellos niños les habían llenado la billetera.

Y claro, también de su auténtica inocencia al gastar mucho dinero en comprar dulces.

Venían de primaria, ¿no? Era fácil convencerlos.

Así pensaba Jisung.

─No, es decir, sí. Tengo un problema en la vista, pero realmente puedo ver algunas cosas bien. Es decir, sí, tienen precio, de sesenta pesos, ¿verdad? Aquí tengo un billete, de cien. No tengo cambio, pero-...─ Las manos de Minho temblaron y se obligó a detener su voz cuando el rubio que estaba en frente suyo rodeó los ojos, susurrando un "no me importa tu vida" por lo bajo, lo suficientemente audible para que lo escuchara.

Pero Han cambió su expresión facial cuando notó que el menor lo estaba mirando, de inmediato.

─Claro, claro, sí. ¡Sesenta pesos! Buen precio, ¿no? Ahora llévatelos. Llévate todos los que quieras─ hizo una maniobra con sus manos, agitando las mismas y agarrando uno de los pastelillos para casi tirárselo en el rostro a Lee. ─ ¡Hay más niños queriendo comprar! Qué lástima. Deberás ser un poco más rápido. Por cierto, mira esos postres de allá, los hizo mi compañera Lisa. ¿No se ven geniales? Ve.

Por poco más y Minho terminaría siendo empujado por el mayor. Miró atrás y realmente no habían muchos niños esperando por comprar pastelillos, sólo una niña.

─Está bien, llevaré dos, creo que me alcanza─ susurró Lee, retirando su monedero y sacando algunos billetes.

Podía sentir la insistencia de los ojos de Han que se posaban sobre su dinero con interés.

─Creo que no llegas─. se burló. Señalándole un billete de diez pesos con descaro.

Lee hizo una mueca de desagrado por la intensa intromisión del mayor en su manejo de dinero.

Sin embargo, una compañera de Minho le tocó el hombro, y él se giró, volteando a ver a una bonita chica pelinegra de ojos miel, que le miraba con dulzura.

¿Me va a pedir dinero? pensó Minho, por la mirada melosa que le estaba entregando la niña.

─Hola Minho. Ten mis veinte pesos. No me gusta la comida que están ofreciendo, lo dulce me hace mal. Pero me gustaría que puedas comprarte esto para ti─. le entregó un billete de valor veinte, y Lee se sonrojó.

El rubio chasqueó la lengua molesto por la interacción que le estaba sacando de su valioso tiempo para vender.

─Muchas gracias, de verdad no era necesario. Planeaba llevar dos para mi mamá y para mí─. de cierta forma, escuchar eso hizo que el corazón de Jisung se apretujara. Él nunca haría esas cosas por su madre porque no tenían una buena relación. Nunca lo hizo y jamás lo hará.

Pero ese pequeño niño de cuatro ojos que estaba a punto de comprarle, y aparentemente, de nombre Minho, parecía tener una muy buena relación con su progenitora.

Suspiró y su aura pareció relajarse de un momento a otro, a Lee hasta le pareció extraño no recibir algún comentario que insinuara que le molestaba su presencia.

Sólo le entregó las hojas de dinero y se llevó finalmente las dos porciones hacia su banco, agradeciéndole nuevamente a la niña que había aparecido para ayudarle a comprar un cupcake para su madre y otro propio para él. Guardó los mismos sobre su mochila y pudo sentir la mirada del mayor puesta sobre su ser.

El azabache acomodó sus anteojos con un poco de ansiedad carcomiéndole al ser observado por el chico que le atraía.

Quizá lo estaba juzgando en su cabeza, quién sabe. De todas formas, Minho tenía la esperanza de que la razón por la que le miraba era porque tal vez pudo llamar su atención de alguna forma u otra.

¡ orden de 𝗮𝗹𝗲𝗷𝗮𝗺𝗶𝗲𝗻𝘁𝗼 ¡ minsung ! 💬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora