Era un día soleado en Isla ballena, bastante soleado de hecho. Gon estaba junto a Mitosan y su abuela en la orilla del río refrescandose en una linda tarde en familia cómo hace mucho tiempo no lo hacían.
Cuando oscureció volvieron a casa para comer la rica cena que preparó Mitosan mientras conversaban el tema de mandar a Gon a una escuela. El moreno insistía en que no lo necesitaba, ya que tenía una licencia de cazador, pero las madres siempre ganan en las discusiones y el tema ya estaba decidido.
-Gon... ¡Piensa en positivo! Vas a tener a más amigos de tu edad, cómo Killua.- Trato de animar la pelinaranja ya que el temple de su hijo había decaído y se había formado un incómodo silencio después de que le informó que ya estaba matriculado en una institución.
-Nadie es cómo Killua...- Susurró con un leve sonrojo y un tono de tristeza, igual de imperceptible que la frase que acababa de decir, y le regaló una sonrisa a las mujeres para meter una zanahoria en su boca.
El moreno estaba recogiendo los platos cuándo alguien llamó a la puerta, era una voz conocida, era su amigo.
Sin querer soltó los platos que tenía y los dejó caer al suelo mientras se rompían en miles de pedacitos que se esparcían por todo el suelo y la cara de Mitosan se transformaba a una de furia.
Sin pensarlo dos veces corrió hasta la puerta y la abrió, en ese instante se volvió a sentir completo.Killua estaba más alto y fuerte, su piel tenía un leve bronceado, su cabello estaba más largo y desordenado y sus ojos seguían con ese particular delineado, pero algo no estaba en su lugar... Tenía la sonrisa y la mirada perdida.
Recorría al moreno con sus ojos por todo el cuerpo del contrario, desde los brazos y las manos, hasta las puntas del cabello. No podía dejar de mirarlo, simplemente estaba hipnotizado.
El tiempo se detuvo en el mismo instante en el que volvieron a unir sus ojos y volvió a correr cuando Mitosan se atrevió a romper la burbuja en la que estaban para preguntarle a su sobrino quién tocaba la puerta a esas horas.
-¡Killua!- Sin pensarlo dos veces se abalanzó sobre el albino y lo abrazó con fuerza, notando que Alluka se encontraba tras de él. Le regaló una sonrisa a la chica y cerró los ojos para disfrutar mejor la placentera experiencia de abrazar por primera vez a su mejor amigo.
El albino sintió que la vida le devolvía algo que le había quitado hace mucho tiempo, la paz.
Se aferró con suavidad a la espalda del moreno y acurrucó la cabeza sobre su hombro, respirando nuevamente ese aroma que sólo tenía Gon. Por un momento sólo existían ellos dos entrelazando sus cuerpos después de tanto tiempo, pero ese momento acabó cuando Gon lo tomó de los hombros y lo miró fijamente con los ojos llorosos acompañados una enorme sonrisa.
-Te extrañé tanto Killua.-
-Yo también lo hice Gon.-
Hace tanto tiempo no escuchaban sus nombres de frente en las voces del contrario, tanto así que se les arrugó el corazón.
Killua no lo notó, pero él también había dejado caer algunas lágrimas de la emoción. Su separación con Gon le había dolido demasiado, se sentía incompleto sin él y ahora por fin estaba en casa, por eso permitió que sus sentimientos brotaran sin vergüenza alguna.
-¡Gon!- Saludó Alluka con una sonrisa al chico que miraba con notable amor a su hermano.
-¡Hola Alluka!- Tomó su mano y le dió un pequeño beso cómo todo un cabellero haciendo sonrojar a la menor. -Ya eres toda una señorita.-
-Y tú todo un cabellero Gon.-
A Killua le comenzaron a salir humos de las orejas, esa situación era demasiado incómoda para él. Gracias a Dios, llegó Mitosan con una sonrisa a saludarlo.