Formas indoloras de suicidio

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María veía un payaso de papel detrás de la ventana de la cocina, tenía el cabello rojo, maquillaje pálido, sonrisa desintegrada por la suciedad de la ventana, y el payaso: era rubio, de cara rosada, sonrisa de artificio. Ella tenía el presentimiento de que el payaso quería asesinarla, recién había comprado un libro de aquellos que venden en los aeropuertos con temática de horror para espantar a adultos que trabajan la mayor parte de la semana en cosas que no quieren hacer, nadie quiere hacer cosas por dinero, pero todos quieren dinero.

—Buenos días, Chuyín, ¿10 pesos?

—Claro señora, con gusto —a María no le gustaba dejar la basura afuera de la casa, y me ofrecía diez miseros pesos para llevarla al bote, me gustaba husmear en su basura, decía mucho de por qué su hijo mayor la encontró sin vida en la bañera con la siguiente nota:

"Compré unas pastillas Nembutal que no me sirvieron. No sé cuántas semanas llevo intentando matarme con pastillas y licor, pero todos los días despierto para cocinarles las mismas chingaderas que dejan todos los pinches días en el refrigerador y le tengo que dar al pordiosero que se lleva la basura de la casa.

Marco, dile a Alfonso que chingue a su madre, y a tu papá, que ojalá se muera de sida, que se lo merece por meterse con putas del centro, los quiere: su puta madre."

Nadie le lloró a María, escuché a sus hijos husmear en la casa, y a las dos semanas, su hijo: Alfonso, ya estaba viviendo ahí con su esposa Lydia. Que bonita es la vida cuando tienes dinero de sobra.

—Tú eres Chuyín, ¿verdad?, ¿10 pesos? —me dijo la esposa de Alfonso.  

La Casa Desde La AvenidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora