"El verdadero hogar"

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Capítulo 7: El verdadero hogar.

Al otro día, incluso se levantaron tarde. No tenían nada qué hacer, salvo desayunar y después seguir el viaje. Se dieron una ducha bastante rica. Pudieron tomarla juntos, pero Castiel no lo necesitaba, solo lo hizo para experimentar y sentir el agua en su piel. Eso era muy agradable para él sentir todas esas sensaciones nuevas. Se sentía muy emocionado y no podía dejar de sentirlo.

Dean tenía una sonrisa de oreja a oreja cuando lo esperó con el desayuno servido. No vio cuando lo pidió al restaurante, pero no se demoró nada en llegar y se veía exquisita esa cantidad de grasas y calorías. Comió sin pensar, saboreando las partículas. Estuvieron extrañamente, silenciosos como si pasara el sentimiento de sus corazones en ese instante, solo se miraban a los ojos.

El desayuno fue un evento muy extenso para ser ellos o para ser Dean, quien en dos mascadas desaparecía lo que hubiera en el plato, pero lo estaban disfrutando. Disfrutaban cada momento juntos y no apuraron su partida, estaban como en una nube de felicidad. Estaba tan ensimismado cuando se dirigió a la puerta de la cabaña con Dean a su lado, que lo pillaron por sorpresa.

Al abrir la puerta para salir, ahí estaba en pie Sam y Dean. El Dean de su mundo, no el que tenía a su lado.

—¡Dean! —exclamó Castiel.

—El mismo que viste y calza. No ese otro —dijo, señalando con su dedo.

—Él también es Dean —explicó Castiel.

—No lo creo. Yo soy único —dijo Dean con seguridad.

—¿Qué quieres? —preguntó el otro Dean.

—Quiero que te vayas lejos —respondió agresivo.

—Eso no pasará, lo siento.

El "lo siento" dejó perplejo a ese Dean. Hizo que se sintiera incómodo con una sensación de pánico en extremo, pero no dijo nada como era su costumbre. El otro Dean solo miró a Castiel.

—Es hora de irnos —le dijo.

Castiel comenzó a caminar derecho a la salida, pasando por un lado de Dean sin inmutarse. Dean quedó parado sin moverse en estado de shock, ni siquiera dio cuenta cuando el otro Dean también salió de la habitación.

—Dean, haz algo —dijo Sam—. No dejes que se vaya.

Como Dean no se movía, Sam salió en busca de respuestas.

—¡Cas! Dime lo que sucede. Dean no quiere decírmelo —suplicó Sam con cara de angustia.

—No pasa nada Sam —le respondió el otro Dean—. Ustedes dos estarán bien, se tienen el uno al otro, no necesitan a nadie más.

—Tú ¿Cómo? ¿No quieres volver a tu mundo?

—No hay nada allá para mí, en cambio, esto es bueno —dijo el otro Dean—. Tu hermano estará bien Sam, mientras estés con él, no verá nada más, solo mantente cerca. Él te necesita.

—¡También necesita a Cas! —dijo Sam exaltado.

—No, ya no más —dijo el otro Dean con seguridad.

—¿Cas? —preguntó Sam.

Castiel abría la puerta del vehículo para conducir. Miró a Sam y después fijó su vista en Dean, quien estaba parado a la salida de la puerta del motel, viéndolo directo.

—Es cierto, no me necesita y yo tampoco lo necesito—confirmó Castiel.

Subió al vehículo, el otro Dean lo acompañó en el asiento del copiloto y siguieron su viaje sin mirar hacia atrás. El silencio volvió, esta vez no fue tan incómodo como la primera vez que hicieron eso. Ambos sabían que Dean no volvería a buscarlo, por un lado era bueno, pero el otro Dean tenía sus dudas en cuanto a Castiel, no en cuanto a él mismo.

El otro DeanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora