Macaria.

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—¿Entonces me dices que te vas, y con mi hija?

Hécate estaba en pijama. Gabriel ya había arreglado las maletas de él y de María.

La joven estaba en su cama. Llevaba días sintiéndose muy mal y con constantes ataques.

Ya habían pasado un par de semanas después del baile y ella no mejoraba. Lo cierto era que si la respuesta estaba en su hogar, Gabriel iba a encontrarla y ayudar a su pequeña.

—No lo digas de esa manera —respondió y frunció el ceño—. No estoy dejándote, nena... es por nuestra hija.

—Eso lo sé... pero me preocupo por ambos —la diosa suspiró—. Pero si crees que es lo mejor... Adelante. Yo no puedo ir y abandonar mis obligaciones aquí.

—Te aseguro que no tardaremos demasiado —prometió el ángel—. Y cuidare de nuestra hija.

Hécate asintió y fue hasta su marido para besarle profundamente, después de eso comenzó a alistarse. Mientras tanto, Gabriel regresó a la habitación de María. La rubia ya estaba vestida pero seguía en la cama.

Al ver a su padre, se levantó.

—¿Ya nos vamos? —preguntó entusiasmada.

—Así es.

El ángel tomó la mochila de la joven y junto con ella salió de la habitación. En su camino a la salida, Hécate los alcanzó.

—Espera, Gabriel —dijo la diosa.

—¿Qué sucede?

—Por favor lleva esto —la rubia le colocó un collar a su esposo—. Esto me hará saber que estás bien...

—Nena, de verdad no hay de qué preocuparse.

—Sólo dame algo de paz, ¿quieres?

Él sólo asintió antes de abrazarla y besarla en los labios nuevamente. Para la diosa aquel abrazó significaba mucho más de lo alguna vez el Olimpo había podido ofrecerle.

—Te amo —susurró él.

—Y yo a ti... con todas mis fuerzas —algunas lagrimas asomaron por el rabillo del ojo de la diosa, miró a su hija y esbozó o trató de hacerlo lo mejor posible—. Papá te cuidará. No olvides que te amo.

La diosa mordió su labio inferior y sintió un enorme vacío al ver a su esposo e hija salir por la puerta principal.

Cuando estuvo sola por fin, regresó a la biblioteca de su mansión. Agarró un montón de libros y los puso sobre una mesa. Después de acercar un sofá y acomodarse sobre éste, comenzó a leer, creía que tal vez y sólo tal vez en los libros más antiguos habría una respuesta,  o algo para ayudar a su hija 

Esa misma mañana, Hades llevó a su hija a través del inframundo pues la joven diosa ya tenía algunas tareas asignadas.

—Me sorprendió bastante tu rol —confesó el dios.

—Bueno, tenía que salir a ti.

Hades asintió.

—Aún así, creí que serías más como tu madre.

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