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    La reina del mundo es la fuerza y no la opinión, pero es la opinión quién usa de la fuerza.
     —Blaise Pascal.

El castillo ubicado en la parte más recondita del estado, un pueblo llamado sombras, un lugar remoto a dónde ya pocas personas iban, y los que llegaban alli sabían el significado de su estadia.

A lo largo de los siglos ese lugar se hizo difícil su acceso, las condiciones no eran iguales a las de antes y ahora el laberinto se había alzado más, los animales cuidando el lugar a cada momento, y la vida vegetal lo había cubierto, dando entender a todo aventurero que solo era una gran sabana de tantas.

Éste castillo hace mucho se utilizó para buenas obras, pues quiénes aún seguian con vida sabían las historias en cada roca y cada árbol posado aquí, en éste lugar los reyes compartieron sus dones y sabiduría con su pueblo, habían sido de corazón puro todos ellos pero no siempre debe ser así, las tierras se manchaban constantemente de sangre por las personas desleales, que solo querían el poder para un propósito.

La orden de los reyes era clara y precisa para su pueblo, pues habían creado en secreto varios planes para proteger todo territorio, pero eso corrió  a oídos de muchos, el hecho de que podían resucitar al la innombrable. Por largos años en guerras constantes se encontraban los reinos con sus mejores guerreros por esto, pero la ambición de los desleales crecía en grandeza.

Hasta que hubo un día donde llegó la batalla más fuertes, la pareja de reyes tuvieron que enfrentarse con una fuerza superior a la que anteriormente lo habían hecho, esto duro días y días, hasta que le dieron fin, sin embargo sabían que la paz no duraría mucho, la victoria final, ellos mismo sellaron ese galardón, pero su pueblo no supieron más de sus reyes.

—La tierra tendrá vida cuando estén aquí— habló una mujer entrada en años.

Algunos hombres, mujeres y niños habían llegado al lugar, mirando atentos las ruinas y las casa abandonadas, ya no tenían esa majestuosidad de antes, ahora lucian frías y tristes.

—Supongo que hasta aquí la acompaño señora— la jóven dejó a la anciana en la puerta del castillo, mientras que las demás se acercaban a paso lento.

Con sus arrugas la miró con dulzura.
—Descanse pueblo, ha sido un viaje largo— les informo.
—Encontrarán alimento en las casas, no tendrán nada de que preocuparse.

La jóven le devolvió la sonrisa a la anciana y se retiró después de haberle hecho una reverencia. Todas aquellas ancianas llegaron y entraron al castillo solitario, cerrando las puertas detrás de sí.

—Me temo que tenemos que hacer algo con estas instalaciones.— habló a su derecha una de ellas.

—El castillo cuando sienta la presencia de sus verdaderos dueños, el mismo volvera a toda su gloria Raquel— la nombrada asintió lentamente.

—Mi señora Ann— fué llamada la anciana.

—¿Porque estamos aqui?

—¿Usted que cree Rossela?— cuestionó con tranquilidad.
—Dijeron que me acompañarían a pesar de las dificultades, y eso es lo que hacen.

—¿Que nos puede contar de ellos?— cuestionó Raquel.

—Ellos..— salió de ella una sonrisa melancólica.

—Siempre pensaban en el bienestar del otro por encima del suyo.

—Tal cuál como los enamorados.— Interrumpió Rossela.

—Su amor no fué fácil— admitió la anciana.
—Pero tampoco imposible.

Y tenía razón, su vida anterior tuvo que soportar que su enemiga se había llevado su chico y manipulado a su antojo, tuvo noches en su habitación sin pegar un ojo queriendo saber sí el se encontraba bien, y es que cuando existe un gran amor dentro del corazón, es difícil dejarlo a su suerte.

Pero lo que no le preocupaba a la anciana era su amor, pues de por sí ellos siempre se encontrarían, están destinados a encontrarse y amarse, su preocupación en estos momentos es que tan fuerte esté su enemigo, ya que los tiempos han cambiado, y que tan furiosa se encontrara la parte reprimida de la reina que algunos han olvidado, otros han odiado, y los demás han amado.



[...]




Iba poco a poco en mí silla de ruedas por los pasillos del área de hospitalización, luego de algunas semanas me habían dejado salir a tomar un poco de aire fresco, el cuál no fué tan útil pues el olor a alcohol y todo lo demás seguía impregnado en el ambiente, aún así, mí destino no era ese.

—Disculpe— llamo a un jóven enfermero que pasó, creo haberlo visto antes.

—Señor Choi— saluda.
—¿A dónde se dirige?

—Estaba tomando un poco de aire fresco y me gustaría ir a un lugar.

—Bueno...— alargó la palabra.
—¿Cuál es ese lugar?

Saco mi teléfono y le muestro una foto.
—¿En qué habitación se encuentra ella?

Sus ojos se abren un poco y hasta se sonroja, este hijo de su madre porque hace esto delante de mí.

Y allí es donde otro de los poderes sale a la luz, siento cariño y vergüenza de su parte y ello provoca que me moleste aún más.

—Claro la señorita se encuentra al finalizar el pasillo— responde.
—¿Es acaso un familiar suyo?

Mí rostro un poema debe ser por la expresión que le mostré. ¿Un familiar mío?

—¿Me vez rostro de que soy algún familiar?

—No señor.

—Sabes amigo— le doy una de mis mejores sonrisas.
—Con esa chica no tienes oportunidad.

El levanta una de sus cejas, y se cruza de brazos.
—¿Porqué no?

Calmo la furia dentro de mí.
—Porque ella es mía.—Sentencio.

—¿Seguro de ello?

Las llamas se reflejan a través de mis ojos provocando que el hombre de un paso atrás.
—Solo te advierto, y si no me haces caso... Será una acción de mi parte lo que te suceda.

El enfermero quedó pasmado allí mirándome atentamente para luego irse sin mediar palabra, una vez mi cabeza fría analizo lo de hace un momento.

¿Que dioses hice?




KINGDOM: El Retorno De Los Reyes [Choi San]  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora