Higanbana/SenGen AU

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Senku, como Lycoris que se pudiera encasillar del tipo Higanbana, fue objeto de violencia en su escuela al igual que todos los de su generación y anteriores. Sin embargo, tuvo la suerte de contar con un amigo como Taiju quien siempre lo protegió desinteresadamente, al igual que Yuzuriha. Claro que no dependería siempre de él, por lo que se valió de su conocimiento para crear herramientas que lo pusieran al mismo nivel de los matones. Gracias a eso pronto se hizo conocido, y los profesores no podían ignorar el hecho de que era muy inteligente a pesar de su edad, por lo que tampoco se metían con él.

En secundaria no fue la excepción, siendo motivo de disgusto que un Lycoris de primer año se hiciera cargo del club de ciencias, pero tampoco tenían muchos argumentos válidos para discutir su capacidad. Por supuesto, esto no bastaba para eximirlo de que no volvieran a ponerle un dedo encima, situación que se dio en su segundo año.

Al salir del club esa tarde, le pareció extraño no ver a Gen en su lugar de siempre, siendo unos estudiantes del curso superior quienes se encargarían de guiarlo hasta donde se localizaba. Senku presumía tener buena memoria, no obstante, esa situación en particular le era... Borrosa. Como si una fina tela se estuviese interponiendo, haciéndole incapaz el alcanzar la claridad de ese recuerdo. Pero de entre todas las cosas, lo que quedó grabado en su memoria al encontrarse al en ese entonces pelinegro, rodeado de cinco hombres mientras estaba desnudo, fueron ciertos fragmentos relacionados con sangre, impulsividad, amor, mentira y traición. Esas palabras que aparecieron en su cabeza al escuchar cómo se ofrecía para ser utilizado de esa forma y cómo propició que lo golpearan entre varios, regresaron en su reencuentro.

Cada vez que lo veía flotaban en su mente, como si fueran señales advirtiéndole no acercarse demasiado. La primera alarma provenía del olfato, pues Senku acogió un especial aborrecimiento por las flores que le recordaba a Gen y el hierro por su propia sangre derramada en ese entonces. De ahí continuaba el odio por la impulsividad que lo caracterizaba y cómo fue que, en ese momento, en vez de pensar una alternativa coherente se dejó dominar por ella para tomar la decisión de salvarse. Luego, venía el amor y la mentira.

Hasta ese acontecimiento, creyó que ese chico de la otra clase lo perseguía porque de verdad estaba enamorado, quedando su mentira al descubierto cuando lo traicionó. O, al menos, así fue como interpretó las acciones de Gen: pretendió acercarse y ganar su confianza para luego decepcionarlo de tan terrible forma. Y ahí estaba la clave, lo que le inquietó durante tanto tiempo: ¿por qué acercarse en primer lugar? ¿Qué ganaba al insistir en volverse cercano y obtener su confianza?

Byakuya resolvió ese enigma: fue él quien había unido sus caminos desde ese entonces, volviéndolo a hacer en el presente; esa fue la razón por la que lo "acosaba". Y por su padre se permitió averiguar de una vez por todas qué fue lo que ocurrió en realidad en ese tiempo y entender el motivo que tuvo Gen más allá de lo que vio a simple vista. Tenía que haberlo, pues de no ser así... Senku, lo más probable, es que cortara la relación con ese Lycoris para siempre.

El problema que tuvo y aumentaba su confusión era Gen mismo, pues como principal involucrado no hizo otra cosa más que reforzar esa idea de traición. Acabó por contribuir, sin saberlo, a que Senku no le interesara arreglar el posible mal entendido y lo fuera delegando con el tiempo. Pero esa noche, después de una década, las condiciones propicias para entablar la conversación que se evitó desde entonces surgieron.

Gen le contó todo y el motivo por el que eligió esa opción. Aceptó que en aquel entonces se negaba rotundamente a pedirle disculpas al querer evitar que de nueva cuenta que lo relacionaran con Senku y le hicieran daño. Le habló, también, sobre la gran culpa y vergüenza que sentía con él, con Byakuya y con cada persona que se cruzaba en su camino. Odió admitir haberse alegrado al enterarse cuando se fue de ese pueblo, pero también le dolió tanto como pocas cosas en su vida saber que probablemente nunca se volverían a encontrar.