III

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She is messy but she's kind
She is lonely most of the time
She is all of this mixed up and baked in a beautiful pie
She is gone but she used to be mine

···

Aquisgrán, Eroda

Helen no se fijó en las personas que transitaban por el pasillo cuando se dirigió hacia el estudio del rey. Agarraba las faldas de su vestido para moverse más rápido. Si se hubiese fijado, se habría dado cuenta de que todos la miraban con extrañeza. Pero estaba tan enfadada que no podía controlar la expresión de su rostro y mucho menos esconder sus sentimientos.

Entró al estudio sin llamar, provocando un gesto de congoja en los guardias apostados en el pasillo. Los tres hombres situados alrededor de la mesa enorme de madera levantaron la mirada, sorprendidos y perplejos ante la imagen que se les presentaba.

—¿Cuándo pensabas decirme que no nos acompañarías a la mansión? —exigió saber Helen con rabia.

Se olvidó de los formalismos y el protocolo. Veía todo en rojo. Magnus parpadeó sin comprender. ¿Cómo no podía ver lo que estaba haciendo? Con todo lo que estaba ocurriendo en Eroda y el continente, Magnus había descuidado sus labores como padre. Le había prometido que acompañaría a Helen y a Mar a la casa familiar de los Blackthorn y estaría con ellas una semana. Helen quería alejarse de la corte y sus problemas, de los juicios y de las acusaciones contra los faes y mestizos. Quería volver con su familia, abrazar a sus hermanos y descansar. No sólo cuidaba y criaba a Mar, también se ocupaba de sus tareas como reina. Estaba exhausta y había esperado con gran deseo que aquella semana llegara para que su nueva familia se alejara de la tormenta de odio y miedo que arreciaba Aquisgrán.

Había preguntado al servicio si el equipaje del rey ya estaba preparado, pues la fecha prevista para su partida sería el día siguiente, y le habían dicho que sí, que ya había sido enviado con antelación a la residencia del señor Malcolm Fade. ¡Ni siquiera se había dignado a anunciarle su cambio de planes! ¿Eso era lo poco que le importaba su hija?

—Helen, he estado ocupado... —comenzó a excusarse Magnus al mismo tiempo que levantaba las manos en son de paz.

—¡Todos hemos estado ocupados!

Su explosión hizo que Jace Herondale, de pie al lado de Magnus, se revolviese nervioso. Helen lo fulminó con la mirada aunque por dentro sintió un gran bochorno. No le gustaba perder los papeles delante de terceros, pero estaba cansada.

—Cálmate —dijo Magnus.

—No me pidas que me calme cuando tu hija ha estado llorando por tu culpa —gruñó Helen.

En efecto, Mar había estado presente cuando Helen se había enterado del cambio de destino de Magnus porque Helen siempre estaba con Mar. Nunca la dejaba sola si estaba en su mano. La situación del reino era muy frágil y al ser la única heredera de Eroda corría un gran peligro.

Helen temía por la vida de su hija. Quería marcharse de allí por un tiempo. No quería ser reina. Nunca había querido ser reina. ¿Por qué accedió a casarse con Magnus? En días como ese siempre se cuestionaba su terrible toma de decisiones.

Mar se había echado a llorar en cuanto lo escuchó. Era una niña muy despierta y demasiado lista para su edad y había deducido enseguida que Magnus no les acompañaría en su viaje. A Mar no hubo quien la consolara y Helen no se separó de ella hasta que se quedó dormida. La dejó durmiendo en su propia cama hacía pocos minutos. Si no fuera porque su mayor prioridad era su hija, habría confrontado a su marido muchas horas antes.

heres argenteus « malec Donde viven las historias. Descúbrelo ahora