IV

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If finders were keepers I'd still be at home
Take it or leave it, I'll show you the ropes
When you no longer see me, I'll be gone

Oeste de Eroda.

Partieron al salir el sol. La comitiva era reducida e iba camuflada. Nadie salvo Helen y el capitán Lewis sabía nada sobre el viaje que iba a realizar el rey. Habían decidido que Jace, Emma y un par de soldados de la confianza de Simon acompañarían a Magnus, Calum y compañía.

Después de cinco días intensos de preparativos, Magnus había dejado el mando del reino a Simon y a Helen, esta cuando volviera de la semana retirada en la mansión Blackthorn. No pensaba que fuera a estar más de un mes alejado de la corte. Además, le había prometido a Helen que si su propósito de recuperar a Alec se alargaba demasiado, regresaría. Después de todo, Eroda seguía estando en una situación muy frágil y el rey de Eralión podría atacar en cualquier momento.

Helen se había despedido de él con frialdad. Había contemplado desde la puerta con ojos helados y temperamentales cómo Magnus se despedía de Mar, que, en oposición, lo había observado con grandes ojos llenos de inocencia.

—No estés triste —le había dicho Magnus, haciéndole cosquillas en los costados. Mar se había retorcido entre ligeras risas, pero la pena provocada por la futura separación ensombreció su rostro de nuevo. Magnus la atrajo a su pecho, acuclillado frente a ella. Su capa negra se fundió en el suelo con las faldas azules celeste del vestido de Mar—. Volveré pronto y jugaremos a lo que tú quieras. ¡Seré todo tuyo durante dos días!

Mar se separó ligeramente para poder mirar a Magnus a los ojos pero sin romper el abrazo. Sus labios y ceño estaban fruncidos con seriedad.

—Tres días.

No había lugar a discusión. Magnus sonrió, asintió, besó su frente y la abrazó con fuerza. Mar apoyó la cabeza en su hombro y sus cortos brazos no consiguieron unirse en el centro de su espalda.

—¿Vas a rescatar a tu Alec, verdad? —susurró Mar sólo para él.

—Sí —confirmó Magnus.

—¿Entonces ya serás feliz?

Magnus torció el gesto y, sin poder evitarlo, su mirada se desvió hacia la figura en tensión de Helen. Cruzada de brazos y con la espalda recta, orgullosa, parecía una reina vengativa a punto de declarar sentencia. Helen pensaba que Magnus estaba anteponiendo a Alec a su hija. Magnus no lo veía así. Después de todo, estaba siguiendo los consejos que Mar le había dado. Si de verdad quería a Alec, debía luchar por él. Lo tenía más claro que nunca. Necesitaba encontrarlo y asegurarse de que estaba bien, de que cuando llegó a Ática no había...

Cerró los ojos con fuerza. No, no dejaría que su mente vagara por esos rincones oscuros. Había mantenido la esperanza de que Alec estuviera vivo durante los últimos cinco años. No iba a flaquear cuando el desenlace se aproximaba. Alec estaba bien. Sólo necesitaba una confirmación.

Las dudas le empezaron a asaltar mientras su hija seguía entre sus brazos. ¿Y si una vez que encontrase a Alec, él no quisiera volver a Eroda con él? Se le partiría el corazón si eso fuera así.

Ahora que estaba tan cerca de encontrarlo, temía al destino. Habían pasado cinco años. Era demasiado tiempo. ¿Qué había sido de Alec durante todo ese tiempo? ¿Había intentado volver o había seguido con su vida en Ática? ¿Habría encontrado a su familia? ¿Se habría vuelto a enamorar?

—¿Papá? —insistió Mar, preocupada.

—No lo sé —respondió Magnus con sinceridad. Se puso en pie con Mar entre sus brazos y apoyada en su cadera—. Pero tengo que intentarlo, ¿no? Tú dijiste que harías lo que fuera por estar con tu amigo Alec.

heres argenteus « malec Donde viven las historias. Descúbrelo ahora