Flores azules

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Bang Chan está en su habitación pensando la situación. Minho ha seguido "molestándolo". Pensó que al dejarlo ese día en su habitación las cosas acabarían ahí, pero se equivocó.

Al día siguiente, el bajito ya pudo ir a la escuela y siguió pidiéndole perdón. Llamó su atención, el mayor sintió algo de felicidad por eso, pero la misma siempre se veía opacada cuando notaba como el otro lo ocultaba de los demás.

Tantos pensamientos lo vuelven loco, no puede conciliar el sueño por el debate interno que se disputa entre perdonarlo, o no.

No puede entender cómo es que alguien se niegue a sí mismo, si no es capaz de arriesgarse por él... tal vez no vale la pena.


Ya en la mañana siguiente, Chan está en el autobús. De nueva cuenta Minho no está ahí y, aunque le preocupa, sabe que en el estado que se encuentra pudo haber tenido cita con el doctor o se volvió a sentir débil. Esta vez peleará contra las ganas de ir a verlo. Si de verdad quiere olvidar a ese chico, empezará ahora.

Las clases fueron normales para él. No entabló conversaciones con nadie, entregó sus flores como todos los días, y los murmullos detrás no pararon.

Eso no le importa porque hoy es un día que le gusta, no solo porque al ser fin de semana descansaría de las clases, sino porque hoy ayudaría en la florería.

Además, que visitaría a alguien muy especial.

Terminaron las clases y después del viaje en el autobús y de un gran esfuerzo de su parte por resistir la tentación de avanzar hasta la casa de Minho, llegó al fin a su hogar.

Dejó sus cosas en su habitación y fue a lavarse para comer, pero se dio cuenta de algo que había pasado por alto antes.

Este día no le sobraba ninguna flor. Ya no tomó la flor de Minho.

Era buena señal, su mente poco a poco se iba liberando de la costumbre y con un poco de suerte, también la haría su corazón.



Mientras tanto, el bajito fue enviado al supermercado a comprar algunas cosas que eran necesarias.

Bueno, en realidad él había insistido en ir. Estar en su casa lo hacía sentir más enfermo.

Es verdad que se ha estado sintiendo débil, pero no era para tanto según él. Sus papás querían cuidarlo. De verdad tenían miedo, no querían perder a su hijo.

No después de casi hacerlo una vez.

Ya en la fila para pagar con un par de latas solamente, vio un rostro frente a él qué le pareció familiar, era una mujer que estaba algo avergonzada.

– Lo siento mucho, señorita, ¿podría quitar las sopas? No hice bien mis cuentas – pidió la mujer que logró reconocer, es la tía de Chan.

– Yo lo pago – interrumpió el menor – Hola, señora.

–¡Minho! Qué sorpresa, ya no te he visto en la casa – saludó dulcemente – Gracias por el gesto, pero no es necesario.

– Por favor, yo insisto – dijo el chico sonriendo para tranquilizar a la mujer – No es nada.

La tía del mayor asintió sonriendo. Pasaron los productos y Minho pagó todo al final después de muchas insistencias.

– De verdad te agradezco mucho, Chan tiene suerte de tener a un amigo como tú – halaga la mujer sosteniendo un par de bolsas siendo seguida por Minho, que también la ayuda a cargar.

El raro de las flores - Minchan. ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora