Prólogo

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Las historias de Wattpad nos atraen, nos hacen desear ser la protagonista de una de ellas, aquella joven que se enamora de un chico reservado que encuentra interesante, de esos que merece la pena llegar a conocer a fondo.

Pero no todo es de color de rosa, a veces es mejor no conocer a las personas, admirarlas desde lejos antes de que te puedan destruir desde cerca.
Si algo nos han enseñado todas esas historias es que el destino a veces sí existe, pero...
¿Qué ocurre si este no es bonito y agradable? ¿Qué pasa si este nace para arruinarte la vida y atemorizarte con una sola mirada?

La mirada de él, para ser exactos. Aedan, un demonio, increíblemente cruel y mezquino, y la representación de la oscuridad más pura y malvada que existe.

***

La noche era muy fría, el viento desde aquella altura era fuerte y afilado, incluso sus numerosas ráfagas parecían arremeter toda su fuerza contra tu rostro. La noche se había cernido sobre el cielo, la oscuridad sobre nosotros era visible y el momento parecía prometer a ser uno hermoso e inolvidable, y en eso último acerté demasiado bien.
Porque jamás sería capaz de olvidar lo que ocurrió aquel día.

Aedan no era de hablar hasta quedarse sin aliento, era mucho más callado y silencioso. Sus ojos eran indescifrables, cuando los mirabas no sabías que querían transmitir (si es que en realidad transmitían algo), era imposible saber lo su corazón sentía en cualquier momento del día.
Sobre la desolada azotea a la que él mismo me había invitado, nuestros hombros se rozaban.
Sentía mil mariposas revoloteando dentro de mí estómago, ansiosas de sobrevolar sobre nosotros, tan inocentes e ilusas como yo.

Una semana. Nos conocíamos de tan solo una semana, bueno, "conocernos".
Nosotros no hablábamos, nos manteníamos en silencio, compartiendo lo que yo creía que eran bonitos y especiales momentos.
Mientras tanto, yo lo miraba a él, pero Aedan..me miraba y a la vez parecía hacer otra cosa, era como si me estuviera observando. Analizando.
Sin embargo, mi inocencia y mi sed de vivir una verdadera historia de amor minimizaron aquellos detalles, aquellas pruebas que prometían que más tarde se mascaría la tragedia.

Quería conocerlo, realmente. Creí que Aedan sería el típico chico que tenía mucho que contarme. Esperaba hallarme a una persona dulce, sensible y con mucho que decir, lo último, al menos, lo acerté plenamente.

***

- Aún hay mucho que no sabes sobre mí- me susurró con dureza en un tono casi estremecedor.

A penas despegaba los labios cuando hablaba y, si su sequedad y frialdad de por sí fueran poco, no se dignaba a mirarte al hablar, como si tu presencia a su lado le dieran totalmente igual.

Me había perdido completamente en su intrigante perfil cuando al fin repasé sus palabras en mi cabeza. En eso tenía razón también, aún había mucho que no sabía sobre él.

Agarré una profunda y fuerte bocanada de aire y me armé de valor para pronunciar mi respuesta, tratando de evitar sonar como la joven tonta e inocente que era entonces.

- Quiero saberlo todo.

De su comisura se escapó una amarga risa, también sin despegar los labios. Lo vi negar con la cabeza lentamente, no lo hacía con burla ni con nada del estilo, lo hacía con diversión.
Como si estuviera disfrutando por completo del momento.

- ¿Estás segura de querer conocerme del todo?- inquirió con una voz ronca y pesada.

Ante mi silencio, se revolcó sobre su sitio y se giró para clavar sus ojos sobre los míos. Aedan, su personalidad e incluso su mirada intimidaban, incluso me pareció observar que disfrutaba haciéndolo.
Como si intimidar al resto alimentase algo en su interior.

Yo me limité a asentir mientras apretaba los labios, esperando el típico momento romántico de los libros; cuando el chico frío de pocas palabras por fin se abre y se muestra como una persona con un interior bellísimo que solo yo podría conocer jamás.

Interior bellísimo. Qué irónico.
Creo que el destino y el propio universo, de tener oídos y poder escuchar mis pensamientos, se habrían reído cruelmente de mí. Porque de bello no tenía nada, y a partir de aquella noche sería algo que tendría demasiado claro.

Tras unos segundos más en silencio, con nuestros ojos conectados entre sí, volví a asentir, esta vez, mucho más convencida y decidida.
Pero, entonces, él sujetó y clavó sus uñas en mis muñecas, apretándolas con tanta fuerza que su agarre me dolía y escocía de forma increíblemente insoportable. Solté numerosos gritos ahogados y quejidos de dolor, pero él ni siquiera se inmutó, al contrario, lo vi complacido, aunque no lo suficiente.
El terror se apoderó tanto de mi cuerpo como de mi corazón. Me revolvía sobre mi sitio, tratando de deshacerme de su agarre, pero era incapaz.

- Mírame- me ordenó con firmeza.

Quise negarme, pero no podía hacer nada más. A si que alcé la vista, presa del peor terror de todos, y entonces se me cayó encima el mundo. Mi boca se secó, mis latidos se volvieron muchísimo más bruscos y rápidos, y mi piel se erizó de inmediato con un solo escalofrío.
Un escalofrío que logró helar incluso mi sangre.

Sus ojos, su mirada, eran la clara y más escalofriante representación de la oscuridad. Los que hasta ahora habían sido unos grandes y atractivos ojos grisáceos se volcaron negros, unos de un tono abismal. Mi respiración agitada, mis alarmantes latidos y el terror que me estaba golpeando con fuerza el pecho, hicieron que pasara por alto el río de sangre que se abría paso desde mis muñecas.

Él, sin embargo, mostraba una torcida sonrisa deslumbrante, ensanchada cada vez más por mis quejidos de dolor.

Su sonrisa deslumbraba incluso de forma literal; esta destilaba un brillo terrorífico, como una resplandeciente luz oscura y malvada.

- ¿Alice, aún quieres conocerme más?- preguntó, en un tono que me hizo darme cuenta que para él aquello tan solo era un juego.

Mi sufrimiento era parte de este, de hecho, aquel era el objetivo tras él que Aedan andaba.
Nunca antes había experimentado un terror como aquel, sin embargo, Aedan se encargó de que lo viviese.
Incluso este sirvió para alimentar su alma deteriorada y cruel.

Había aceptado querer conocerlo y por la forma en la que me miraba y me sonreía, tenía que claro que ya no había vuelta atrás.
Aún si me negaba a conocerlo, sabía que no podría evitarlo.
Aedan me obligaría a saber todo de él, pues acababa de aceptar su propuesta de sumergirme del todo en su oscuridad.

AedanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora