Prólogo 1: Enfermedad

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Tocaba las campanas de la iglesia, los aldeanos ya habían empezado a hacer sus labores diarias, varias personas ya habían preparado sus paradas a la plaza para el mercado semanal, seda, medicinas, hierbas, carne y pescado... Todo producto era comprado por ellos mismos, herboristas, pescadores, médicos y cazadores. Diomedes, un joven y hábil cazador de la aldea, preparaba su arma en el portal de su casa, limpiando su fusil con aceite esperando a que la carreta lo llevase al bosque junto a otros cazadores. Una vez la carreta llegó, Diomedes se subió con sus demás compañeros para adentrarse en los bosques del alrededor, estuvieron hablando sobre las ultimas cacerías, muchos han visto manadas de animales infectados por una especie de rabia, habían atacado muchos rebaños de animales y incluso personas que habían desaparecido de las granjas de las afueras, el alcalde de la aldea, también cazador, estaba preocupado por si esos animales llegaban a la aldea, para evitar la provocación del caos, ordenó a los cazadores que investigaran los alrededores.

Una vez llegado al bosque, los cazadores se separaron en grupos, Diomedes y sus dos amigos de la infancia, se adentraron al bosque. Estuvieron andando durante horas, con solo dos liebres que encontraron por el camino, con el sol sobre ellos, decidieron parar a comer. Diomedes fue a buscar madera para preparar una hoguera mientras los otros dos despellejaban las liebres, en la búsqueda vio algo extraño detrás de los arbustos que tenia delante, con un silencio aterrador en el bosque, Diomedes se acercaba sigilosamente hacia allí, cada paso que daba le venia una olor putrefacta, sin pensárselo dos veces, avanzó rápidamente hacia el arbusto, empuñando el fusil y preparado para disparar, vio la cabeza de un sabueso de la aldea, toda mordida y destrozada, Diomedes gritó a sus compañeros para que fueran en su dirección. Los tres cazadores evaluaron la cabeza, llevaba muerto unos dos días, estaba lleno de gusanos, tenia golpes y magulladuras por todo, varias mordeduras de otros perros, pero lo que mas les sorprendió, fue que el sabueso en la parte derecha de la cabeza, tenia un mordisco humano, no sacaban ninguna conclusión sobre dicha evaluación. Uno de los otros dos, vio un rastro de sangre que se dirigía hacia la aldea, rápidamente, los tres cazadores cogieron sus fusiles y siguieron el rastro de sangre. 

Mientras se dirigían a la aldea, el rastro tenia varia información de los acontecimientos, veían pequeñas porciones de carne y cantidades de sangre por el suelo, varios zarpazos en los arboles ya eran provocados por los animales que por ese humano, de repente escucharon unos gritos que venían de cerca, los cazadores corrieron hacia ese lugar. Una vez llegaron, acabaron en un descampado, donde habían tres de los cazadores muertos, rodeados de unos cinco perros, perros que estaban casi descompuestos, tenían los dientes sarnosos  y llenos de sangre, estos al ver los jóvenes cazadores, se abalanzaron sobre ellos, los tres dispararon a un perro cada uno, los otros dos agarraron a uno de los cazadores, recibiendo varios mordiscos por todo el cuerpo, Diomedes saltó por encima de los perros, agarró uno de los perros por el cuello y le clavó el cuchillo en la cabeza, el otro de los perros se lo quedó mirando, con la mirada perdida, atacó a Diomedes, pero antes de atacarle, el cazador que estaba herido, desenfundó una pistola de repetición disparando a quemarropa desde la barbilla del sabueso. Terminada la batalla, Diomedes acudió a su compañero, había perdido demasiada sangre, tenia mordiscos al cuello, Diomedes y el otro cazador intentaron taparle las heridas, pero no pudieron hacer nada por el, los mordiscos y zarpazos se llenaron de infección rápidamente, provocando podredumbre en la carne del cazador, algo demasiado extraño. Los dos cazadores se quedaron sentados, sin palabras por todo lo sucedido, pero el silencio dejó de estar presente, escucharon gritos desde una cueva, unos gritos demasiados turbios y aterradores para ser de otro cazador, Diomedes le dijo a su compañero que se dirigiese hacia la aldea, en busca de una carreta para transportar los cuerpos, el dijo que se quedaría a inspeccionar el lugar para ver que encontraba, cogió la pistola de repetición de su compañero, en la otra mano empuñaba su cuchillo y se dirigieron en lados opuestos.

Una vez llegado a la cueva, Diomedes encontró un rastro, unas pisadas manchadas de sangre, conforme las iba siguiendo encontraba restos de carne mordisqueada por el camino, ropa manchada de sangre y extremidades arrancadas, estaba demasiado nervioso y tenso para seguir, nunca había vivido una situación tan macabra como esta, pero el sabia que debía seguir, dependía de el ahora mismo la seguridad de la aldea. Llevando un momento andando, Diomedes llegó al final de la cueva, no escucho nada, no veía nada, solo el olor de putrefacción que hacían las mismas bestias que mató en el bosque, se quedó un rato allí hasta que se decidió en volver. Al darse la vuelta vio como un humano venia corriendo hacia el, pensaba que su compañero había traído mas hombres, pero no fue así, al acercarse cada vez mas a el, se podía ver que el movimiento que hacia cuando corría no era normal, al estar a su altura, el hombre se abalanzó encima de Diomedes, cayendo los dos al suelo, el hombre empezó a darle golpes con los puños, intentando también cogerlo para que no huyera, Diomedes de un codazo, tumbó al hombre y salió corriendo la cueva. Al llegar fuera vio que el hombre le había mordido en el trapecio, le empezaba a arder, haciéndole ver imágenes de un laboratorio, lleno de tubos de vidrio y con un contenido rojo dentro de ellos, cuando empezó a parpadear, volvió en si, la primera cosa que vio es ese humano fuera de la cueva sin apartarle la mirada, al estar a plena luz del sol se dio cuenta que no era un humano normal, sus ojos estaban inyectados en sangre, con una mirada casi ciega, dientes roídos y podridos, lleno de golpes y trozos de carne que ya no estaban en su cuerpo, Diomedes al ver todo lo que vio ese día, supo enseguida que el hombre también estuvo infectado de la misma manera que los perros que mataron en el bosque. Sin tiempo de pensar, Diomedes desenfundó la pistola de su amigo caído y le disparó entre ceja y ceja, vio como el humano cayó, pero no murió, ya sin nada que tener como arma, cogió su linterna de aceite y la encendió, cuando le golpeo con la linterna al hombre, vio que surgió efecto, el hombre cayó al suelo quemado, muerto. Al acabar con el hombre, escuchó como los cazadores restantes fueron hacia el, los ojos se le cerraban por el dolor de la mordedura, cayendo inconsciente antes de la llegada de los otros cazadores, viendo como estaba tirado y herido, los cazadores se llevaron a Diomedes, el medico de la aldea, que estaba con ellos, les dijo que cogieran el otro cuerpo, con solo ver lo que había, quería hacer una inspección al cuerpo.

Llegando casi al ocaso, Diomedes despertó del catre del hospital, con todo el cuello vendado y lleno de plantas medicinales, se sentía muy cansado, dolorido y enfermo, cuando fue a levantarse, el medico vino con una mascara de pico, le dijo que descansara, pero quería explicaciones, pero el medico dijo que aun no tenia claro que era todo esto, dijo que mañana tendría algún resultado sobre todo esto. El joven cazador, se quedó sentado en una silla, sin saber que ocurría, cogió sus cosas y se fue a su casa, dando tumbos por las calles sin saber que le ocurría.




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