Prólogo 2: Sanación

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A la llegada del alba, Diomedes acostado en su cama, notaba que el dolor cada vez le causaba mas molestia, tenia mucha fiebre, empezó a vomitar sangre, sus piernas y brazos casi no respondían, se dirigió a su cuarto de baño, se miro al espejo, se veía pálido, sus ojos estaban igual que el hombre al que asesinó en el bosque, no quería pensar en lo que le sucedía y ya tenia una idea sobre ello, saliendo de dudas, el cazador se quitó el camisón que llevaba puesto, se destapó la venda que le cubría la herida, al destaparla del todo, se dio cuenta nada mas verlo, la herida palpitaba con fuerza, la negror de la podredumbre se extendía hacia su pecho y cuello, asustado, cogió su ropa y se fue a ver al medico, puede que obtuviera las respuestas.

Iba andando por la calle, cuando la gente le apartaba la mirada, muchos de los amigos y negociantes con los que solía hablar, de un día para otro dejaron de hablarle, en ese momento no importaba nada, necesitaba respuestas. Una vez llegada a la consulta del médico, este le dijo que aquí ya no estaba a salvo, decía que se tenia que largar cuanto antes, Diomedes, cada vez mas impaciente, empezó a golpear el portón del médico, gritándole y ordenándole que abriera la puerta, estaba muy nervioso, con miedo, sin saber que le ocurría. En cuanto se sentó en las escaleras del portón, el médico le abrió la puerta, le obligó a ponerse un guardapolvo de cuero y una mascara de pico, no entendió nada, pero no tenia elección. Cuando Diomedes entró en la consulta, el médico no se ando con rodeos, le puso la mano en su hombro y le contó su situación, el mordisco humano provocó en el una enfermedad sanguínea incurable, en la que puede llegar a ser muy contagiosa. También le dijo, que el alcalde había ordenado que nadie se acercara a el, que la opción que tenían mas misericordiosa seria ser desterrado de la aldea, que no volviera jamás. Diomedes, estaba paralizado de la situación, pero de algo provenía todo eso, en su cabeza estaba pendiente el asunto del que el médico estuvo investigando sobre el cadaver humano, le preguntó si podía lo que había descubierto del cuerpo. Diomedes y el médico, entraron en una clase de laboratorio, lleno de órganos en pequeños potes de vidrio, otra persona se podría haber asustado con dicha monstruosidad, pero el estaba aquí por un asunto. Al llegar al fondo de una habitación, estaba frente el cadaver del hombre que lo atacó, cuando el médico le quitó la tela de encima, empezó a contarle paso a paso lo que estuvo investigando, por lo que parecía, era un hombre de una edad media, provenía de una de las granjas de las afueras de la aldea, un hombre que siempre venia con alimentos y provisiones al mercado. Cuando empezó a mirarlo, el médico le dijo que encontró tres mordiscos, dos en una pierna y en el brazo, dijo que la primera que le hicieron según los resultados, era una de la pierna, se notaba también porque la mayoría de la infección venia de allí, dijo que no llegó a morir, que lo mismo que tenia los sabuesos que lo atacaron le pusieron la infección y que después le pasó lo mismo que a ellos, entonces el médico dijo, que también necesitaba un cadaver de los perros, un grupo de cazadores que habían salido a la noche, le dieron uno de los cadáveres, investigando toda la noche, supo que esos perros venían de tierras lejanas, sus almohadillas estaban desgastadas, por el suponer que habían recorrido por parajes nevados también, entre los dos, averiguaron que venían de una tierra del noroeste, donde las montañas seguían nevadas después del invierno. Cuando terminaron de inspeccionar, el médico le preguntó a Diomedes donde pensaba ir, sin casi pensarlo, este le respondió que quería saber respuestas de estos acontecimientos, si venían de un lugar de allí, significa que la infección puede tener mas explicaciones en ese lugar, incluso algún tratamiento o cura para poderse salvar, el médico le dijo que eso seria imposible, no hay tal cura para eso, pero sabia que si solo tenia esa opción, no dudaría si fuera en su lugar. Al haber tenido una conversa Diomedes le estrechó la mano al médico, le deseó mucha suerte y le dio las gracias por todo, el médico lo miró con ojos en lágrima viva, sentía todo lo que le ocurría a Diomedes, aun mas de no poder hacer nada al respeto, este entendió la situación, le regaló el guardapolvo y le dio unos analgésicos para poder tener algo de fuerza en el camino.

Al salir de la puerta, el alcalde que pasaba por allí con dos guardias, empezó a gritar a Diomedes, insultándole y despachándolo de la ciudad, el joven lo miró con ojos desafiantes, se dio la vuelta y empezó a andar en dirección contraria de el alcalde, este, aprovechando la ventaja de ir acompañado, seguía a Diomedes, propagando la noticia de la infección a gritos por toda la aldea, todos lo miraban con cara de asco, empezaron a lanzarle piedras y a burlarse de el. Una vez llegado a su hogar, se fue hacia su habitación, preparándose suministros para el viaje, ropa, alimento, bebida, medicinas. Se escuchó un ruido raro en el salón, en lo que el cazador agarró un tronco de madera, había un hombre, con un sombrero elegante de tres picos, llevaba un chaleco elegante, con botones y cadenas de oro, una camisa blanca, hecha de seda, el hombre miró al joven sonriendo, le dijo que no se preocupara, su nombre era Gilbert, le dijo que provenía del mismo lugar de donde venían los sabuesos infestados, Diomedes dejó el tronco en el suelo, le preguntó que sabia exactamente de todo esto, Gilbert, le dijo que se sentara. 

Gilbert: Vengo de una ciudad oculta, llamada Yharnam, no soy un habitante de allí exactamente, al igual que tu, también tuve una enfermedad mortal, una cáncer de pulmón, perdiendo las esperanzas de todo, me fui de mi hogar. Estaba solo, yendo de posada en posada de todos los lugares que encontraba, siempre borracho, en peleas y delitos leves, no tenia ganas de vivir. Un día, yendo por un camino, se dirigió hacia mi un hombre con una guadaña en la espalda, me dijo que tenia una solución a mis problemas, no confiaba mucho en el, aunque en mi estado ¿Qué mas me daba?, así, que me fui con el. Tras varios días de solo andar, me llevó a través de unas montañas, un paso que nunca había visto antes, y allí estaba, justo al final del camino, una ciudad enorme llamada Yharnam. Me llevaron a una especie de laboratorio, me anestesiaron y me conectaron en la vena una clase de medicina, no una normal, era sangre. Cuando desperté, me encontraba en una plaza de la ciudad, sentado al lado de una fuente, me sentía mas fuerte, mas vivo, mi cáncer estaba curado, me sentía mucho mejor, entonces desde ese día, compré una casa en Yharnam. Al parecer estaban haciendo un experimento en el laboratorio con esos sabuesos, pero escaparon de allí, durante los días, estuvimos buscándolos por todos los lugares, sabíamos que si llegaba a algún lugar, podrían provocar una devastación increíble, siguiendo su rastro, llegue aquí, y tu, vas y te los cargas, aun así, no saliste bien parado, también estas infectado con lo mismo que tienen ellos, pero como te he dicho, todo tiene cura, así que aquí estoy, no por ti, ni por lo sabuesos, Yharnam es un lugar oculto, nadie puede saber donde está, dado que te ha ocurrido esto por nosotros, te ofrezco la recompensa de que tu, deberías venir conmigo, es el único lugar donde te pueden curar, no tengo nada mas que decirte, estaré al final de la aldea si decides venir hasta el atardecer, una vez el sol se vaya, yo también me iré.

Gilbert se levantó de la silla, y salió por la puerta, Diomedes se quedó un buen rato pensando en todo, si lo que le dijo era cierto, quien sabe lo que podía haber allí, aunque si quería sobrevivir, no tenia elección. Llevaba horas dentro de casa, escuchando los gritos de la gente, los niños lanzando piedras en su tejado, les salvó la vida y así se lo pagaron. Sin mas pensarlo cogió su equipaje, se puso el guardapolvo que le dio el médico, se tomó los analgésicos y se fue hacia la entrada, no obstante, nada mas salir, el alcalde ordenó incendiar el hogar, pese a que pudiera estar infectado todo el edificio no querían correr riesgos, el medico, que estaba a un lado de los aldeanos, le dijo que se pusiera la mascara, el mismo cogió una antorcha y incendio su propio hogar, una vez mas se dio la vuelta, dándole las gracias una vez mas al médico, dándole así unas monedas de oro que tenia en su bolsillo, se fue de cara al alcalde y también le dio la mano con mucha simpatía, este, al ser alguien que lo trató mal en las condiciones que estaba, se creyó la bondad de Diomedes, al estrecharle la mano, el joven apretó con tanta fuerza, que le fracturó los dedos al alcalde, este al estar de rodillas, Diomedes le dio un golpe en la cara, dejándolo inconsciente, seguido de un silencio atronador.

Se dirigió a la salida de la aldea, donde Gilbert aun permanecía allí, este nada mas verlo le dijo que se quitara la mascara, pues el, con la cura en su cuerpo ya no podía tener ninguna enfermedad humana o animal. Entonces aquí es donde Diomedes va en busca de la sanación, con las dudas en su mente de si hacia lo correcto, ya que, si los sabuesos venían de Yharnam, no sabia que secretos podría llegar a esconder, pero era un riesgo que tenia muy asumido.


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