Prólogo final: Yharnam

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Al caer la noche, Gilbert y Diomedes se asentaron en una casa abandonada escondida dentro del bosque, el estado de Diomedes había empeorado un poco desde la salida de la aldea, Gilbert al verlo así, sacó un pequeño frasco lleno de pastillas, le dijo a Diomedes que se tomara una de ellas, este sin confiar demasiado, le preguntó que clase de medicamento era, Gilbert le dijo que eran unos sedantes que se crearon en Yharnam, dijo que los usaban para calmar muchas de las infecciones que solían haber, no eran una cura, solo un relajante, puesto que en su estado, se tomó un sedante. Al cabo de unos minutos Diomedes estaba un poco mejor, le preguntó que como se pudo mejorar de un cáncer mortal, ya que no existía cura para ello, así que Gilbert le contestó a su pregunta.

Gilbert: Veras, cuando llegue a Yharnam, supe que no era muy bienvenido al lugar, los lugareños me miraban raro, decían que la mayoría de los problemas de Yharnam eran los extranjeros que buscaban la cura a todos sus problemas, es cierto que muchos lugareños también se infectaron por culpa nuestra, pero, al fin y al cabo, cada uno de mirar por su cuenta, yo solo quería sanar. Una vez llegado al laboratorio, se acercó a mi un hombre mayor en silla de ruedas, me dijo que con un poco de sangre  de Yharnam propia podría ver el resultado que daría ello, cuando desperté en la fuente, vi que mi cuerpo estaba mejor, mi cara pálida volvía a coger color, entonces decidí comprar una de las casas que habían, el lugareño que me la vendió me dijo que por las noches, cerrara todo lo que pudiera ser accesible en la casa, ya que por la noche Yharnam tiene un pequeño secreto, no te puedo decir cual es, es algo que debes ver tu mismo, pero créeme, la cura existe, no quiero que te eches atrás, de echo, yo solo estoy para ayudar a gente como tu. Será mejor que apaguemos todo, mañana nos queda un largo viaje y deberías descansar, llegaremos a Yharnam durante el mediodía.

Así pues, los dos viajeros descansaron durante la noche. Diomedes, empezó a tener pesadillas, se encontraba en un lugar desolado, con una bestia, parecía una clase de lobo, mas que eso una especie de licántropo. No podía hacer nada en el sueño, solo podía ver, como esa bestia se acercaba a el poco a poco. A las pocas horas, Gilbert despertó a Diomedes, era temprano, casi era la salida del sol, Gilbert había preparado un poco de café y algo de cecina, este vio que Diomedes no había pasado buena noche, aunque no le quiso preguntar nada. Después del desayuno, Gilbert sacó una pipa de su bolsillo, llenándola de tabaco, le preguntó a Diomedes si quería fumar un poco, en lo cual este se negó agradeciéndole el detalle, Gilbert mirándolo le preguntó que cual era su historia, este, dejándolo la taza de café le contestó.

Diomedes: Esta bien, tienes derecho a saber quien soy, la sabes como me llamo, desde mi niñez siempre me he criado solo, mis padres murieron cuando yo era un crio, con la ayuda de algunos ciudadanos empecé a aprender un poco lo que era sobrevivir, buscar comida, ganar algo de dinero, así fui sobreviviendo hasta mi mayoría de edad. Una vez siendo adulto, me alisté en el ejercito militar, había una guerra con los hombres de la tierra del sur, así que muchos de nosotros fuimos a la batalla. Estuvimos en combate durante semanas, muchas de las aldeas fueron arrasadas y quemadas, la nuestra fue una de las pocas que aguantó, no éramos muchos, pero éramos buenos, sabíamos mucho de tácticas de combate, llenábamos los bosques de trampas, muchos caían en ellas, cuando las legiones llegaban a la aldea, resultaba que se reducían en numero lo suficiente como para no poderse enfrentarse a nosotros. Los días iban pasando, pero para nuestra fortuna, la guerra acabó, habíamos resistido el ataque, gracias a ello pude ganar el suficiente dinero para poder ser habitante de la aldea, estaba satisfecho de mis logros. Al cabo de un mes y medio después de todo esto, me muerde un miserable humano infectado, así que aquí estoy, medio muerto, intentando buscar una solución para poder volver a tener lo que se me hizo efímero, algo de paz. 

Así pues, los dos abandonaron la casa y siguieron rumbo hacia la ciudad, estaban cerca del paso a la montaña, solo les quedaba un poco mas. Diomedes cada vez estaba peor, su fiebre iba subiendo, su ritmo cardiaco aumento de una manera increíble, como si tuviera adrenalina dentro de si. Gilbert al verlo en el estado que se encontraba, lo dejó escondido detrás de unas rocas y se fue hacia la ciudad en busca de ayuda. Allí, solo y mal parado, seguía teniendo imágenes terroríficas, la misma bestia cada vez mas cerca de el, también le venían imágenes de frascos de sangre, sombras grandes y monstruosas, su cabeza le obligaba a cambiar de lugares lúgubres, mazmorras antiguas y una iglesia, rodeada de lápidas derrumbadas, asustado y enfermo, cogió los sedantes que le había dado Gilbert y se tomó otra de las pastillas. Al cabo de unos minutos volviendo en sí, vio que Gilbert se acercaba a el con dos caballos, le ayudó a subir a lomos de uno mientras el luego subió en el otro. 

Ya era casi mediodía, llegaron a los portones de la ciudad, cuando esta fue abierta, Diomedes quedó sorprendido, nunca había visto una ciudad igual a esta, los edificios eran gigantescos, hecha de cemento y ladrillos, acostumbrado a vivir en la aldea con todas las casas de madera, normalmente pudo llegar a ver alguna iglesia o monasterios que habían en las montañas. Al llegar a una de las plazas de la ciudad, Gilbert le dijo a Diomedes que debía irse, no se encontraba muy bien, además de estar agotado por el camino y todo lo que hizo, le dio una advertencia, al caer la noche seria mejor que no se moviera de donde estaba, si se encontraba en la calle debía buscar un refugio seguro. Sin darle ninguna explicación mas y antes de que le preguntara algo, Gilbert salió corriendo. Diomedes se quedó mirando la gran ciudad desde el mirador de donde llegaron, una ciudad inmensa y con grandeza, lo que mas le impresionó, fue que en medio de la ciudad, había una torre inmensa con un reloj, bajo de ella se veía una catedral. Diomedes fue interrumpido por el médico, le dijo que lo siguiera hacia el laboratorio.

Pasando por un portón de rejas, se encontraban en un lugar llamado la clínica de Iosefka, el médico le dijo que era el lugar de curaciones y medicamentos mas conocido de la ciudad, no usaban nada relacionado con la botánica, era todo mas de producto químico. Al llegar a la primera planta, el médico le dijo a Diomedes que se acostara en una camilla que había en el centro de la sala. Le dijo que se quitara el vendaje y la ropa, también, le inyectó la anestesia y lo conecto a varios tubos donde había un fluido de un color amarillento. Se puso a curarle la herida, cogió una aguja y le cosió la herida. Después de una hora, el médico puso dentro del liquido un frasco de sangre, después de eso se quedó mirando al joven y le sonrió diciéndole unas palabras.

Médico: Oh si...Sangre pálida, enhorabuena, has venido al lugar apropiado. Yharnam es el hogar del trasvase de sangre, solo deberás desentrañar su misterio, así que...¿Cómo debe empezar un extranjero como tu? Muy fácil, con un poco de sangre de Yharnam propia, pero antes, necesitaras un contrato...Veamos...

Nombre: Diomedes

Edad: 29 años

Demuestra una constitución fuerte y dura, un cuerpo tosco y firme, con varias cicatrices en el cuerpo, diría que se ha dedicado toda su vida a la experiencia militar. Ojos verdes con manchas de grisáceo, pelo castaño, posee un tatuaje en la espalda, una especie de ave.

Mmm bien, creo que esto será suficiente, todo sellado y firmado, ahora empezaremos con la transfusión, no te preocupes, pase lo que pase...veras que todo habrá sido un mal sueño.


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⏰ Última actualización: Sep 23, 2021 ⏰

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