❦Rutina de ejercicio❦

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Un mes.

Norman tenía un mes, un mes el cual había pasado tan rápido como la brisa fresca de otoño, llevándose las hojas secas y cálidas. Un mes y se reencontraría al fin con su bonita pelirroja de ojos dulzones y labios carmín.

El de hebras platinadas debía admitirlo, estaba feliz. Y aunque él de verdad quería que su novia estuviera a su lado ya mismo, debía calmarse, ella ya le había comentado en su última videollamada que en unos días acababa todo, y que ni bien eso pasara, iría tan rápido como palpita un corazón hacia la bonita casa en la que ambos vivían.

Norman suspira entonces, encantado pero a la vez cansado, dejando la pesa de unos cuantos kilos en el piso para tomar una toalla y secarse el sudor que perlaba su piel blanca. La rutina de ejercicio que había comenzado hace unas semanas era agotadora, pero valía la pena y ya se había adaptado a esta, además, con ayuda (que aún no se la cree) de Yūgo, junto con el apoyo de Ray, pudo seguir y no rendirse, además de la alimentación bien vigilada de Anna, quien no quería que su hermano enfermase.

Ahora, dando unos pasos y retirándose los mechones que caían húmedos en su frente, Norman decide mirarse al gran espejo de su habitación, orgulloso de su abdomen desnudo, además de sus piernas fuertes, y ni hablar de cómo últimamente ha andado presumiendo sus brazos.

—Yeap, toda una lindura... Lindura con músculos.— pronuncia feliz, dando poses y poses frente al cristal para marcar mejor los resultados de hacer muchas sentadillas, abdominales y horas en las máquinas del gimnasio. Tan absorto estaba en sus pensamientos (y cuerpito sexy), que no se dio cuenta cuando Ray entró a su habitación, y cuando lo vio hacer aquello, tan solo empezó a reír.

—Caray, me imagino cómo te debes sentir.— habló el azabache, haciendo que el chico de ojitos azules respingue y abra su boquita cereza, cubriendo rápidamente su piel desnuda.

—¡Ray, no entres tan de repente!— exclama avergonzado y con su carita teñida en un fuerte carmesí, la confianza se le había escapado tan rápido.

—Tranquilo, te ves bien Norman.

—¡Tápate los ojos, que Emma debe ser la primera en ver mi cuerpo!

—Ni que estuvieras desnudo.

—¡Igual!

—¡Pero si tú eres el que presume tus brazos a cada rato!

—¡Pero son brazos!

—Ah, como sea... ¿Ya has visto lo último?— pregunta hastiado Ray, sacudiendo suavemente su celular y llamando la atención del castaño, quien rápido se coloca una polera blanca y ancha.

—¿Qué cosa?

—La noticia de tu competencia.

—¿Eh?— murmuró Norman, abriendo en grande sus orbes cielo para acercarse a su mejor amigo, quien le muestra la pantalla de su celular.

El de hebras pálidas frunce el ceño y aprieta sus puñitos, observando la entrevista del dichoso Oliver Goldy.

«Definitivamente, trabajar al lado de una actriz tan talentosa y brillante como Emma Bell fue fenomenal, además, es una mujer muy hermosa que roba corazones...»

El ojito derecho de Norman tiembla al escuchar aquello, sobre todo al ver el rostro de ese modelo de piel blanca y sonrisa... Ah, de verdad que no puede decir nada malo porque es muy bonito, ¡Pero igual!

¿Actriz talentosa y brillante? Pues claro que sí, su novia es una artista completa.

¿Mujer muy hermosa? Claro que sí, su novia también lo es, hasta deja ciego a cualquiera con su belleza.

❦Rutina de ejercicio❦NorEmma❦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora