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Ella subió a la terraza, necesitaba despejarse y pensar. Anhelaba que la lluvia le azotase en la cara, que el frio se le calara hasta dejarla sin sentir los dedos. Pero lo que mas añoraba era sentir.
Sus lagrimas se confundieron con la lluvia, su llanto se ahogó, pero ese dolor, ese maldito dolor que la asediaba seguía allí.
¿Cuándo dejaría de buscarlo por cada calle?
Tal vez cuando sea demasiado tarde... cuando la solución se halla escapado de sus manos, o cuando su vida se esfume como se esfumó la noticia del medico.
¿Cuánto quedaba?
Tic...
Tac...

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