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CAPÍTULO III: OUTRO.


Hay un plato en las manos de Changbin. Lo está secando con movimientos circulares, pasando el repasador por el borde, y de nuevo. De nuevo.

Si lo piensa, no recuerda nada más allá de ese pasillo oscuro y el golpeteo de sus pies, escapando. Ahora es de mañana. O al menos cree que lo es. Los platos son del desayuno. No se supone que tendría que estar perdiendo el tiempo así.

El telefóno de Changbin vibra desde su bolsillo pero sus manos siguen mojadas y el plato no está seco. Movimientos circulares, pasando el repasador por el borde, y de nuevo. De nuevo.

Figuras con los labios pegados, mejillas doradas.

Sus manos están pegajosas y el repasador húmedo. Quizá demasiado húmedo. No parece estar secando el plato en lo absoluto. Así que lo intenta nuevamente, pasando el repasador por el borde. Movimientos circulares. De nuevo.

Voces cautelosas. Como si fuera un depredador.

Luego de dejar el estudio, su mente se había apagado por sí sola. Como uno hace en una emergencia, bloqueando para que nada peligroso pueda alcanzarlo. Pero ¿y qué si uno es el peligro? ¿Entonces qué?

El repasador demasiado húmedo da vueltas en el borde, ahora con más cuidado. De nuevo. De nuevo.

No me toques. Miedo. Suyo y de ellos.

"He pecado", Judas le había dicho al Sumo Sacerdote. Había pecado así que quítenle la tediosa plata de sus manos. Devuélvanla. Ya no la quería más. Pero Judas había sido rechazado. Porque por supuesto que lo había sido, Changbin pensaba. "¿Y qué nos importa?" le dijeron.

Chris sobre el hombro de Jisung, mirando a Changbin como si no lo reconociera.

El plato se desliza de entre sus dedos. Escucha a alguien asustarse, al agua chapoteando en la pileta, pero no se mueve. Su teléfono suena.

—¿Bin? Ey, Changbin-ssi, ¿estás ahí?

Desvía la mirada del cielo color rojo sangre y Minho se materializa frente a él. En sus manos hay guantes de un verde opaco cubiertos de espuma, recientemente extraídos de la pileta en donde había estado lavando los platos. El plato.

Mirar hacia abajo revela fragmentos azules y blancos esparcidos por el suelo. Changbin ni siquiera recuerda su sonido haciéndose añicos.

—¿Vas a responder?

Tan pronto como Minho pregunta, el tono de llamada se detiene. Un segundo después, suena de vuelta. Changbin probablemente tendría que sentirse tonto, buscando a tientas en su bolsillo trasero su teléfono, pero está demasiado fuera de su cuerpo como para sentir algo. El nombre a través de la pantalla le envía un escalofrío por toda su columna.

—Bin-ah, ¿estás bien? —la voz de Minho es más suave de lo normal, sin ni siquiera un tinte de burla. Changbin se pregunta qué le había pasado en su rostro a la brevedad como para que Minho utilizara ese tono.

—Es mi mamá —dice Changbin en vez de responder a su pregunta.

Minho todavía lo mira, cuidadosamente. Como Chris había hecho antes de que Changbin fuera y abriera su estúpida boca. Monstruos. Esa era la palabra que había usado en su contra. Su corazón se aprieta.

—Tengo que contestar —escupe, de alguna manera. El sonido de su madre regañándolo se reproduce desde ya en su mente y no puede pensar claramente. Frente a él, aún con sus guantes verde opaco, Minho frunce los labios y asiente una vez. Mientras se agacha para inspeccionar el plato roto, Changbin finalmente responde.

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