Yoongi llega a su nueva escuela en Seúl con muchísimos miedos e incertidumbres: la vida teniendo Síndrome de Asperger en Daegu ya era difícil, pero ahora tendrá que enfrentarse ante una ciudad y un mundo completamente diferentes a lo que él ya conoc...
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En el capítulo anterior (esto suena a la rosa de Guadalupe):
¿Tendría que pasar por ello todo el tiempo, hasta que llegara noviembre? ¿Y si todo ello se repetía el año siguiente? ¿Cómo haría él para soportarlo? Sólo pudo pensar en eso por el resto del día, con la mirada clavada en la ventana, como si a través de ella pudiera ver el rostro del jardinero y la sonrisa que aquella mañana le había dedicado.
Pero en realidad no podía verlo, lo único que podía divisar era la monotonía de la calle en un día que, para él, había dejado de ser monótono. La gente hacía todo de forma casi automática, mientras él se preguntaba si sería capaz de seguir con su vida, si podría encontrar un motivo para continuar con la normalidad con la que todo el mundo vivía.
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El serio azabache recorrió con algo de molestia los pasillos por los que se entraba a los cursos de los mayores de la escuela; ese viernes, que le tocara ser de los últimos en salir por controlar que las aulas estén vacías le estaba resultando aún más tedioso de lo normal, estaba cansado y solo quería llegar a casa y no hacer nada durante el fin de semana, aunque supiera que al final las cosas no saldrían así y tendría que corregir decenas de trabajos.
—Debe ser una broma —masculló entre dientes al ver a su practicante aún en el aula, era el único allí además de él y era fácil darse cuenta por el resto de las luces apagadas —. Ey, ya es hora de irse, ¿Por qué sigues aquí? —pronunció en voz alta al entrar de golpe al salón, haciendo que el peliblanco de un respingo de sorpresa.
—¡Profesor! Casi me da un infarto —en cuanto dijo eso, se sintió libre de desplomarse en el asiento que ocupaba, fue entonces cuando Hyukjae pudo apreciar su rostro y notar que, probablemente, el muchacho estaba bastante más cansado que él —. Estoy armando las consignas de los exámenes y unos modelos para que los chicos practiquen—explicó, intercalando su mirada entre la computadora y su superior.
—Sabes que los exámenes son recién dentro de dos semanas ¿O no? Puedes hacer eso luego, no tienes que quedarte hasta tarde —dijo en su tono siempre serio, le agradaba que el muchacho se preparara tanto y pusiera todo su esmero, pero sabía que desvelarse le terminaría perjudicando a la larga.
