LA PRINCESA FRÍA

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Nada como pasar toda tu vida en un mismo lugar, poco a poco sientes la monotonía, ya sabes de esas que se abren paso lentamente, silenciosamente y cuando menos te das cuenta has perdido 17 años de tu vida, sin ver el mundo, sin conocer cosas nuevas, hasta que un día apareció ella y le dio un giro 180 grados a mi vida.

Era una mañana de enero, cuando regrese al colegio de las vacaciones correspondientes, ingrese por ese enorme portón verde musgo, el cual odiaba con toda mi alma, las personas piensan que en vez de un colegio tiene fachada de alguna correccional de menores, pero era uno de esos colegios donde el director gobernaba con tiranía.

Me llamo Emily Franco, soy una chica de estatura promedio, tono de piel trigueño, color de pelo castaño claro, una chica común si me lo preguntan, pero en mi colegio soy llamada la princesa de hielo, porque rechazo a todos lo chicos que quieren tener una relación amorosa conmigo, como les explico no voy repartiendo amor por el mundo, y tampoco no me emociona salir con nadie de aquí, la razón es que conozco a todos los chicos desde kínder 5 , aunque hayan crecido y cambiado físicamente, su mentalidad sigue siendo la misma, o en realidad creo que retrocedieron su madurez más aun.

A diferencia de la mayoría de chicos, debo admitir que me gusta uno de ellos desde 4 grado, no soy tan cercana, pero hemos tenido algunos encuentros, a veces lo observo con sus amigos a la distancia, mientras recorro el pasillo para ir a los distintos talleres, nuestras miradas se cruzan y luego veo esa sonrisa que me encanta. Su nombre es Cassiel, estatura promedio, piel morena clara, cabello castaño oscuro, ojos miel un príncipe sacado de algún ridículo cuento de hadas.

-Oye esperame!- y por el pasillo a toda velocidad a mi encuentro viene Sophia, mi mejor amiga desde kínder 5, una chica atolondrada, chiflada sin ningún indicio sobre el espacio personal, a pesar de todo, esta chica es la persona más cercana que tengo, por alguna extraña circunstancia del destino, me siento cómoda con su compañía, ella es todo lo opuesto a mí, le encanta llamar la atención, es una autentica cazadora de chicos, si ella lo quiere lo tiene, así de sencillo. Su genética le ayuda, alta, esbelta, cabello liso, tono rubio cenizo, para no extenderme imaginen a Candy, si Candy el programa de televisión, pero sin pecas, sínica con los hombres y obtendrán a Sophia.

-Emily ¿a qué no sabes quién es mi nuevo juguete? - Tenia esa mirada de satisfacción – No me digas ¿Rodrigo? - Hizo una mueca de desaprobación – Por favor cariño ese fue el de la semana pasada, ya está más que gastado- me dijo mientras se limaba las uñas de su mano derecha- ¿No crees que deberías calmarte un poco? - Te diré algo princesita solo hay una vida, y si la paso cuestionándome si es malo o bueno todo lo que haga, juro que sería como suicidarme en vida, ¿para qué contenerme? No me malentiendas, pero el sexo es genial- mientras me daba un pequeño codazo en mi costado derecho- yo solo moví la cabeza mientras me reía de sus estupideces.

Llegamos al salón y sonó el timbre, uno de los tantos que escucharía por el resto de mi último año escolar, el cual pasaría como los anteriores, algún chico se me declararía, yo lo rechazaría, y cuando por casualidad me topara con él, me diría que me odia, que me muera, o que ojala me quede soltera con gatos por el resto de mi vida o bajaría la cabeza por la vergüenza del rechazo en público y es que cuando estás en bachillerato todo el mundo es un maldito o maldita hipócrita, que en cuanto crees confiar en ellos, en un abrir y cerrar de ojos te apuñalan por la espalda, una de las razones por las cuales no dejo que se me acerquen las personas.

Mi vida transcurrió entre matemáticas, química e historia mis pensamientos vagaban por el cielo que se veía desde la ventana del salón, y así pasaron 3 horas de mi vida, en el receso la excéntrica de mi mejor amiga, me acompaño en mi batalla por comprar comida del cafetín, era un cafetín para más de 300 alumnos, no era una buena idea. – Disculpa bombón, quiero 2 jugos de naranja y dos emparedados de pollo con pan integral por favor- Y en un abrir y cerrar de ojos, el pobre despachador del cafetín había sucumbido ante Sophia. - Vez querida es tan fácil como ellos caen- me dijo mientras me daba mi jugo de naranja – Eres una perra- le dije con una sonrisa – Pero soy tu perra lindura- reímos las dos, fuimos a sentarnos a nuestra mesa de siempre bajo el almendro, nos gustaba por que podía verse todo el colegio desde allí, riéndonos del ir y venir de todos, en el caso de Sophia calificando a los chicos, yo por mi parte observando a Cassiel jugar basquetbol, talvez no debí concentrarme tanto.

Memorias de una FrancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora