Nos conocimos hace cosa de tres años y nos caímos bien en seguida. No es que tuviéramos tampoco muchas aficiones en común, pero teníamos un humor parecido y nos gustaba hablar de las mismas cosas.
Laura era una chica normalita, un poco baja, con una cara agradable, el pelo corto, gafas. No tenía un físico que llamara especialmente la atención. No me sentía nada atraído por ella desde un punto de vista sexual, ni seguramente ella se sintiera atraída así por mí, pero como amigos teníamos mucho potencial, como ha venido a demostrar el tiempo.
Desde el primer día, nuestras conversaciones se hacían eternas y versaban sobre multitud de temas. Ya fuera en persona, por chat o por Whatsapp, podíamos pasarnos horas debatiendo sobre la cosa más estúpida y riéndonos de bromas que el resto de la gente no hubiera entendido.
Además de este tipo de conversaciones insustanciales, también nos contábamos las cosas que nos preocupaban, los desengaños amorosos, los problemas con los estudios o el trabajo, los malos rollos con algún familiar y amigo, lo normal entre amigos íntimos. Esto nos llevó a hablar de sexo en varias ocasiones, y en una de ellas, Laura me hizo una revelación. Me contó que a ella le gustaba el sexo, como a todo el mundo, pero que el coito no le producía nada. Que le gustaba porque era agradable, pero se acababa aburriendo y que nunca había llegado a un orgasmo así. Había probado con varios chicos, de varias maneras, y todo lo que era sexo vaginal no lograba satisfacerla. Cuando el chico se esmeraba con su clítoris usando dedos, lengua o lo que tuviera a mano, lo disfrutaba más y a menudo llegaba al orgasmo, pero le costaba mucho. Sin embargo, había descubierto algo que la volvía loca y que le hacía disfrutar de verdad: comer rabo.
Tener una polla en la boca y saborearla, lamerla, chuparla, sorberla, jugar con ella hasta hacerla culminar y notar el semen caliente llenándole la cavidad bucal y luego notar como bajaba garganta abajo, eso sí que la hacía estremecer de gusto. Por eso, cuando estaba con un chico, le dejaba follar primero y cuando notaba que faltaba poco, se desenganchaba y hacía que se corriera en su boca. Tras esa confesión, empecé a tener fantasías con mi gran amiga y sus artes amatorias. Después de todo, que me la coman siempre ha sido una de las cosas que más he disfrutado en la vida.
Poco después de esa conversación, que por cierto, habíamos tenido por chat, quedamos para hacer un café y contarnos la vida, como solíamos hacer a menudo. Hablamos de muchas cosas, pero no dejaba de venirme a la mente la idea de Laura comiéndome la polla. A veces perdía por completo el hilo de la conversación, hasta que Laura se mosqueó, me dijo que no le hacía ni caso y que estaba empanado.
Yo - Perdona, Laura, tienes razón, me he empanado.
Laura - Pero ¿qué te pasa? ¿tienes algún probla?
Yo - No, no, que va, que voy despistado.
Laura - Como siempre, eso no es nuevo. Solo que hoy ni me escuchas cuando te hablo.
Yo - Sí que te escucho, mujer.
Laura - A ti te pasa algo. Si no me lo quieres contar, no me lo cuentes, pero te pasa algo.
Yo - No es eso, no me pasa nada, es que me ronda una idea por la cabeza.
Laura - ¿Una idea? Miedo me das...
Yo - Qué idiota eres, que no es nada.
Laura - Bueno, pues ahora me lo cuentas.
Yo - No, que me da vergüenza.
Laura - Joder, si nos hemos contado ya de todo, cómo te va a dar vergüenza. Como no sea que te has enamorado de mí.
Yo - Jajaja, más quisieras. No es eso no, pero sí tiene que ver contigo.
ESTÁS LEYENDO
Relatos Sexuales / Sex Free2
FantasyEl empezó a gemir y a moverse más rápido, mientras me decía que la mamaba muy rico, que era de las mejores mamadas que le habían dado; al oír eso yo me sentía feliz, y aunque realmente era él quien estaba usando mi boca, y no yo quien le daba sexo o...