Capítulo III

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No pasó mucho tiempo, para que la muerte del rey Eduardo, sea confirmada. Decían que era enfermizo; a pesar de sus cuidados; débil; a pesar de que se alimentaba mejor que muchos. Debió  haber sido fuerte, sí, y vivir por muchos años. Pero él no era Eduardo, había crecido con poco, y sufrido mucho.

"Que descanse en paz"

Yo, ya no tenía derecho a reclamar el trono, y tampoco iba a hacerlo; tenía otras cosas en qué pensar.

Mi amigo, se había ido; la muerte vino por él, yo fui incapaz de ayudarlo. Sus heridas eran profundas, y la ayuda, tardó en ser hallada.

Mis sollozos no sirvieron de nada, y a mis gemidos, se los llevó el viento. Las suplicas constantes y mis ruegos se perdieron en el tiempo.

-No llores, hijo... No te librarás tan fácil de mí.

-Eso espero -tomando su helada mano; la pegué a mi faz. Una caricia secó mis lágrimas, y una sonrisa debilitada intentó consolarme. Lo hizo por un instante, pero mi corazón, se hundió en un profundo lamento cuando sus ojos se cerraron, y su respiración cesó para siempre.

El reino estaba de luto, todos sufrían por el joven rey. Se lamentaban, lloraban, y,  esperaban, que su próximo monarca fuera tan bueno como él.

Le sucedió Jane Grey, "La reina de los nueve días" , luego, Maria; le decían: "La sangrienta". Sin embargo, como su antecesora, no duró demasiado; aunque sí más que ella. El poder cayó en alguien qué, tal vez, nadie había imaginado. Isabel; mi hermana mayor, a quien mi padre no había deseado reconocer, y cuya madre había sido repudiada, y, ejecutada.

Isabel había sufrido, como Tom; ambos merecían, un final diferente.

"Espero que él, haya sido feliz en sus últimos años, espero que pueda conocer a Miles."

¿Qué habría sucedido si hubiera podido entrar a la catedral? ¿Qué habría pasado si hubiera logrado ser coronado? ¿Habría podido evitar la muerte de mi amigo?

"...Nunca lo sabré..."

Imaginarlo era una cosa, pero, vivirlo, era algo distinto. Quizá, ese era mi destino, cambiar de puesto con Tom, para que mi hermana pudiera ser reina, quizá, ella estaba destinada a serlo, y yo, a luchar por ella y por el reino.

"...Quizás..."

La sangre manchando mi uniforme, y las rodillas temblorosas; me comunicaron la llegada del final. Las espadas se oían a lo lejos, y los cuerpos inertes de mis compañeros; yacían en el suelo. El campo estaba lleno de hombres; que hasta hace un instante, gritaban en defensa de sus respectivas patrias. Valientes, ágiles, fuertes...como Miles.

-Estaré contigo pronto, mi amigo -mirando al cielo, suspiré. 

El destino que había imaginado de pequeño, era muy diferente al qué me había topado. Mi vida, era distinta, sin embargo, estaba complacido con ello. Era un soldado ahora, como lo fue mi protector, y así como él me había prometido cuidarme, yo lo hice, por mi gente.

Es cierto, no estuvo a mi lado por mucho tiempo, pero, aún así sentía que su juramento seguía vivo.

-Lo cumplirá -las nubes blanquecinas recibieron mis lágrimas de alegría. Había podido servir a mi gente, y cumplir de una manera diferente con mi destino. Las puertas de la muerte estaban abiertas.

Ahora sí, podré volver a ver a mi amigo, y sé, que está vez, me cuidará por toda la eternidad.

                             

                                            Fin

Un final diferente: El principe y el mendigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora