Prologo

1 0 0
                                    



Ella lloraba en un rincón del lugar, bebiendo el licor mas fuerte que pudo encontrar en la barra. La música estaba a todo lo que daba gracias al dj, apenas podía escuchar sus pensamientos y la gente bailaba sin detenerse, gritando y saltando a la misma vez.

Abundaban los recuerdos de los besos que se dieron en la cama, en como su mejor amiga era la banda sonora de aquella tarde de invierno, y como su futuro esposo, era quien manejaba la orquesta de gemidos.
El sudor era parte de la obra y la ropa el publico junto a las paredes, los muebles y la inminente mirada de ella al descubrir la traición.

"¿Cómo pudieron?" pensaba mientras se bebía la botella, dando grandes sorbos del licor amargo que irritaba su garganta. El despecho quebraba su dolido corazón, quien envuelto en desgracia la hacia temblar, sollozar y pensar que todo puede volverse una mierda cuando menos lo esperas.

Esa misma noche, Daniel, visita el lugar con unas amistades quienes no esperan en ir a bailar y disfrutar del ambiente, en cambio él decide ir a la barra a tomar un trago, se había decidió por un suave, no quería perder los estribos tan temprano.

—La chica del fondo esta bebiendo como si no hubiera un mañana — dijo uno de los chicos que llevaban tragos a las pocas mesas que había.
— Sí, creo que esta despechada — respondió otro entre risas
—De seguro es mal de amores

Sin querer las palabras llegaron a los oídos de Daniel, quien con la mirada comenzó a buscar a aquella mujer por las mesas cercanas, encontrando un bulto mal sentado y deprimido al fondo, casi es una esquina solitaria.
La observo, pero no le dio mayor importancia, pues una de sus amigas había venido por él para llevarlo a la pista de baile. A regañadientes fue con el trago en la mano.

Bailó por una hora sin parar; el vaso ya estaba vació y molestaba por tanto tiempo en la mano.
— Tregua ­— dijo alejándose del resto para dejarlo sobre la mesa más cercana pues las ganas de ir al baño venían justo en ese preciso momento.

Sin más caminó hasta el lugar, el pasillo después de la esquina, aquella esquina donde aún se encontraba esa mujer bebiendo ya su segunda botella a duras penas, entregando al alcohol su dolor y angustia.
Los suspiros eran parte del panorama con la vibración del celular que no paraba, llamada tras llamada.

Daniel pasa por el lado y la observa, pero se pierde en el pasillo hasta el baño. Ahí no demora pues sale en unos minutos con las manos húmedas por el agua.
Vuelve a pasar a su lado y la observa, esta vez se sorprende al ver que la chica ya comenzaba a perder fuerzas, entonces, en un grado de estupidez o consideración por el dolor ajeno se acerca y se sienta para prestar su hombro y sostenerla.
Aurora, la chica de la cara manchada por las lagrimas reposa en él por unos instantes.

—¿Quién eres? — pregunta sobre el oído derecho, mientras él gira el rostro para quedar en frente del de ella y envolverse en esa evidente belleza natural.

No responde de inmediato, pues el aroma a licor mezclado a perfume Olympéa de Paco Rabanne y labial gastado lo aturde por completo: la mujer era completamente una eminencia en un alocado lugar.

Traga saliva tres veces seguidas antes de cruzar palabra, entonces responde — Tu salvación

— ¿Salvación? — sonríe por lo curioso de su respuesta — Acaso ¿Vienes a sacarme de este infierno?

— Si así prefieres — Daniel no sabía que decía ni porque estaba a su lado, tampoco como se sentía (de cierta forma) atraído intensamente por esos hermosos ojos marrones con el rímel completamente corrido y desgastado por las lágrimas. —No creo que sea un lugar para ahogar las penas — volvió a decir mas cerca para ser escuchado.

Besando a DanielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora