Parte tres

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Harry vomita por primera vez en meses la noche en que se supone que ha quedado con Louis. Esta vez, ni siquiera puede culpar a su embarazo; simplemente es un puto manojo de nervios.

Se levanta del retrete y se ve en el espejo con la cara pálida y un traje que no le gusta especialmente, pero que no ha tenido más remedio que ponerse porque no le queda bien ninguna de sus antiguas prendas.

Han pasado dos días maravillosos desde que Louis volvió a su vida. Un nuevo mensaje de él es lo primero que Harry ve cuando se despierta por la mañana y lo último que ve antes de caer rendido con el teléfono apretado en la mano cada noche. Los mensajes son relativamente sencillos, como buenos días o buenas noches, pero es muy agradable saber que Louis piensa en él. Todavía no puede creer que Louis lo haya localizado después de todo este tiempo. Sólo ese conocimiento le hace sentir que tiene la cabeza en las nubes.

Harry no tiene ninguna duda de que, en circunstancias normales, los dos podrían tomar este nuevo comienzo y convertirlo realmente en algo grande. Sí, Harry trabaja todo el tiempo, y seguro que el divorcio es una palabra tan común como la medicina en su profesión, pero su cerebro sigue entreteniendo la fantasía de cómo podría ser la vida si las cosas no estuvieran tan revueltas.

Louis no tiene ni idea de que está embarazada cuando le envía a Harry todas las cosas aleatorias y divertidas que piensa a lo largo del día. No tiene ni idea de que tiene un hijo en camino que prácticamente da volteretas en el estómago de Harry cada vez que Louis admitió haber estado contado las horas para su cita desde el momento en que Harry dijo que sí. La verdad es que ni Harry ni el bebé han descansado bien las dos últimas noches y la culpa la tienen la adrenalina y el pulso acelerado de Harry.

Vuelve a asearse una vez que su estómago deja de revolverse y se cambia la camisa por una negra de botones florales porque la blanca que llevaba le hacía sentirse enorme. Sigue tan embarazado como antes, pero el cambio le hace sentirse mejor de todos modos mientras coge las llaves de camino a la puerta con diez minutos de antelación para asegurarse de no llegar tarde.

Hace falta una llamada agotada a su madre y otra a Gemma y Niall de camino al restaurante para que no se dé la vuelta y se olvide de toda la noche.

No quiere perder todavía todas las buenas sensaciones que le produce Louis. Sobre todo, sólo quiere que Louis le siga mirando igual y le siga gustando después de esto; por muy egoísta que suene.

Todos le ofrecen palabras de ánimo sobre el tipo de persona que es Louis, recordando a Harry que se enamoró de Louis en Hawai por una razón y que no le defraudará. El Louis que cree que están a punto de sentarse para una primera cita muy atrasada no le defraudaría. Harry no está tan seguro del que está a punto de que le digan que va a ser padre.

Se sienta en su coche aparcado durante un rato una vez que llega, dándose una charla mental para el momento en que atraviese las puertas dobles de cristal del restaurante y Louis se entere por fin de la verdad. Una vez que se ha hecho a la idea de que esto es algo que tiene que hacer por su bebé, Harry se obliga a salir del coche, atravesar las puertas y dirigirse a la mesa reservada a nombre de Louis. Todo ello resulta ser un poco prematuro porque Louis aún no ha llegado.

Un rápido vistazo a su teléfono revela que todavía es bastante temprano, incluso con las dos llamadas de pánico que hizo a su familia y su propia crisis personal fuera en su coche hace un momento.

Pide un vaso de agua para calmar sus nervios, resintiendo el hecho de no poder tomar algo más fuerte. Se entretiene durante cinco minutos enteros alisando el perfecto paño blanco de la mesa y fingiendo que le importa lo que sea que esté hojeando en su teléfono. Cada vez que las puertas dobles se abren con un silbido, su corazón se detiene en el pecho, pero vuelve a ponerse en marcha lentamente cuando se da cuenta de que no es Louis.

Falling For Me Won't Be A Mistake (traducción) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora