Caso 1: El monstruo de hojas

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Se encontraron en el bosque.
 Era un buen día para el pequeño Lan WangJi porque su hermano y él, a pesar de ser pequeños de menos de diez años, habían logrado que su tío los dejara ir a pasear a los bosques cercanos a Caiyi.
 Lan QiRen tenía algunos asuntos de los que debía encargarse en la ciudad pesquera y le pareció una magnífica idea que sus pequeños sobrinos lo acompañaran, así, tal vez, se distraerían de la soledad que cargaban de no tener a sus padres, y (¿por qué no?) también podrían aprender algo del mundo de la cultivación a la que pertenecían.
 Al inicio del viaje, al salir del Receso de las Nubes, montar en un carruaje y viajar hasta la ciudad, los dos pequeños se habían mantenido distraídos en el paisaje, en escuchar los curiosos sonidos de la naturaleza, y en respirar con sus naricillas respingonas el aire limpio y dulzón de la tierra cercana a los lagos. Por consideración a la poca experiencia que tenían los pequeños en viajar, su tío había hecho varias paradas para que estiraran sus piernecillas, y terminaron llegando muy tarde a Caiyi. Juzgando que no era correcto hacer trabajar a un hombre que venía de tan lejos con dos niños, los pescadores que habían llamado a Lan QiRen le pidieron que descansara en la posada principal de la ciudad.
 Tanto Lan XiChen como su hermano tenían curiosidad por todo lo que veían, incluso los letreros viejos de los edificios parecían fascinantes a sus ojos inexpertos. Realmente no querían irse a dormir, pero eran los hijos de los grandes líderes de la secta Lan, así que hacer un berrinche a su tío, el hombre que siempre les daba todo su cariño, estaba más allá de lo impensable. Cuando su tío terminó de acomodarles la cama, ambos subieron obedientes y se durmieron.
 La primera parte del viaje terminó de maravilla… el día siguiente, la reunión, no fue tan bien. Lan QiRen sabía que los pequeños jamás ocasionarían problemas a propósito, pero era obvio que siendo tan pequeños la curiosidad innata del ser humano los traicionaría.
 La reunión de su tío con los pescadores fue en el salón de té de la posada, una habitación espaciosa, decorada con biombos de colores y con ventanas enormes que daban al río que cruzaba la ciudad. Los pequeños trataron de prestar atención a las “importantísimas” cosas que su tío decía, para aprender, pero si Lan XiChen no comprendía la mayoría de las cosas, ¿qué se podía esperar de su pequeño hermano? Al final, sin querer, los niños comenzaron a bostezar, y cuando Lan WangJi casi se tira el té encima por quedarse dormido tomando un sorbo, su tío se rindió y dio por terminada la reunión para poder hablar con ellos.
 Lan QiRen caminó hasta alcanzar los linderos del bosque y les dijo que podían explorar entre los árboles hasta que él volviera por ellos. Le dio una señal de fuego al mayor, y les dijo a ambos que no podían alejarse mucho, que debían cuidarse uno al otro y que si sucedía cualquier cosa lanzaran la señal y corrieran a la posada. Por supuesto, ambas cabecillas, ya más despiertas por el deseo de explorar, asintieron con rapidez y seriedad. Su tío sonrió y dejó a ambos en libertad, confiando en su gran inteligencia y capacidad, y fue a solucionar el problema de aquellos pescadores.
 —Hermano, ¿qué es esto? —la voz plana y cristalina de Lan WangJi perseguía a su hermano.
 Lan XiChen volteó a verlo y aguanto una risa al ver que las diminutas manos sostenían una simple piedra erosionada por el agua. Probablemente la piedra le había llamado la atención por su raro color gris pálido y el musgo que la hacía parecer una bola esponjosa, pero Lan WangJi la observaba como si esa cosa fuera lo más fascinante y extraño del universo, como si hubiese encontrado un raro tesoro.
 —¡Oh! Es un erizo de agua dulce, WangJi, ten cuidado de no lastimarle sus patitas y asegúrate de dejarlo donde estaba. Debió costarle mucho subir desde el fondo del lago.
 El pequeño Lan XiChen no estaba seguro de si existían erizos de agua dulce, pero le parecía un crimen matar la chispa de fascinación que llenaba cada plano del rostro de su pequeño hermano. Además, aunque mentir estaba prohibido, no había nadie aquí que los amonestará.
 El pequeño no respondió, pero su hermano pudo ver como ajustaba el agarre en la piedra, evitando delicadamente los pedazos donde había más musgo, como si de verdad tratara de evitar las patillas de un delicado animal. Con la otra mano tomó una hoja caída y poniéndose en cuclillas, con dedicación limpió y quito las piedritas que había en el lugar de donde había tomado la piedra.
 ¡Con cuanta fascinación y cuidado limpiaba Lan WangJi el lugar del “erizo”! Una calidez repentina llenó el corazón de su hermano y decidió que, al menos, debía buscar algo de verdad fascinante para que su hermano se maravillara de algo vivo y no de una simple roca.
 Lan XiChen volteó a diestra y siniestra, y al no encontrar nada decidió internarse un poco más entre los árboles.
 —WangJi —llamó a su hermano y esperó pacientemente a que el otro dejara al “erizo” seguro en su lugar antes de levantarse y voltear—, espérame aquí, ¿sí? Iré a ver entre esos árboles. Puedes pasear por este claro, pero no puedes meterte al río ni internarte mucho ente los árboles, ¿entiendes? —Su hermano rápidamente cabeceó y le robó otra sonrisa a XiChen—. Bien, no me tardo.
 —Cuidado, hermano —susurró el pequeño Lan WangJi mientras veía la espalda de su hermano desaparecer entre las sombras del follaje.
 Al no tener a nadie más a su lado, el niño dio vueltas alrededor de sí mismo, disfrutando del aroma dulzón y los diferentes brillos que la luz del sol arrancaba a las cortezas de los árboles. Era un niño lleno de curiosidad, lleno de inocencia
e impaciente por conocer lo que había más allá del Receso de las Nubes.
 Los sonidos de la naturaleza le fascinaban, le invitaban a acercarse y descubrir que provocaba ese murmullo de agua, o ese golpeteo de madera, o aquel zumbido de la derecha. ¿Qué hacia ese sonido como de fuego chispeante?, ¿qué provocaba los bonitos trinos sobre su cabeza? Lan WangJi sentía que quería descubrirlo todo, que le llamaban de todos lados, que la naturaleza le reclamaba. Pero no tenía tiempo para explorar todo, debía concentrarse en una sola cosa a la vez, así que al final se decidió por descubrir qué era lo que producía ese curioso sonido, como de un chillido quedito y quejumbroso, que venía de detrás de un tronco caído no muy lejos de ahí.
 Con paso cauteloso se acercó, porque no quería asustar a lo que fuera que estuviera ahí atrás. Antes, sin notarlo, había molestado y casi lastimado a un pobre erizo porque creyó que era una piedra, pero esta vez se aseguraría de que lo que fuera que encontrará no saliera lastimado ni molestado por su deseo de saber.
 Pasito a pasito, cuidando que el sonido no se viera perturbado, fue acercándose al tronco. De paso a paso, de hierbajo a hierbajo. Cuando estuvo lo suficientemente cerca para tocar el tronco rápidamente se puso en cuclillas para no espantar a lo que estuviera ahí.
 Se detuvo a escuchar…
 Y el sonido, el chillidito, pareció no interrumpirse,  así que siguió el contorno del tronco hasta llegar al extremo de donde asomó poco a poco su carita esperanzada.
 Al inicio no pudo evitar que su ceño se frunciera de desilusión, ¡porque no encontró nada! Había una pila de hojarasca que se movía al compás de la brisa, ¡eso era todo! ¡El pequeño WangJi estaba muy decepcionado!
 Resoplando dio un pisotón entre la tonta hojarasca, y casi cae de espaldas cuando un animalillo levantó la cabeza y le chilló de frente.
 —¡!
 Lan WangJi no gritó. La impresión de ver el montón de hojas moverse y ver un hocico rojo olisqueando le robó toda palabra, pero sin duda debió verse muy ridículo con la boca toda abierta y haciéndose bolita contra el tronco y el suelo musgoso.
 “¡No me comas, no soy delicioso, nomecomasnomecomasnomecomasnocomas!” era lo único que se repetía en la cabeza de Lan WangJi. No lloraba, ni gimoteaba, de hecho no profería sonido alguno, pero sus ojos estaban apretados con fuerza de cara al musgo. Había manchado casi toda su ropa, pero no le importaba siempre y cuando escapara de una pieza de esa horrible bestia, enorme, feroz, que seguramente media más de tres metros y…
 —¿Estás bien?
 —¡!
 Como un resorte, Lan WangJi tomó impulso y se paró para huir del cálido aliento que le rozó la concha de la oreja.
Frente a él, parpadeando entre asombrado, divertido y curioso había un niño más o menos de su edad, de piel bronceada, cabellos negros encrespados… y muy sucio.
 A Lan WangJi, desde que aprendió a vestirse,  le enseñaron que debía mantener una buena imagen y que, en la medida de lo posible, su ropa debía estar pulcra, sin arrugas, sin manchas y bien colocada… así que ver a este niño que más que cabello parecía tener un nido de pájaros por las ramitas que traía, que tenía la túnica negra medio atada y con un hombro completamente desnudo… bueno, no sabía qué decir.
 Ambos pequeños se miraban atentamente, midiéndose, preguntándose cómo es que el otro estaba ahí. Parecían estatuas de tan inmóviles que estaban, pero el recuerdo súbito de la bestia que acababa de despertar, hizo que WangJi volteará la cabeza rápidamente al montón de hojas.
 El pequeño de negro siguió la mirada de su compañero, como tratando de encontrar lo que el otro miraba con tanta intensidad, pero rápidamente se rindió al no ver más que la hojarasca donde dormía.
 —¿Estás perdido?
 La voz del extraño sonaba llena de curiosidad e inofensiva a los oídos de WangJi, incluso amigable, pero no apartó la mirada de las hojas.
 —¡Oye! ¿Qué hay ahí? —Impaciente por la falta de respuesta de Lan WangJi, el pequeño se acercó un poco a él y volvió a voltear a la hojarasca—. Yo no veo nada.
De repente, la mano de WangJi se disparó para tomar el hombro huesudo del niño que intrépidamente trataba de acercarse a la bestia. ¡El extraño niño debía estar loco! ¡¿Cómo se le ocurría acercar la cara al lugar de donde una bestia salía?!
 —¿Mn?, ¿qué sucede? —dijo con confusión el niño al sentir la mano en su hombro—… ¿No quieres que me acerque?
 Lan WangJi no era bueno hablando con extraños… Más bien, no era bueno hablando, punto; por eso no le decía nada al extraño chico. Además, sentía que si habría la boca ahora se le saldría un diluvio de cosas sobre la bestia que lo había espantado, y no quería asustar al niño sucio. Era su deber ser valiente hasta que volviera su hermano porque era parte de la secta Lan de Gusu después de todo.
 Tomando una temblorosa respiración y apretando sus pequeños puños, Lan WangJi sacudió la cabeza enérgicamente y jaló al otro para esconderlo detrás de su espalda. Tenía algo de miedo, pero debía ser valiente y proteger al niño que se veía tan perdido.
 El pequeño de negro se dejó arrastrar por el otro, pero simplemente porque no entendía qué pasaba. Él había estado corriendo por el bosque, se cansó y se quedó dormido ahí porque el aroma del musgo húmedo y la corteza lo habían arrullado. Se despertó después porque un olor peculiar le había cosquilleado en la nariz y al levantarse se dio cuenta de que las hojitas caídas lo habían casi sepultado. Uff, ¡de la que se había salvado al despertar! Pero dos segundos después de levantarse de las hojas una gran bola blanca le llamó la atención. Al ver que era un niño con la cara contra el suelo,  no pudo evitar el deseo de hablar con él y asegurarse que estuviera bien. Shijie se entristecería si al contarle lo que pasó le dijera que no hizo nada por ayudar al pobre niño.
 Él trataba de ayudar, pero el niño raro no decía ni una palabra y seguía observando las hojitas como si fueran la peor cucaracha del mundo… ¡Pero qué niño tan extraño y silencioso!
 Sus pensamientos se interrumpieron cuando levantó la mano para quitarse el cabello de la cara y se dio cuenta de que su cinta no estaba. ¡No podía perderla! La señora Yu se enojaría si se deba cuenta que de nuevo la había perdido. Rápidamente pegó la cara al suelo, olvidándose del raro frente a él, para buscar la cinta, pero parecía que no estaba por ningún lado. Comenzaba a preocuparse hasta que sus ojos tropezaron con el montón de hojas dónde durmió. ¡Debía estar ahí!
 El niño se impulsó en sus pies y trotó para acercarse a la hojarasca, pasando frente al rostro espantado de WangJi.
¡Iban a comerse al niño sucio!
 El pequeño Lan WangJi flexionó sus rodillas para echarse a correr y buscar a su hermano… pero ver la confianza con que el otro metía las manos entre las hojas, como buscando algo, lo detuvo en su sitio.
 …
 ¿Por qué parecía que no había bestia?
 ... ¿Acaso Lan WangJi vio mal? ¡Pero estaba seguro que ahí había algo! ¡Vio claramente cómo un hocico peludo y rojizo salió de las hojas!
 —¡Rayos! ¡Se enojará!
 La voz frustrada del niño sucio sacó de sus cavilaciones a WangJi. Parecía que el chiquillo estaba frustrado y había comenzado a arrojar los montones de hojas que tomaba formando un torbellino de ramitas, hojas y tierra que hicieron retroceder a Lan WangJi.
 El pequeño de negro dio vueltas una y otra vez en el lugar donde había estado durmiendo, ¡pero no encontró nada! Con frustración se recargó contra el tronco caído que le había servido de cabecera, haciendo un puchero y comenzando a idear un plan para que la señora Yu no se diera cuenta de lo que había pasado… hasta que volvió a reparar en el niño raro y sonrió alegremente.
 —¡Ahí estás!
 La emocionada exclamación del niño asustó a WangJi y ocasionó que sus ojos se abrieran al máximo de su capacidad, pero antes de que pudiera hacer algo más, lo que pasó frente a sus ojos le detuvo.
 …
 ¿Eh?
 El niño… ¡Ah! ¡Al niño sucio le salía una esponjosa cola roja y blanca de entre la ropa! Y no era todo, ¡también tenía un par de orejas puntiagudas y peludas entre los mechones negros!
 —¡!
 En un susto silencioso Lan WangJi se dio la vuelta y volvió a acuclillarse contra el suelo tapándose los ojos con las manos.
¡¿Qué estaba pasando?! De repente el niño sucio le había sonreído desde donde estaba, pareció que se había emocionado por algo, y al momento siguiente lo que veía acercarse a él con rapidez no era un niño, ¡era una cosa rara y sucia con cola y orejas esponjosas! Sinceramente su cabeza no podía procesar tal cosa. Su mente era un gran vacío en el que no sabía qué pensar, que decir, ni cómo reaccionar. ¡¿Realmente esto estaba pasando?!
 —... Oye… —El pequeño de negro detuvo abruptamente su carrera para no asustar más al niño raro… Aunque no entendía muy bien si lo había espantado al gritar, o si sólo era su costumbre hacerse bolita en el piso—. Perdón… ¿estás bien?
 El niño no se acercó más para darle espacio al otro, pero realmente se estaba impacientando. ¡Por fin había encontrado la dichosa cinta enredada entre las botas blancas del otro! Si no se movía no podría recuperar la cinta y no podría irse.
 Mirando a su alrededor se dio cuenta de que estaba en serios problemas.  Había estado deambulando un buen rato antes de dormirse, y eso probablemente ya tenía preocupados a los otros, pero ahora, sumándole el tiempo (¡y quién sabía cuánto había sido!) que durmió… ¡Por los cielos, era casi medio día! Sólo le habían dado permiso de ir a estirar las piernas porque estuvo quejándose de que los zorros debían…
 —… ¡Ah! —De repente la iluminación llegó a su mente.
 ¡Eso debía ser! A él se le olvidaba que cuando se emocionaba mucho sus orejas y su cola salían sin querer. El tío Jiang había dicho que se debía a que aún era muy pequeño, pero que con el tiempo aprendería a controlar sus extrañas transformaciones, que así le había pasado a su mamá y que seguramente llegaría a tener un control tan bueno como el que ella solía tener.
 Al volverse de nuevo a la bola blanca sobre el musgo sintió las ganas de reírse. Lo había hecho sin querer, pero seguramente le había provocado un enorme susto al niño… Tenía que arreglarlo.
 —Oye —Con la misma cautela con la que WangJi se había acercado antes, el pequeño avanzó, tratando de robar un vistazo de la cara del otro—, no era mi intención asustarte, ¡se me olvidó! —exclamó mientras se encogía de hombros, pero tal parecía que el otro no escuchaba—. Perdón, realmente no quería asustarte, ¿sabes? Me ha pasado desde siempre y a veces se me olvida que los demás no pueden hacerlo… ¡Yo realmente me espanté la primera vez que me di cuenta que pasaba!, pero con el tiempo me fui acostumbrando, ¡además es muy útil todo ese pelo esponjoso cuando hace frío!, y Jiang Cheng se pega a mí y…
 La perorata siguió y siguió. Parecía que una vez que el chiquillo se ponía a hablar no había cómo pararlo, pero al menos escuchar un flujo constante y amable de esa cálida y enérgica voz, sirvió a WangJi para que su cabeza poco a poco se aclarara y dejara de correr en círculos. Al inicio ni siquiera percibía qué decía la voz, pero poco a poco, como la lluvia que comienza a caer entre los pinos, las palabras se fueron aclarando y tomaron forma en la rutina diaria de este extraño. Pasaba de hablar de la rica sopa de su hermana, de que debía probarla, a las bromas que le jugaba a su hermano y sus amigos. Hablaba del aroma de los lotos recién abiertos, antes de que recordara aquella ocasión en que quiso perseguir a una ardilla… y Lan WangJi se encontró fascinado con lo que escuchaba, con lo que imaginaba, tanto que no le importó cuando aquella cola de punta blanca volvió a asomarse de la ropa del chico y las orejillas comenzaron a moverse tiernamente ente sus largos cabellos. Más bien, al poder observar el lento cambio los ojos de WangJi resplandecieron con maravilla, y la tentación de asegurarse de que aquel pelaje era tan suave como parecía se apoderó de él.
 —… y no sólo es eso, el lago que rodea la casa siempre está lleno de peces de colores y otras cosas ¬—continuaba el pequeño, sonriendo al ver que había logrado que el otro bajara la guardia—. ¡Deberías venir un día a jugar con nosotros! Yo te protegeré del feo de Jiang Cheng, y haré que Shijie te prepare sopa —Volteó el pequeño, terminando su discurso.
 —…
 Lan WangJi sentía cómo un calor raro le corría del cuello a las orejas al ser sorprendido mirando con atención las orejas del otro. Para disimular su turbación rápidamente se puso de pie y se acomodó la cinta de la frente que se la había torcido.
 —¿Qué dices? ¿Vendrás? —lanzó la pregunta con un tono esperanzado, quitándose una hojita del flequillo.
Lan WangJi ya no podía mirarlo de frente, así que sólo le lanzaba miradillas de soslayo. Pero parecía que él otro no le quitaría la mirada de encima nunca, a menos que le diera una respuesta, así que tomó unas cuantas respiraciones profundas… y alzó la vista para enfrentarse a la enigmática criatura.
 —Ni siquiera sé tu nombre, así que… —Dejó que su voz se perdiera entre la brisa, mientras bajaba la vista a sus manos.
 El otro se le quedó viendo, como si no comprendiera lo que acababa de escuchar. WangJi, al no recibir respuesta, se arriesgó a lanzarle una mirada. Justo cuando su ceño comenzó a fruncirse y se preguntó qué estaba mal, el niño comenzó a reír a carcajadas, carcajadas tan grandes y sonoras que parecieron resonar por el claro, rebotar entre los troncos, y avivar el cauce del río.
 —P-perdón, ja, ja, ja —le dijo, tratando de recuperar el aliento, tomándose el estómago y empujando su larga melena detrás de su hombro—. Sí, sí, perdón. Tienes razón —Tomando aire para matar las últimas carcajadas que colgaban de sus labios, el pequeño se enderezó, sacó el pecho y juntó las manos en un saludo que pretendía imitar la elegancia del tío Jiang—. Mi nombre es Wei WuXian.
Al ver la sonrisa de donde sobresalían graciosamente un par de colmillos diminutos, Lan WangJi volvió a sentir que por su cuello subía ese incómodo calorcillo, pero lo detuvo rápidamente tomando una postura apropiada y respondiendo el saludo de la forma que había visto hacerlo a los discípulos mayores de la secta.
 —Un gusto, Lan WangJi.
 Al pequeño Wei WuXian le dio gracia la forma tan formal en que el otro le devolvía el saludo, pero antes de que soltara a reírse nuevamente un par de faisanes levantaron el vuelo, quebrando una rama y regresando al pequeño a la realidad… ¡Y estaba en problemas! Se había ido por demasiado tiempo y probablemente no sólo la señora Yu, sino el tío y Shijie, incluso Jiang Cheng, debían estar enojados y preocupados. ¡Tenía que volver ahora o lo abandonarían en ese bosque!
 —Lan WangJi, ¡perdón! ¡Debo irme o la señora Yu me cocinará para la comida!
 El aludido no pudo hacer más que voltear rápidamente a ver a Wei WuXian que ya había comenzado a correr hacia el lindero del claro.
 —Pero… ni siquiera sé que eres…
 No gritó, pero tampoco hizo falta porque la aguda audición de Wei WuXian captó sin problemas la queja teñida de decepción y tristeza. Se detuvo, pensando por un momento que sería genial si pudiera llevar a casa al raro amigo que había hecho en el bosque.
 —¿Qué más puedo ser? Soy un niño que a veces se duerme y despierta con pelaje de zorro… al menos eso es lo que me dicen Shijie y el tío Jiang —respondió, sonriendo y encogiéndose de hombros.
 El otro no contestó, pero se podía adivinar por sus labios apretados y su ceño semifruncido que no estaba de acuerdo con la respuesta.
 Wei WuXian no tenía una mejor respuesta, ni tiempo para inventarse una… pero le llegó la idea de darle un último regalo a su nuevo amigo, que parecía bastante fascinado con sus orejas y cola, para que quitara esa cara de enfurruñado. Además… bueno, le habían dicho que tratará de no mostrarse a otras personas, pero Lan WangJi no parecía malo, y necesitaba una excusa para volver sin la cinta del cabello que quería dejarle como recuerdo.
 Volteó completamente, abrió los brazos, y sonriéndole a WangJi, dejó que el entumecimiento lo invadiera por completo, que la calidez de la tierra cambiará su rostro, que la brisa acariciara su cola, y que la esencia del bosque le quitara la piel y lo convirtiera en otro, en un ser pequeño, curioso y libre.
 Por otro lado, Lan WangJi sólo pudo ver con asombro y maravilla como aquel pequeño sucio y fachoso mudaba su cuerpo, tan parecido al de él, por un pelaje rojo brillante y blanco tan puro como la nieve. Sucedió tan rápido que WangJi sintió algo de decepción, pero sucedió tan lento que tuvo tiempo de ver como los rayos de sol danzaban sobre la blanca piel, y después arrancaron destellos dorados del pelaje.
 El zorrito, no más grande que un gatito, hizo un sonidito gracioso, sacudió la cabeza, y mordiendo la ropa que había quedado sobre el musgo, se perdió entre los árboles.
Cuando Lan XiChen volvió, entre los brazos traía una bonita cría de castor que a él le parecía preciosa y que había tomado por un momento para mostrársela a su pequeño hermano, pero tal hermano casi no le prestó atención.
 Lan XiChen tardó mucho en que su hermano dejara de ver hacia los árboles y cuando lo hizo no dejó de sonreír. Mientras acariciaban al castor pequeñín le preguntó a WangJi el porqué de su sonrisa, pero el malvado sólo le miró y sacudiendo la cabeza dijo que era secreto.
 Cuando su tío volvió por ellos y los encontró con la cría de castor agradeció a todos los antepasados Lan que la madre no se hubiera comido a sus sobrinos, y sin darle importancia a lo sucios que estaban,  rápidamente tomó al bebé y lo regresó a su hogar. Al volver, tomó a ambos de la mano, pero después de unos dos pasos sintió como WangJi se detenía abruptamente. Antes de que tuviera tiempo de preguntar nada, el pequeño había soltado su mano y corría tras un listón rojo.
 Cuando lo atrapó, lo envolvió en su pequeña mano y no lo soltó aunque su tío hizo muecas por lo sucio que estaba, no lo soltó cuando volvieron a montarse en el carruaje, tampoco lo dejó cuando llegaron por fin al Receso de las Nubes, y, aunque no le dijo a su hermano mayor porqué, lo ató a la cabecera de su cama para nunca separarse de él, ni del recuerdo de aquel niño sucio y desarreglado que podía hacer que le creciera un esponjoso pelaje, y que dijo llamarse Wei WuXian, su primer amigo, el primer zorro que veía en su vida.

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