𝐂𝐚𝐬𝐨 8: 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐜𝐫𝐞𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐞𝐥 𝐦𝐮𝐧𝐝𝐨

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Ocurrió en la época de la formación del universo. Fue lento y casi sin importancia al inició, pero cuando la guerra se libró, todo mundo supo que pudieron haber detenido el avance de la desgracia desde hace mucho.
  Fue terrible. Costó la vida de muchos y la unión del universo. Fue una grieta que atravesó todo, que alcanzó el inicio de los tiempos, y que no se curaría nunca.
  El más cercano al Creador se reveló. No fue por maldad ni porque no lo amara. Al contrario, le amaba tanto, se preocupaba tanto por él, que trató de abrirle los ojos, trato de mostrarle que el absolutismo no ayudaría en nada, que si les ponía un yugo y no les dejaba decidir ni expresarse, sus creaciones terminarían por alzarse en su contra. Trató tan fuerte… pero el indiferente continuará indiferente si lo desea así.
  El Creador no le escuchó, pero comprendió la sabiduría que se escondía detrás de esa cara preciosa y esos rizos negros. Le temió al cambió que podría provocar si ganaba seguidores y le expulsó de su sagrada presencia, le prohibió acercarse al reino magnánimo de la luz, y le condenó a perder su belleza en las cuevas oscuras de debajo de la tierra.
  Pero no fue el final. El plan del Creador llegó tarde porque su más grande amante ya había hablado con otros y había plantado en sus corazones el deseo a investigar, a decidir y a cuestionar. Cuando su líder fue expulsado, incluso los que se rehusaban a creer creyeron, y comenzaron su movilización en secreto. No deseaban terminar como su líder, no querían ser alejados del reino magnífico de la luz, pero comprendieron que si no hacían nada perderían incluso el derecho a pensar. Y si ellos no lo hacían nadie lo haría.
  Wei WuXian era uno de ellos y el que se culparía toda su existencia por el inicio de la guerra. Tal vez nadie lo culparía si supiera los motivos y la situación que lo llevaron al error, pero él jamás se perdonaría el desliz, porque al fin y al cabo debió saberlo. Debió saber que si trataba de salvar a todo el mundo, si dejaba que demasiadas personas escucharan lo que pensaba, si dejaba que su arrogancia ganara, alguien se daría cuenta, uniría cabos y los cazaría antes de que terminaran todos los preparativos.
  Los leucōrum tenían un plan. Se nombraron así porque planeaban esconderse en la Galia céltica y desde ahí, como cazadores de la noche, planeaban alertar y convencer al humano, a los animales y la flora, de que debían resistir al yugo del Creador y no sucumbir a su absoluto control. Pero fue tarde. Muy pocos llegaron a esconderse.
  Wei WuXian deseaba con tanto fervor que sus hermanos alados comprendieran la importancia de cuestionar las órdenes, que en su entusiasmo trato de convencer a la luz más brillante de los ángeles: HanGuang-Jun. Le habló de las contradicciones de las leyes que el Creador le había dado a los terrestres, del horror que les tenía permitido al darles la posibilidad de matar para sobrevivir, del miedo que tenía el Creador al que pensara diferente y de la confirmación de todo lo demás que llegó cuando su líder Lucifer, el más bello, desapareció y fue catalogado de traidor.
  Fue el ángel que había estado con él toda su existencia, desde que fueran apenas motas de luz y polvo estelar, la que previno a Wei WuXian de que uno de los líderes de los clanes de ángeles, el padre de HanGuang-Jun, le vigilaba porque sospechaba que no era buena influencia para su hijo.
  Los ángeles son el primer modelo de lo que el Creador y Lucifer pensaron como la máxima creación: el hombre; pero cuando los terminaron se dieron cuenta de que eran imperfectos. Tenían una enorme belleza, y reunían habilidades de todas las creaciones que había hasta ese momento: alas blancas para volar, piernas hábiles para correr largas distancias, vista mejorada para ver bajo el agua y la noche, y la voz más encantadora y potente para hechizar. Lo tenían todo, pero su interior era demasiado turbulento. Las “emociones” y “pensamientos”, los nuevos aditamentos que deseaban dar a sus obras, en la sangre de los ángeles y sus cuerpos demasiado hábiles y poderosos eran un peligro. Muy pronto, Lucifer se dio cuenta de que las pasiones de estas criaturas eran demasiado intensas, que sus pensamientos lógicos se veían fácilmente opacados por sus deseos, y que no eran aptos para seguir en la tierra tan bella que habían creado. Por eso los convenció de quedarse en las tierras brillantes del Edén y calló sobre su imperfección. Sabía que su contraparte no toleraría su existencia, pero le daba pena destruir seres tan hermosos, tan sensibles, así que sólo alegó un problema de adaptación físico y conduciendo la curiosidad de su amado, crearon la versión definitiva del humano: no tenía tantas habilidades, pero esa conciencia de su propia fragilidad les llevó a ponerse un límite en el corazón y la mente.
  Tal vez por eso, porque las emociones de un ángel no conocen los límites, Wei WuXian ignoró a la hermana tan amada que le previno, y siguió robándole minutos a la realidad para soñar al lado de HanGuang-Jun.
  Aunque al inició el brillante heredero del clan parecía no tener interés alguno en un ángel tan común como WuXian, después de un tiempo, poco a poco, como cuando uno comienza a soñar, fue necesitándolo y amándolo. Comenzó a contar los minutos y segundos que faltaban para verlo de nuevo, comenzó a faltar a sus deberes e incluso comenzó a dormir menos para postergar sus despedidas.
  Se amaron tanto que Wei WuXian perdió de vista el peligro que corría y HanGuang-Jun no midió consecuencias. Rompieron una de las prohibiciones más grandes al encontrar en un cuerpo parecido al suyo el amor y la confianza que no habían encontrado en ningún otro lado. Llegaron incluso a decirse su nombre real, ese que las lenguas humanas no pueden pronunciar ni escribir, ni siquiera describir.
  Pero al final sucedió.
  El líder del clan no soportó que su hijo le dejara de lado y se uniera a un rebelde. En un exceso de cólera denunció a Wei WuXian frente al mismísimo Creador y así descubrieron el plan que se había gestado lentamente.
  Cuando HanGuang-Jun se dio cuenta de lo que había hecho su padre corrió a su amado, corrió tanto que sintió que su corazón se pararía, y le avisó de lo ocurrido. Esperaba lágrimas, reclamos, gritos. Esperaba que le gritara palabras de odio y que le reclamara, pero no pasó nada de eso. Wei WuXian le miró con terror para después bajar la vista, suspirar y acariciarle el costado del rostro.
  —Agradezco todo, pero los sueños no son eternos. Te pido perdón por involucrarte, pero nunca me arrepentiré. Gracias.
  Y después… después sólo sintió el soplo del aliento de Wei WuXian y con horror HanGuang-Jun comprendió que lo había dormido con su voz y no despertaría hasta un mes después.
  Entonces, Wei WuXian tomó la responsabilidad de haberse olvidado de sus hermanos y fue el primero en rebelarse contra el Creador. Avisó a todos los leucōrum, se disculpó y partió a la guerra para ganarles tiempo.
  Las habilidades que les había heredado Lucifer de controlar los elementos no podían usarlas en el Edén, así que el ángel sólo pudo valerse de su cuerpo perfecto y su valor para pelear. A su lado aparecieron unos cuantos que aceptaron el sacrifició también.
  La guerra fue terrible porque se levantaban contra una de las manos que los crearon y contra sus muchos partidarios. Los campos verdes se tiñeron del dorado de la sangre y los ríos brillaron a la luz del amanecer.
  Nadie culpó o culparía a Wei WuXian por enamorarse, así que, tal vez por eso, cuando fue obvio que los leucōrum ya no resistían más, un grupo tomó al destrozado ser y lo arrojó a la tierra. Le atrapó su hermana que se había rezagado con la esperanza de verle una última vez.
  Los que alcanzaron a llegar a la tierra, con horror, descubrieron que el sol de la mañana que no les dañaba en el Edén, en la tierra les quemaba las delicadas alas. Pidieron ayuda a gritos y Lucifer hizo caer hielo y vientos hasta correr al sol. Los protegió y los ocultó en sus cavernas, lejos de la luz del sol a la que ya no tenían derecho.
  Desde entonces, aquellos ángeles susurran a los seres en la oscuridad, en las sombras. Saben que si un rayo los atrapa podrían morir, así que se cuidan de irse justo antes del amanecer. Siguen siendo hermosos, pero sus alas quemadas mudaron del blanco al negro y su piel morena se volvió tan pálida como el marfil.
  Wei WuXian es el único que sobrevivió del grupo que se quedó a pelear, pero a cambió perdió las alas, la vista, y el corazón que se le quedó dormido en los campos verdes.
  HanGuag-Jun… nadie supo que pasó. Encontraron su silueta grabada en el pasto, pero el heredero del clan jamás volvió a mostrar el rostro a nadie. Sigue en el Edén. Eso es seguro, porque todos sienten su pesar. Antes de que se conocieran esos dos la lluvia no existía, pero su tragedia conmovió tanto al mundo que aprendió a sollozar.
  —¿Crees que algún día nuestra vida termine y podamos reencontrarnos con los que dejamos atrás? —le pregunta Wen Qing, la única amiga que le queda y que mira con añoranza al cielo en busca de las alas blancas de su hermano.
  —Quizá.
  Y después de responderle, Wei WuXian se levanta con ayuda del bastón y vuelve a la cueva acariciando entre los dedos el único recuerdo de un sueño hermoso: una cinta blanca.

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