Capítulo 3.

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「Kate's POV」

Aquel día por la tarde, después de haber terminado de quedar con Drake, me sentí exhausta.

La noche anterior fue de lo peor. Quién iba a pensar que semejante barbaridad la iba a ver alguien como yo.

Decidí, adivina a saber porqué, visitar a mis padres.

Sentía que necesitaba consejo de mi madre y que, de paso, veía a mi padre; que hacía siglos que no sabía nada de él.

Con esa idea descabellada, cogí el coche y me dirigí al pueblo, a las afueras de la ciudad, deseando que no tuviera que volver a ver a ese canalla en toda mi vida y, que si acaso lo hacía, fuera porque estaba entre rejas.

Era simplemente odioso el pensar en todo eso y mi mente se nublaba con la imagen de esa furcia en esa posición con... Me daba asco.

Con toda la ira e impotencia que sentía en mi interior por no encerrar ya a ese cretino, tomé mi coche y conduje hasta la casa de mi madre.

Por si no lo dije, mis padres se separaron hace eones, cuando yo tenía apenas siete años. No coincidían en nada y el ambiente no era, para nada, agradable. Solía encerrarme en mi habitación a leer. Porque yo, leía.

En fin... El caso es que toqué al timbre y me abrió Pablo, un hombre de mediana edad y uno setenta de altura con un pelo corto y barba algo dejada de unos pocos días; el marido de mi madre; básicamente, mi padrastro. Me caía bien. Cuando tenía doce años, me consentía y solía darme consejos sobre los chicos, bastantes graciosos. Solía pasarlo bastante bien.

—Pero bueno, Katie... Cuánto tiempo. ¿Cómo estás? -dijo con una voz cálida y una sonrisa reconfortante.

—Sí, hola... Siento no haberos visitado antes. Motivos de trabajo... Y también perdona que llegue sin avisar es que...

—¿Necesitabas despejarte? Lo entiendo, y no te preocupes. ¿A qué has venido?

—Me gustaría hablar con mi madre. ¿Está por aquí?

—Ah, no. Ella se fue a la residencia; ya no vive aquí.

—¿Y con quién...?

Entonces escuché la voz de alguien que no era mi madre.

—Amor, ¿quién es?

—Es mi hijastra, Kylie.

—Ah, ¿Kate...? -preguntó con la voz un tanto animada; entonces, una chica de unos años más que yo, se asomó también por el marco a duras penas y dijo:- ¡Kate! Pablo me ha hablado mucho de ti. Qué pena que te hayas quedado sin madre, es una pena. Se le veía tan buena... Pablo y yo nos cruzamos en su entierro y... Aquí estoy. -dijo, con voz animada.

Claro, para ella todo era color de rosa pero... ¿Cómo que se había muerto mi madre? No me lo podía creer. Mis ojos se abrieron de par en par.

—Pablo, ¿es eso cierto? -pregunté, deseando que no fuera verdad.

No es porque me cayese bien, de hecho, tenía mejor relación con mi padre pero, pese a todo era mi madre.

—Por desgracia...

—Pero si me habías dicho que se había ido a la residencia. Ya no soy una niña, ¿por qué me mientes?

—Porque... Temía que me vieses mal por abandonar a tu madre o...

—Es incluso peor verte con otra mujer y decirme que mi madre está en la residencia.

—Ya...

De repente, se hizo el silencio incómodo, yo hervía de rabia, impotencia y tristeza. Me sentía estafada. Me despedí de él y de esa mujer a la que había llamado Kylie y me fui a casa de mi padre. Con suerte, él me podría decir sobre qué hacer.

Durante el mínimo trayecto, estuve pensando. ¿Por qué habría muerto? ¿Tenía alguna enfermedad y no me dijo? Era demasiado joven...

No pude evitar sentir impotencia. Una impotencia que me llevó a que, sin quererlo, las lágrimas acumuladas de tal conmoción entre la ira, el sufrimiento, el miedo, el dolor y el sentimiento anteriormente dicho, resbalasen y recorrieran mis mejillas. Mi vista comenzó a difuminarse y no distinguía bien las luces.

Sólo observaba las luces de los coches ir y venir hasta que uno pasó realmente cerca del mío. Casi rozando. El conductor de aquel automóvil pulsó más de cinco veces el claxon, posiblemente furioso pero poco me importaba.

Al llegar a la casa de mi padre, salí del coche. Me mantuve unos pocos segundos delante de la puerta, sin hacer nada. Meditando sobre si mi decisión de visitarle sería acertada y, justo antes de tocar, un hombre de cabellos más o menos largos, lentes en una nariz aguileña y ojos pequeños de color verdoso, abrió la puerta. Era Marco, mi padre.

—Kate, cariño... Cuánto tiempo. ¿Cómo tú por aquí?

—Me ha dado el venazo, —respondí y miré al interior, por simple inercia—. ¿Estás solo?

—Sabes que sí... Solo con mis libros. Anda, pasa cariño. Han pasado tantos años desde que no me visitas...

Sin pensarlo, entré en aquella casa que tantos recuerdos me daba. Aquel lugar fue una salvación para anular mi estado que, en esos momentos, estaba bastante mal.

Las estanterías, llenas de libros, me llamaban la atención. Cuando era pequeña, juraría que no había tantos... Y la mesa del recibidor tenía una capa de polvo de, mínimo, dos milímetros.

Seguí a mi padre hasta la sala de estar, que conectaba con la cocina y un pequeño dormitorio. Parecía que, de aquel hogar, sólo esas habitaciones eran utilizadas.

—Esto... Papá, ¿te has enterado de lo de...?

—Sí, lo sé...

Junté mis labios y apreté mis nudillos. Volví a sentir aquella impotencia que poco se desarrolló pues, en segundos, sentí una mano en mi hombro que me hizo tranquilizarme.

—No te preocupes, Kate. No fue tu culpa. Y no hace falta que te sientas impotente. Sé lo que es perder a una madre pero, sinceramente... La tuya apenas y sentía amor hacia ti.

En ello tenía razón. Mi madre nunca fue de mostrarme mayor afecto que un abrazo o un beso cariñoso puntual. Le tenía más entre algodones a Pablo.

—Oye papá... ¿Cómo fue que te separaste de mamá?

Cuestioné. Aquel hombre, canoso y con paso lento, se sentó en un sillón orejero y se cruzó de brazos, recolocándose las gafas.

—Verás, Kate... Tu madre... Era hermosa. La mujer más hermosa que jamás hubiera visto. Me sentí enormemente gratificado por ser su esposo, su marido... Hasta la muerte. Más aún cuando decidió que tendríamos descendencia... Sin embargo, los problemas vinieron cuando tú estabas en primaria... No parábamos de discutir y, pese a que yo cedía en la mayoría de disputas, ella opinaba que yo no era lo suficiente para ella... Al final, una noche después de años, exploté y le dije que ella debía de verse a sí misma antes que a otros. No sé si fue adecuado pero, por ese entonces, tú también comenzaste a distanciarte de nosotros. Era normal, tenías apenas quince años y estabas en la etapa de la adolescencia... Pero ella creyó que la estábamos ladeando y me cedió la custodia, siendo así que yo me quedé contigo. Y así has crecido.

Después de aquella historia, simplemente quería volver a casa y no saber nada más del tema. Me despedí de mi padre y se metí en el coche, con intenciones de irme cuanto antes cuando, entonces, mi móvil sonó.

—Qué cojones...

Me dije, abriendo el WhatsApp y viendo un mensaje de quien menos necesitaba entonces.

Subnormal (Drake):「 Hey, abogada. Estoy en la discoteca Star Kiss, ¿te vienes? Estamos de guateque. Si quieres, puedes pasarte y te presento a mis colegas. ¿Te hace noche loca? Llámame, no me escribas que me da palo. 」

Me llevé el dedo índice y pulgar al puente de la nariz y recé, con todas mis fuerzas, que aquello no fuese... Algo de lo que me arrepentiría más adelante.

Acusado de Asesinato ( 2ª Edición )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora