Shen Yuan, desde el mundo moderno, estaba enamorado de Luo Binghe.
Deseaba tenerlo, montarlo y amarlo, una obsesión la cual nunca comentó a nadie.
Al llegar a la novela sentía otra vez ese cariño el cual nunca interpretó como amor más allá de un m...
Luo Binghe quería correr tras su maestro, necesitaba alcanzarlo, suplicar que no se vaya, que lo elija a él; quería mas no podía, su cuerpo no se movió y solo observó a la figura irse.
~Tú sabías que el se iría~
No.
~El te detesta, eres solo una carga que soporta por pena~
Mi Shizun no es así, el volverá, solo está enojado pero va a volver.
~Estaba realmente furioso, casi muere por tu culpa~
Yo no quería.
~Ellas lo iban a matar por ti, va a morir por ti. Un demonio inmundo siempre tiene la culpa~
Shizun dijo que-
~¿Los demonios pueden ser buenos? ¿Crees que lo dijo porque en verdad lo piensa?~
¿A qué te refieres?
~Lo lastimaste y murió, él dijo eso para que no lo mataras de nuevo. El miedo hace que los humanos hagan lo que sea~
Su Shizun no podría mentirle, pero si no le mentía significaba que si se iba a ir para siempre.
*Shizun* Volvió a susurrar intentando levenatarse
El dolor en su pecho causó su caída contra el suelo, realmente Xin Mo tenía influencia.
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Los discípulos observaban a su maestro llegar demasiado rápido de lo normal, al intentar preguntar les ordenó que corrieran 100 vueltas y no se acercaran a la casa de bambú.
Ellos obedecieron sin quejarse, al menos por fuera, para después empezar a correr. Era tan raro, ni siquiera tenían entrenamiento ese día.
Shen Yuan volvió a la casa de bambú, sacó los talismanes de su cajón y los pegó en las paredes.
*Maldita sea* Gruñó
Rápido alcanzó la caja de madera negra arriba de su estante, la colocó al lado de su cama para poder sentarse. Con cuidado sacó el contenido dentro, se recostó en su cama.
El olor de Luo Binghe ya había desaparecido de las túnicas, era obvio depues de diez años que su loto blanco no las usaba. Aun así podía imaginarlo otra vez al joven e inocente rogándole poder ir al pueblo con él.
Por favor, Shizun.
Deslizó su manos dentro de su pantalón, su erección ya era notable. Verlo matar por el era tan excitante, más cuando se arrodilló frente a el pidiendo perdón.
Comenzó a mover su mano lentamente, imaginarlo hacía su pene saltar y querer sentir ese placer desbordante.
Se preguntó cómo sería montar a Binghe, su gran pilar dando movimientos bruscos pero placenteros en su próstata sin parar aun cuando suplique clemencia.
