Capítulo 1

64 3 0
                                    

Me sacudo el cabello con cuidado, y lo envuelvo en una toalla. Vestida ya con mi pijama, me tumbo en la cama y me pongo a mirar videos en mi teléfono.

Dos videos luego, me aburro.

Me paro y camino a la cocina, que está justo al lado de mi cama.
Cuando decidí que quería ser escritora, o hacer un intento de serlo, le hablé a mi papá, le dije que era mi sueño ser una exitosa escritora de romance en New York. Respaldé mi cliché diciendo que el amor brota todos los días en cada esquina de este lugar, y si iba a escribir romance, esto iba a funcionar.

Me consiguió un pequeño departamento en Brooklyn, lo mejor que podíamos conseguir con su paga, y mis ganancias cambiantes, que consistían en un par de dólares al mes que me enviaba RDTBooks, la página en la que publicaba mis pobres escritos.

Y entonces recuerdo que debo escribir. Mierda.

A ver, se que decidí esta vida para mi, y no me arrepiento, es solo que, cuando leo mis libros favoritos, tiendo a analizar cada detalle de ellos; la historia, los personajes, el desarrollo, el ambiente, la narración. Y cuando analizo, comparo.

Y entonces me agobia la sensación de que nunca seré tan buena escritora como aquellas otras que he leído desde mis ocho años. Por esa razón, me tomé un descanso de escribir.

Ahora, al decidir mi descanso hablé con mi padre, y le expliqué lo agobiada que estaba con todo esto, el peso de la universidad (de la que también me estaba tomando un descanso), de escribir, y de vivir, también.

Él lo entendió, el siempre entiende, así que me dio un año sabático. Sin embargo, tengo que escribir un capítulo al mes, de lo que fuera, pero tengo que escribir.

Es como cuando un deportista se toma un descanso, y cuando vuelven a su terreno no son los mismos, pierden su esencia, el temía que perdiera la mía.

Así que me siento frente mi computadora, y miro fijamente lo que tengo para este mes.

Mientras las hojas secas, producto del otoño, siguen cayendo a su lado, ella se pregunta si alguna vez lograra encontrar alguien con quien tomar su café en ese lugar lleno de gente, adivinando las formas que se asoman en la espuma. Sus pensamientos la interrumpen constantemente mientras el lápiz se desliza con destreza en una hoja, haciendo trazos que se convierten entonces en dibujos preciosos. Entonces, como si su mente lo hubiera llamado, o el destino, o una fuerza increíble de la cual ella no sabía, apareció un chico, y se sentó junto a ella descaradamente.

Bien, bien. Es un buen comienzo ¿Verdad?
Pongo los dedos sobre las teclas, y comienzo a escribir cosas.

—Eres linda —dijo el chico.

Miro esa oración como cinco minutos, y aún con dudas, presiono en borrar.

—Me gusta el otoño.

Borrar.

—Octubre es lindo.

Borrar.

—Hay una jirafa en tu espuma.

Borrar. ¿JIRAFA EN TU ESPUMA, EN SERIO?

AGH. Cierro la laptop con frustración, y la alejo lo más que puedo de mi.

De nuevo, me dispongo a ir a la cocina, a hacerme un té.
Pongo a hervir el agua, y me digo a mi misma que puedo escribir algo decente para enviárselo a mi padre.

Tomo mi libreta y hago trazos rápidos, dándole un desarrollo mediocre a ese capítulo. Sonrío cuando consigo algo.

Finalmente, obtengo un buen resultado para el capítulo, dejo la libreta sobre la posadera de la ventana y tomo de nuevo la laptop.

Empiezo a escribir. Le doy una historia algo decente a un solo capítulo, pero aún no encuentro una primera frase decente para el personaje masculino.

Vamos Charlotte, ¿que diría un hombre que haría que te enamores de él instantáneamente?

—¿Puedo invitarte a comer?

Borrar.

De nuevo, el estrés me gana la batalla, me estiro hacia atrás y mi codo empuja algo. La libreta cae como dos metros por mi ventana, espero que dé con el piso, pero nunca llega.

En vez de eso, cae sobre la cabeza de un chico, que se agacha a recogerla, y mira hacia arriba mientras se frota la cabeza. Lo miro con mi cara roja como una manzana, avergonzada, y a punto de estallar a carcajadas.

Él me mira confundido, le echa un ojo a la libreta, y entonces se la mete en el bolsillo. Ahora la que estaba confundida era yo.

Me brinda una sonrisa, y con una seña de manos, se despide.

Me deja confundida por un momento, pero vuelvo a mi mundo segundos después.
Me siento de nuevo frente a la computadora, y escribo:

El chico le sonríe, toma el dibujo en el que trabajaba y lo analiza unos segundos. Lo dobla en dos, se lo mete en el bolsillo, y se despide con una enorme sonrisa.
Ella lo mira estupefacta, y tras esperar unos segundos, decide seguirlo...

CRÉELO, O NO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora