La mujer del espejo, esclava de mis movimientos, reflejo de mi persona... Ya no me sigue.
Todo empezó por mi maldita curiosidad.
Por la mañana desperté y al verme en el espejo noté que no tenía expresión, era fría, pero estaba tan apurada que no preste atención. Al llegar en la noche, enojada por el estrés, me fui a dar una ducha y al salir me paré frente al espejo imaginando que era un compañero de trabajo que no me cae nada bien.
--¿¡Y tú qué me ves!? --desafié a mi reflejo.
Tras hacer eso tomé la toalla para el pelo y me di cuenta de que movió el brazo una milésima de segundo más tarde que yo. Claro que no era nada, pero pensé por un momento que podía ganarle.
Intenté ganarle en poner el dedo sobre el espejo, pero nada, parecí una pequeña.
Hasta que lo noté. Ella no era como yo, había diferencias en su piel. Entonces empecé a comparar cada pequeño poro. Ella no era mi reflejo. Era otro yo.
Asustada la miré por largo rato. No sabía qué hacer.
De pequeña, había escuchado a mis abuelos decir, que cuando notas las imperfecciones en el espejo o la frialdad de las expresiones, despiertas a tu otro yo, haciéndote esclavo a ti mismo, obligándote a pelear por la libertad. Decían que una vez que despertaba, tenías que quedarte ahí hasta que se aburriera y decidiera irse, escogiendo seguir siendo tu esclavo. Por el contrario si decidías irte, la persona de la otra dimensión decide si darte muerte o dejarte sin reflejo. La mejor forma de saber qué es lo que te pasara es buscar dentro de ti la respuesta, qué harías tu si fuera al revés.
Me mantuve por horas mirándola a los ojos. No quería moverme. Nunca creí en esa historia pero ahora que estaba pasando no me gustaba ninguna de las alternativas.
Al amanecer ella seguía ahí y yo moría de hambre y frio.
-¿No tienes hambre? --Pregunté.
Ella solo sonrió de una manera fría y la mantuvo por un rato. Me daba cada vez más miedo. Entonces tome la decisión. Que fuera lo que su voluntad dijera.
--Me voy --avisé cerrando los ojos y dando el paso.
El espejo crujió y se quebró en miles de pedacitos. Me cubrí. Al levantar la vista vi el desastre en mi baño. Tomé un trocito en mis manos, no había espejo, no era vidrio, era hielo.
Subí a abrigarme y al volver el hielo se había derretido. Limpié y comí algo antes de tener que ir a trabajar. Iba a arreglarme, así que tome un espejo para maquillarme, pero no había reflejo en el espejo. Tome mi teléfono para verme en él, pero tampoco había nada. Entonces tome la cámara. Tampoco.
Mi reflejo aún no está. Hagas lo que hagas no te fijes en la frialdad de tu reflejo.a mj
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Relatos de Terror
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