Loco por esa mujer

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Y aquí estoy yo... dejando ir a la mujer más importante de mi vida, a la única que ame, amo y amaré por siempre. Lo que más duele no es ver cómo se aleja, es saber que yo la alejé, que yo la arranque de mí, dejándola sola, completamente sola...

La miro detenidamente, es bellísima. No es tan delgada como se supone debe ser la mujer perfecta, pero vaya que tiene curvas. Es baja, he ahí la razón de que use tacones altos todo el tiempo, aunque ahora está sin ellos. Su cabello es negro brillante. 

Desapareció de mi vista.

Ahora solo queda volver a entrar en la casa. 

--¿Podemos ayudar en algo?

-- Solo sáquenla de aquí. 

Camino a paso lento, nada importa. A punto de llegar a la puerta me arrepiento, cerca hay una plaza, no tardaré más de dos minutos en llegar. Decido ir allí un rato, antes de ir a buscar a mis hijos al colegio, debo tranquilizarme, no sé qué les diré. 

Me siento en una silla al llegar a la plaza... necesito pensar.

―Te amo, más que a mi propia vida. ¡Soy feliz! Feliz... Como nadie lo ha sido, te lo aseguro... Estoy enamoradísima de ti, te lo puedo asegurar. ―Sus ojos brillaban como nunca, era la primera vez que me confesaba su amor.

―Yo también te amo ―dije sonriéndole, feliz por lo que acababa de oír, ya lo sabía pero de su boca era extraordinario.

Llego al colegio a por mis hijos. Pero la directora me impide esperarlos en la entrada, pide hablar conmigo y yo accedo, de todas formas, mis hijos llevan una semana tardándose en salir.

―Tome asiento por favor.

―Usted dira.

―¿A qué ha venido?  

―A por mis hijos.

Ella intercambia unas miradas con el inspector general.

―¿Cómo está su esposa?

Yo no contesto, no entiendo bien para qué me ha traído aquí. 

―¿Está usted escuchándome?

―¿Me trajo para hablar de mi familia?

―Sí.

―Mi esposa no está. 

―¿Dónde está?

―No lo sé. ―Ella anota todo lo que digo―. Se la han llevado.

―De acuerdo. ¿Y sus hijos?

―Estudiando.

Ella hace un gesto de tristeza. Me mira por un momento y asiente con la cabeza.

―¿Resumen? --le pregunta el medico a su costado.

―Ha mejorado, ya sabe que su esposa no está, aun no la asume como muerta, mucho menos sabe que se suicidó, pero ya recuerda que se la llevaron.

―¿Y en cuanto a sus hijos? 

―No, aun no lo sabe. Repite lo mismo de todos los días, ellos están en el colegio y para él, soy la directora. Que no daría por poder hacer más por mi hermano

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