Metalizando vertebras

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Erase una vez una serpiente, que anhelaba a una humana.

Era tanto su amor, que cada día ponía en riesgo su vida para expresarselo. Aunque en vano, siempre regresaba lastimada.

Cierto día, se propuso a alcanzarla, y brindarle una caricia. La mujer alarmada, pidió auxilio a un joven que por allí se encontraba y este tomando partido en la situación, se popuso herir a muerte al ser que se arrastraba. Pero no lo consiguió.

La serpiente, angustiada, perdió sus esperanzas de conquistar a la joven, pues su amor era imposible.

La mujer era granjera, de hermosas curvas, rasgos celestiales, y un pelo que soltaba vida al danzar al compás del viento. En sus tareas diarias, tenia que recoger frutas, la serpiente lo sabía. Por ultima vez se decidió a ir por la mujer que juntaba moras .

Se movió cautelosamente, entre las espinas vio una mora y la tragó. Y continuo hasta donde la mujer. Su cesto estaba casi lleno, faltaba poco para que regresase a su hogar.

La dama se alejo del cesto, y se tomo su tiempo para llenar sus manos de moras, pues quería regresar ya. Al volver al canasto, se topó una vez mas con la serpiente, le resultó familiar; pero no pudo contener su garganta, y soltó un grito que enmudeció todo a su alrededor.

La serpiente se sintió débil, enrroscó su cuerpo en posicion de ataque, pero al contrario, devolvió la mora desde su estomago y la deposito en el cesto. La mujer admirando la extraña situación, pensó en el acto que avistaba. Todo sucedió rápido, el hombre que había escuchado sus gritos se abalanzó con su enorme cuchillo. La serpiente lo vio, y solo pensó en la oportunidad que se le presentaba. Era hora de sentir la piel de la hermosa mujer. Se enroscó rápido hasta sus rodillas, y sintió como su cuerpo era desmembrado por un metal frío. Solo abrió su boca, y beso la piel de la mujer, inyectando aquel amor impuro que emanaba desde adentro. Sintió a la humana fría, como la sangre que corría por sus vertebras, se torno blanca, mientras morían.

Sintió el éxtasis de sus deseos llevados a cabo, pagando el precio, de su acto enfermizo...

Relatos de BenjamínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora