En tus hermosas nebulosas podría perderme día y noche, contando constelaciones imaginarias por horas.
La heterocromía es una de las cosas más bellas en el ser humano pudiera poseer, pues para tener dos nebulosas diferentes en cada cuenca es verdaderamente complicado.
Pero allí estaba el desgraciado, tan estúpidamente hermoso como todos los malditos días, sonriendo con cariño a uno de los omegas más adorables de todo el curso.
—¿¡Enserio Todoroki-kun!? —La voz melosa del peli-verde ipnotizaba a cada ser viviente, además de sus feromonas tan relajantes no pasaban desapercibidas para nadie.
—Por supuesto. —Murmuro en un timbre de voz cariñoso en dirección del pecoso Omega, quien revoloteaba alrededor suyo, como si de una luciérnaga cargada de brillo se tratara.
Midoriya Izuku es uno de los omegas más codiciados de toda la UA, pues sus curvilíneo cuerpo era algo imposible de pasar.
Sus esculturales piernas, tan largas y cubiertas de pecas tal cual polvo estelar, salpicada por todo lo alto y ancho de su lechosa piel, al igual que las cicatrices que portaba, similares a largos cometas que surcaban la galaxia que componía su bello cuerpo.
Su abdomen plano bien trabajado, sin una sola marca de alguna estría, como si aquel niño fuese el ser más perfecto del mundo, con una piel tan bien cuidada, similar una maldita ninfa, tan ficticio y verdadero que quemaba hasta lo más profundo de las entrañas.
Su cadera marcada, junto aún jugoso y bien formado trasero, tan apretable como una estúpida pelota anti-estrés.
Sus brazos finos pero fuertes, con manos tersas cual tela de aterciopelo, con esculturales manos, pequeñas pero poderosas, capaces de destrozar la coraza más dura de un solo golpe.
Ni hablar de su precioso rostro, con cuatro pequeñas constelaciones en cada moflete, con dos surcos rosados y carnosos, tan ajenos y prohibidos. Sería un pecado tan siquiera querer profanarlos.
Para rematar dos joyas brillantes por ojos, tan puros y claros que serían la envidia de cualquier esmeralda que se ozara por retar les. En ellos estaba esculpida la inocencia de un niño ansioso.
Todo Alfa, Beta y Omega del curso tenía muy claro su objetivo, pues debían de proteger a su querida afrodita.
En cuanto a el, aquel alfa que se encontraba a su lado no se quedaba atrás.
Piel lechosa, similar a la nieve recién caída en invierno, tan blanca y pálida que daba la sensación de frialdad misma.
Un cuerpo que podría estar esculpido por la mismísima Atenea y nadie podría renegar eso, debido a que apesar de dar la sensación de frialdad, con ella podría calentarte de las mil y un formas inimaginables.
Sus brazos, tan capaces de sostener montañas sin la mínima posibilidad de sudar.
Tan callado y a la vez tan ruidoso.
Su sola presencia imponía respeto por todas y cada una de las castas por igual. Calentando y enfriando corazones a diestra y siniestra con un solo toque de sus largos dedos.
Para rematar, un rostro que ni el mismísimo cupido pudiese a ver esculpido tan bien, con finos pero sobresalientes labios, de un color pálido pero tan apetecible.
Nariz pequeña pero sin llevar a la exageración, pues su olfato como alfa era algo para destacar.
Su cabello de particular dos colores. Un blanco tan brillante como una esponjosa nube de algodón, mientras que el otro lado era de un escarlata, similar a la lava de un volcán en erupción.
Y de nuevo estaba donde había empezado, observando aquellos bellos ojos desiguales. Portando tan bello zafiro, profundo como el mismísimo mar. Igual que aquel diamante grisaseo, bello de observar. Ni siquiera el diamante en bruto más brillante podría hacerle justicia a aquella mirada cargada de cariño.
Ni olvidar su cicatriz, que lo dotaba de personalidad, haciéndolo ver cómo alguien a quien lastimaron, pero venció sus propios demonios para relucir aquella suave sonrisa.
Ahora estaba el.
Y el no tenía nada de especial.
Cabello desordenado, similar a unas glicinas. Problemáticas y enredadas.
Su cuerpo de Omega no era ni la mitad de lo que era Midoriya.
Tenía un cuerpo bien trabajado, pero por su estilo de entrenamiento se asemejaba más aún aburrido beta de lo que le gustaría.
No tenía unas curvas tan pronunciadas, apenas y podía distinguir la de su pequeña cadera.
Lo único que podía agradecer era su elasticidad, pues era superior en ello entre todos sus compañeros.
Su rostro era pálido, con una pequeña cicatriz en su quijada que se había ganado después de patrullar con su padre Omega durante sus pasantías.
Su mirada en comparación con aquel Omega perfecto era desastrosa, pues estaba cargada de cansancio, a diferencia de su compañero que revoloteaba de vida.
Tenía bolsas por párpados, casi se podría decir que era un mapache morado, solo que a diferencia de oler a basura, el olía a uvas.
El no era nadie en comparación de sus compañeros, al menos ellos tenían la fuerza necesaria para hacerle frente a los villanos.
Así que sin poder contener mucho su mirada la tuvo que arrancar de los luceros brillantes de su compañero, porque si seguía acosandolo de tal manera de seguro no tardaría en darse cuenta.
Buenos días/tardes/noches gente bonita :'D
Primer aviso;
Vamos a sufrir mucho, así que vallan por sus pañuelos.¿Les soy honesta? No sé de dónde salió el shipp, simplemente me dieron ganas de escribir algo fuera de lo común... :b
Se podría decir que soy multi-shipper *c encoje de hombros* hay que aprovechar lo que Horikoshi-sensei nos da xD
Cuídense mucho.
Laven se las manos.
Tomen awa.
Usen alcohol (y no para tomar.)
Sayonara.🌺Escrito: 02/10/21
Publicado: 80/10/21
Editado: ¿?
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Impulse. [Omegaverse.]
FanfictionImpulsó. El impulso es todo lo que uno necesita para dar un primer paso, un primer trote, aquella primera palabra. Todo gracias al impulso previsto de nuestros músculos y corazones. -Yo te amo. -Murmuro entre llorozos, pudriéndose entre aquel pertur...