Yamaguchi estaba otra vez solo en su casa, en la noche, rodeado de apuntes de la universidad. Corazón roto o no, los finales no perdonaban y si quería recibirse debía estudiar con ganas para aprobarlos. Marcó algunas páginas y suspiró con desgano. Pensó que quizás si comía algo lograría distraerse, así fue como se levantó y se preparó un refrigerio; regresó a su asiento y continuó pasando páginas. Logró concentrarse unos minutos pero luego su cabeza volvió a divagar. Casi automáticamente sacó de algún lugar una bolsa de papas fritas y comenzó a comerlas con la firme intención de, esta vez, si prestar atención a las definiciones impresas en las páginas. Pronto descubrió que lo único que estaba haciendo era engordar y no estudiar. Apartó la bolsa metálica de su vista e inmediatamente cerró los libros con gran estruendo. Suspirando resignado caminó hasta su habitación, dejándose caer en la cama desecha. Frotó un poco su cara con sus manos como intentando desaparecer todos sus pensamientos. ¡Cómo odiaba la idea de ver a su amor casado y viviendo una vida de pareja lejos y sin él! ¿Por qué no podía ser él quien fuera dueño del corazón de Tsukki? ¿Por qué no podía quererlo? Hubiera hecho todo y más con tal de que le mirara sólo un segundo con amor. Pero la vida no era justa, nunca lo sería y debía entender que no existiría historia de amor entre él y Tsukki. Se acomodó un poco en la cama, apoyando su cabeza en la almohada. Las lágrimas que había reprimido todo el día comenzaron a brotar sin importar cuánto se esforzara en secárselas, al final dejó que corrieran con libertad y lloró en silencio hasta quedarse dormido.
Podía escuchar un sonido a lo lejos, como si alguien estuviera martillando madera, pero nada a su alrededor le indicaba que estaba en una carpintería, con curiosidad se acercó cada vez más al origen del sonido, de repente un sonido lo alertó en sus espaldas y giró bruscamente su cabeza. Lo siguiente que supo fue que comenzaba a despertar con un dolor terrible en su nuca, el sonido que lo había molestado en sueños continuaba sonando, ahora entendía que era el timbre de llamada de su celular. Demasiado dormido, alcanzó como pudo el celular para detener el sonido que hacía dolerle incluso más la cabeza.
-¿Bueno?
-Yamaguchi, ¿estás bien? Hace rato que estoy golpeando la puerta y no me atiendes.
Tadashi se levantó de golpe, haciendo resentir mucho más la incómoda jaqueca.
-Sí, si estoy bien.
-Ábreme, entonces.- Inmediatamente cortó la llamada.
Mareado se levantó, resintió en todo su cuerpo las cosquillas que se presentan cuando sientes calambres por haber dormido en una posición incómoda y caminó lentamente a la puerta; la abrió sin pensar mucho. Tsukki, del otro lado de la entrada se sorprendió al verlo.
-¿Estás bien?
-Si, si lo estoy.
-¿Puedo pasar?
-Si, si por supuesto.
Tsukki entró al minúsculo apartamento, era la primera vez que estaba allí, sin mucha ceremonia se sentó en la única silla disponible que encontró. Yamaguchi, en el medio del revoltijo que resultaba ser su cabeza en estos momentos, estaba avergonzado de lo pequeño y modesto lugar donde vivía. Pero antes de adentrarse aún mas en pensamientos de ese tipo, le golpearon otro tipo de ideas. La imagen de que Tsukki venía a decirle que adelantaban la fecha de casamiento o algo similar que los separara mucho antes de lo que él planeaba le aterraba, quizás hasta venía a traerle la invitación. Sintió un nudo formándose en la garganta, esperaba que se fuera pronto no deseaba llorar enfrente de él, porque no podría mentirle cuando le preguntara la razón. El silencio por primera vez incómodo que se alargaba entre ambos daba la razón a Yamaguchi, al final decidió ser él quien hablara primero.
-¿Cómo supiste que estaba...?
-¿Estuviste llorando?
Yamaguchi se calló de golpe y lo miró en silencio con asombro, no había consultado a un espejo sobre su apariencia, no tuvo tiempo, pero había olvidado que durmió llorando y que podía tener restos de lágrimas secas en sus mejillas. Con toda la frialdad que pudo reunir sonrió y trató de inventar una excusa lo suficientemente creíble para que Tsukki dejara de interrogarle por ello.
-Es por una estupidez, desaprobé una materia para la que había estudiado mucho y lloré de frustración.- Tsukki lo miró en silencio sin aceptar ni volver a preguntar sobre la cuestión, en cambio, movió la cabeza hacia un costado, luego volvió a hablar.
-Le pregunté a la Reina donde vivías, necesitaba verte.
-Entiendo...-El silencio volvió a aparecer entre ellos como una manta pesada, demasiada incluso para aquella fría mañana. Tsukki fue quien lo rompió esta vez, hablando mientras se levantó de la silla de hierro que acompañaba la mesita pequeña de vidrio.
-Deshicimos nuestro matrimonio, bueno, Lara lo hizo.
-Oh...
-Creo que fue lo mejor, la verdad es mientras más la conocía menos ganas tenía de casarme con ella. Y ella..., opinaba de cierta forma igual.
-Lo... lo siento.
-No lo hagas, está bien. Nos separamos en buenos términos. Y además nuestra relación ni duró una semana, en realidad no teníamos una relación, ni siquiera nos besamos... ¿Qué mierda hago hablando de estupideces ahora? No es eso a lo que realmente vine a tu casa.
Yamaguchi observaba por primera vez a Tsukki contrariado y hablando demasiado, era extraño en él que siempre cuidaba de no derrochar palabras o energías en cosas que no eran importantes. Tsukki se levantó, sorprendiendo a Yamaguchi, acercándose lentamente a Yamaguchi, le tomó de sus manos y le dijo algo que nunca en su vida esperó oír de esos labios.
-Te quiero.-Su cabeza, inclinada mirando a las manos blancas salpicadas de pecas, evitaba mirar los ojos de Yamaguchi, que estaba demasiado impresionado por decir nada.-Esa es la razón de por qué estoy aquí. Lara lo notó incluso antes que yo, por eso rompió el compromiso. Todo el día de ayer estuve pensando en cómo me sentía, por ti, por los demás, por todo lo que me pasa. Y llegué a la conclusión de que te quiero tanto que no puedo imaginar mi vida sin ti. Si no te tengo pienso que moriría de pena al verme tan solo. Y debo de reconocer que no sé lo que es el amor, nunca lo sentí por nadie, pero cuando pienso en ti, Tadashi, no encuentro defectos insoportables, ni situación en la que te pueda odiar. Te quiero, te quiero con todo mi corazón y quiero seguir queriéndote hasta el fin de mis días, le guste o no a la gente a mi alrededor, porque ninguna opinión es tan importante como la tuya ni nadie me hace sentir tan feliz como tú. -Al terminar esta frase levantó la mirada, allí descubrió las lágrimas acumuladas en los ojos de Yamaguchi, quien intentaba con fuerza no soltarlas, tragando con todas sus fuerzas la saliva y el nudo en su garganta. Tsukki levantó una de sus manos acariciando la mejilla de Yamaguchi, al tiempo que una lágrima resbalaba y se perdía en el cuello. Tadashi sentía un revoltijo de sensaciones en su interior y casi podía apostar que Tsukki podía leer con toda facilidad a su corazón; la mirada que le dirigían esos bellos ojos azules era tan intensa que sentía no poder sostenerse en sus propios pies. -De verdad, te quiero. Y quiero aprender a amarte bien, respetarte, entenderte y aprender a resolver nuestros conflictos. No quiero estar lejos de ti.- Suspiró, se alejó un paso sin soltar sus manos y le sonrió pequeñito con miedo, era una expresión que Yamaguchi nunca había visto en su cara. -Estoy dispuesto a esperar todo el tiempo que necesites para responderte, y entenderé si no quieres volver a verme o si te parezco desagradable, te aseguro que desapareceré de tu vida si es lo que quieres...
-No, no... no quiero eso...-Fue lo único que pudo decir, temblando, Yamaguchi.
-Entonces... esperaré tu respuesta. Tómate todo el tiempo que necesites...
-Mi respuesta es sí.-Incluso años después de recordar este día Yamaguchi nunca entenderá de dónde sacó fuerzas para responder en ese mismo instante sin que se le quebrara la voz. -Te amo. Te he amado desde el día en que te conocí. Y ahora que me dices esto, sé que te amaré hasta el día en que muera.
A los ojos de Yamaguchi, la cara de Tsukki pasó por varias facetas: primero se sorprendió, luego mostró alivio y finalmente sonrió ampliamente, todo en pocos segundos. Seguidamente pasó una mano sobre la cabeza de Yamaguchi y le besó con la intensidad que puede tener un momento tan importante para dos amantes. Yamaguchi, en la cúspide de su felicidad dejó brotar con toda tranquilidad las lágrimas saladas. Sabía que habían demasiadas cosas de qué hablar, cosas que aclarar y cuestiones en las que le debía honestidad. Y aunque era imposible predecir el futuro incierto que lo esperaba, su corazón le dictaba que todo estaría bien, que no existiría batalla demasiado dura ni examen demasiado difícil si Tsukki estaba a su lado.