I: My Only Angel

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    Su carro avanzó, pero no con la velocidad de siempre, esta vez iba despacio, no sabía la razón del por qué está acción.

    Cada vez que se acercaba a aquella librería tan familiar bajaba la velocidad, se sentía nervioso y, a pesar de que llevaba más de 6000 años sintiendo lo mismo, no lograba descifrar cómo controlarse a sí mismo y mentirse de que no sentía nada, y aquel ser dentro del edificio no causaba nada en él.

    Estacionó el auto justo afuera, y entró sin siquiera tocar la puerta, era una librería, por favor, no había una regla que le obligará a hacerlo, fue hacia la oficina donde se encontraba aquel ángel sentado leyendo un libro con un florero en la pequeña mesa que estaba a un lado, las flores que contenía eras muy preciosas, bellísimas, pero a nuestro demonio no le importó absolutamente nada, la verdad ni siquiera les vio.

— ¿Qué estás leyendo, angel? —se acercó a la botella de vino y se sirvió una copa.

—Oh, es libro romántico, no creo que te guste. —Aziraphale cerró el libro y volteo a ver a Crowley.

— ¿Por qué lo piensas?

—No son la clase de cosas que leería un demonio. —le dio un vistazo desde arriba hacia abajo y viceversa, con una mirada que juzgaba al pelirrojo.

—Claro, nosotros sólo leemos destrucción y sufrimiento. —habló con sarcasmo en su tono, más el de pelo rubio pareció no notarlo.

—Era de esperarse, es lo único en lo que piensan y lo único que causan. —Crowley lo vio por encima de las gafas y luego volvió a subir la mirada como siempre lo hacia.

—Ni siquiera leo.

    El pelirrojo se sentó en el sofá que se encontraba en la misma habitación y paso su brazo derecho hacia el respaldo estirándolo, se quedó mirando al ángel que se había levantado a  guardar su libro con un separador que indicaba justo donde se había quedado y agarraba la taza de porcelana blanca con una agarradera en forma de alas, vaya, era muy linda, casi nunca había puesto atención a los detalles de la taza que se encontraban ahora en las manos de Aziraphale, su mirada paseaba atentamente sobre la taza hasta toparse con los dedos cálidos que la sostenían para que no cayese al suelo y se rompiera, a pesar de que el ángel había tenido un anillo en su dedo meñique por muchos años, Crowley apenas puso atención, le quedaba realmente bien, le daba un toque de delicadeza y dulzura. Aziraphale se sentó justo donde estaba anteriormente.

    Los ojos ámbar del demonio tapados por los cristales entintados de un color negro veían con amor los iris azules de aquel ser celestial enfrente de él, sentía cómo su corazón palpitaba como si estuviese corriendo por una carretera infinita, sólo se veía pavimento grisáceo que nunca acababa, lo único que quedaba es seguir corriendo, su mente parecía estar flotando en un espacio lejano a millones de años luz separada de donde se encontraba.

    Anthony sentía la necesidad de ser correspondido, mas también sentía el miedo de ser rechazado y alejado al demostrar sus sentimientos, era por eso que llevaba mas de seis mil años sin decir ni una sola palabra al respecto, aunque había cosas que compartía con Aziraphale nunca se permitiría expresarse débil o mostrar demasiadas emociones, no era algo propio de un demonio.

   Se permitió seguir apreciando la aquella luz que resplandecía en el contrario, esa belleza que llenaba su triste y solitaria alma, oír aquella tranquila voz en una tonalidad aguda, pero no demasiado, era una voz que estaba en la tonalidad perfecta, esa voz que estaba en los perfectos Hertz que nunca te cansas de escuchar.

    Era un momento mágico, siempre lo era, él hacía que fuera así.

    En ese mismo instante Crowley no soporto más el no tener esas cálidas manos del ángel encima de las suyas y esos labios carmín fuera de su alcance, se paró en un movimiento rápido, y le beso, tomando sus manos delicadas dejo aun lado la copa y la taza el la mesita del florero del principio, Aziraphale se sorprendió, pero le correspondió a ese beso lleno de sincero amor, les hacía bastante falta a ambos, era lo único que completaba la vida del otro, ellos se completaban.

   Se separaron para poder ver los ojos del contrario, Aziraphale le quitó los lentes para poder ver ese color amarillento que tanto le gustaba, no sabia que por culpa del demonio ahora amaba esa tonalidad, era la única que le gustaba entre todos los tonos habidos y por haber. Sonrieron. Se acariciaron las manos. Se volvieron a besar.

— ¿Crowley, estas bien?, ¡¿Crowley, me oyes?!, ¡Oye me estas preocupando! —el rubio, quien ya no estaba sentado, sino hincado enfrente de Anthony, comenzó a alzar la voz con inquietud cerca de la cara del pelirrojo que ni siquiera le veía.

—Sí... perdón estaba... pensando... 

—Crowley, ¿seguro que estás bien?¿pasa algo?

—No, todo esta bien, ángel, gracias...—el mencionado se alejo parándose enfrente de él con cara de inconformidad, sabía que él no solía estar así, y estos días había estado un tanto extraño, miraba a la nada como si hubiera algo ahí, y parecía no escuchar nada, de verdad le estaba preocupando—Eh, creo que tengo que irme, podría aparecer algún superior tuyo y nos pueden ver, hasta luego, Aziraphale. —se levantó dejando la copa casi llena y se fue por la misma puerta por la que entró, el más chico de estatura le vio desde la ventana como se subía al Bentley y se iba a 144 kilómetros por hora.

   Anthony J. Crowley lo había hecho de nuevo, otra vez había estado fantaseado con Aziraphale mientras estaba con él, de verdad ya no sabía cómo dejar de hacerlo, era la cuarta ocasión que le pasaba, estaba harto de no poder controlarse, siempre arruinaba sus salidas con su amigo por su misma culpa, pensaba que si se alejaba por unas pocas semanas de él estaría mejor, pero empeoró, lo extrañaba mucho y se aburría en su soledad, intentó el dormir, pero siempre que se dirigía a su habitación veía aquel termo casi vacío que nunca fue devuelto a su dueño, terminaba por agarrarlo y dormirse abrazando aquel recipiente, porque sólo así se sentía cerca de él, no soportó más y fue con el ángel, más acababa huyendo a los pocos minutos de estar con él.

   Al llegar regó sus plantas y se desquitó con ellas una y otra, y otra, y otra vez, se sentó en su escritorio, pensó en prender la televisión, más prefirió no hacerlo, miro el teléfono, la imagen del rubio paso por su mente, haciéndole pensar en llamarlo, más se resistió a hacerlo, se dirigió hasta la pintura de La Gioconda y la quito, dejando ver su caja fuerte, de esta sacó un pequeño cuaderno, no tenía nada de especial, a excepción de unos cuantos escritos, eran más bien unos poemas y dibujos, lo abrió justo después de una ilustración a puro lápiz donde se detallaba bastante bien la sonrisa de Aziraphale, esa misma sonrisa que le dio a Crowley cuando le quitó la mancha de pintura, aquella que le dio junto con un "gracias", la siguiente página estaba en blanco, con un chasquido apareció una pluma y comenzó a escribir.

Usted me gusta.
Lo que siento por usted es inefable
Usted dulce cómo una fruta
Y no sé qué hacer para que usted me hable.

Robaría el anillo de Saturno
Para que vea que en su dedo
Se le ve más bello.
Y para que note que mi amor es genuino.

Todas las estrellas del vuelo pordira bajar.
Para que ninguna luz, su sueño
Pueda perturbar.

¿Robar todas las flores?
¿O decirle todos mis amores?
¿Dedicarle mil poemas?
¿O cantarle en todos los idiomas?
Cómo le digo...

Que usted me gusta.

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Nota del autor
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El poema no es mío, se llama "Usted me gusta" de Varali, su cuenta de Tiktok es @imvarali, todos los créditos correspondientes de su poema.

P O E M A SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora