“Solo muere quien es olvidado”.
-¿Cómo…cómo que se va a morir? -le preguntó Peter, pálido como un fantasma. Sirius apretó los puños para mitigar su angustia.
-No lo sé, Peter -murmuró con la voz temblorosa-. Es solo que…solo que…-sacudió la cabeza frenéticamente-. ¡No sé por qué! Pero Remus nos necesita y nosotros estamos tardando demasiado…¿De verdad que no lo notáis? -volvió a preguntar con la voz rota.
-Yo…no sé, Sirius -respondió James, mirándolo lleno de miedo-. No…no me siento a gusto aquí. Es como si no debiera estar en este lugar si no en otro lado… -explicó, moviendo mucho las manos.
-¿…como si alguien necesitase tu ayuda? -intervino Peter, tirándose del flequillo. James asintió. Sirius no lo había visto tan preocupado desde que se había dejado el caldero haciendo la broma. Los tres se miraron y echaron a andar a paso ligero. «Ya voy, Remus» pensó, mirando el horizonte nublado.
-Aquí hay algo que no huele nada bien, Alex -murmuró Clarisse a su hermano, en voz baja para que no se enterasen los niños. El hombre observaba los lindes del bosque con el ceño fruncido, como si algo no acabase de gustarle.- ¿Por qué viviría la mujer en la casa en la que murió su hermana? -él negó con la cabeza.
-No lo sé. Pero sinceramente, Clarisse las cosas empiezan a encajar -ella lo observó, interrogante. Él le hizo un gesto para que se acercase-. Antes de que sucediera lo de los Lupin, había varias casas cerca de la vivienda. Quiero decir, no eran demasiados pero había gente que vivía cerca. Cuando…cuando Danna y John fallecieron Casiopea se quedó a su cargo.
-¿Qué tiene de raro eso? Es su sobrino.
-Lo sé, lo sé pero hay varias cosas que no cuadran. Para empezar, según lo que he podido averiguar, Casiopea se enamoró de John pero él nunca la correspondió puesto que estaba enamorado de Danna. Según sus compañeros de casa, la mayor de las Sallow no volvió a ser la misma: se volvió amargada y rencorosa, por no decir que no trató a su hermana cómo antes. Cuando Remus nació, la nombraron madrina del niño pero ella ni siquiera se presentó a la ceremonia -le contó al oído-. Ella no le tenía mucho cariño a los Lupin pero cuando murieron se quedó con Remus.
-Quizás se arrepintió -susurró ella, al oído de su hermano.
-Quizás, Clarisse pero…no acaba ahí. Resulta que un año después de la tragedia los vecinos de los Lupin desaparecieron.
-¿Cómo que desaparecieron?
-Se esfumaron: sus casas y sus pertenecías. No quedó nada. El ministerio empezó una investigación pero ninguno de los familiares de los desaparecidos los recordaban. No los habían hechizado -le explicó con el semblante serio-. La única casa que quedó en pie fue la de los Lupin. Interrogaron a la mujer y al parecer ella declaró que no vivía nadie además de ella y su sobrino a kilómetros. El Ministerio pensó que los familiares de los desaparecidos eran demasiado mayores como para acordarse de que se habían mudado o algo así. Eran todos ancianos con más de noventa años.
-¿Insinúas que Casiopea estaba relacionada con las desapariciones?
-Puede ser.
-Pero…¿en qué afecta eso en el caso de Remus?
-En que Remus, Clarisse, estamos aquí por un posible caso de maltrata infantil. Madame Pomfrey señaló que: «tenía unas extrañas marcas redondeadas que no parecían causadas por las transformaciones». Además de que nadie sospeche de esto a parte de nosotros porque ya no hay nadie que pueda sospecharlo -su hermana palideció.
-¿Quieres decir que…?
-Que creo, Clarisse, que la bola detrás de todo esto es más grande de lo que nosotros pensamos -la mujer se llevó la mano a la frente.
-La meterán en Azkaban de por vida, Alex. ¿Qué va a ser de Remus?
-No lo sé, Clarisse. Yo no puedo quedarme con él. Connor trabaja fuera y yo estoy siempre metido en algún caso. Si se le diese en adopción descubrirían que es un licántropo y probablemente no lo dejen ir a Hogwarts: lo tratarán como a un monstruo y Remus es lo más alejado a un monstruo que vas a ver jamás -musitó pasándose las manos por el pelo. Su hermana se crujió los dedos, nerviosa.
-Yo puedo quedarme con él, Alex. En mi casa hay sitio para él y su…problema -expuso mirando hacia el horizonte.
-Estarías sola cuando se transforme.
-Eso no importa.
-De todos modos iré a echarte una mano las primeras veces. Estaría en un sitio nuevo y no creo que al lobo le guste demasiado.
•. •. •
Sirius no supo cuánto tiempo estuvieron andando hasta llegar a la casa. A medida que se acercaron a la vivienda su angustia se había transformado en terror y dolor, como si le estuvieran haciendo mucho daño. Fue consciente por primera vez desde hacía semanas que no era la primera vez que se sentía abrumado: ya en casa se había sentido incómodo pero el siempre lo había alegado a la presencia de su madre. Ahora era que se daba cuenta, delante de la puerta de aquella casa a los lindes del bosque, de que el culpable era Remus.
Una fina lluvia había comenzado a ver, colándose entre la ropa, haciendo que la moral del grupo decayera todavía más. Peter tenía los ojos enrojecidos de llorar; James parecía espantosamente asustado pero, lo que más conmocionaba eran los ojos grises de Sirius, revueltos como las nubes de tormenta, rotos por el dolor y aterrados, como si él supiera lo que se iban a encontrar ahí dentro. Clarisse y Alexander estabas en silencio, mirando la puerta en un silencio fúnebre.
El señor Jonas les hizo un gesto para que estuvieran callados. Por un momento solo se escuchó el sonido de la lluvia cayendo al suelo y los truenos retumbando furiosamente, cada vez más cerca. Tras unos minutos de silencio se escuchó un grito desgarrador de dolor. No se percibía claramente, si no como si amortiguaran el sonido con una almohada. El corazón de Sirius dejó de latir por un momento. Los ojos se le llenaron por enésima vez de lágrimas de rabia y frustración porque Remus estaba sufriendo y él no podía ayudarlo todavía. Sin importarle lo que el auror les hubiera indicado aporreó la puerta como un animal rabioso, fuera de sí.
-¡Sirius! -exclamó Clarisse intentando apartarlo de la puerta. Pero el la apartó de un empujón con los ojos llenos de odio. Jonas lo agarró por la cintura y lo distanció de la puerta porque si seguía golpeando la puerta con los puños iba a partirse los nudillos. Un hilo de sangre corría por las manos suaves del niño pero ni siquiera se percató de eso: solo podía pensar en que Remus lo necesitaba y aquel hombre no le dejaba ayudarlo. Fue vagamente consciente de que la mujer agarraba a sus dos amigos de las muñecas para que no siguieran su ejemplo.
-¡SUÉLTEME! -rugió dando manotazos al aire.- ¡Usted no lo entiende! ¡REMUS ME NECESITA! ¡NOS NECESITA! ¡Le prometí que estaría ahí, Y NO ESTOY! -chilló sacudiéndose furiosamente. La mirada del auror se encontró con la del niño. Rabia, angustia, desesperación, odio, dolor y un profundo asco por sí mismo que le partió el corazón. Hubo un punto en el que viéndolo sufrir así el señor Jonas se preguntó cómo de profundo era el cariño entre aquellos niños.
Entonces, la vieja puerta de madera se abrió con un crujido y por un pequeño hueco asomó la nariz de una mujer que los miraba irritada y desconfiada. James, Sirius y Peter se quedaron momentáneamente quietos y observaron a la mujer rabiosos: nunca entendieron como lo supieron, pero aquella mujer era la causante del sufrimiento de su amigo. De un tirón de apartaron de ambos adultos y empujaron la puerta para entrar.
-¡¿Qué creéis que estáis haciendo?! -chilló la mujer, con una nota de miedo en la voz. Antes de que pudiera dar un paso, Clarisse la agarró con férreamente por la muñeca.
-Señorita Sallow, háganos el favor de no formar tanto alboroto.
-¿Yo? ¡¿Causar alboroto?! ¡Son ustedes los que se han aparecido en mi casa sin mi consentimiento! -se indignó, intentado deshacerse del agarre de la mujer.
-Sí que tenemos un motivo -la mujer sacó una tarjeta del bolsillo de la túnica-. Clarisse Jonas del Departamento de Defensa. Él es mi hermano, Alexander Jonas, del Departamento de Aurores y antiguo profesor de Remus de Defensa Contra las Artes Oscuras. Me imagino que se hace un ligera idea de lo que estamos haciendo aquí y que sí que tenemos permiso para entrar en su casa -los ojos de la mujer se estrecharon hasta ser dos finas rendijas.
-¿Ha hecho algo mi Remus? -preguntó con voz dulce.
-Oh, no. Pero tengo una pregunta para usted, señorita Sallow, ¿ha hecho usted algo que quiera contarnos? -inquirió Jonas, dando un empujón suave a la puerta y entrando a la casa.
Sirius estaba dando vueltas por el salón, buscando debajo del sofá y detrás de los muebles. James y Peter habían desaparecido de la vista. La casa estaba totalmente cerrada y llena de polvo, como si no la limpiasen desde hacía años. El aire era pesado: resultaba difícil de respirar. Por toda la vivienda se podía percibir un extraño olor a putrefacción. Sirius no tenía ni la más remota idea del por qué de aquel olor pero, al parecer, el señor Jonas sí.
-¿Dónde está, Remus? -le preguntó con voz aguda. Tenía la cara contorsionada por el pánico cosa que puso a Sirius todavía peor. En ese momento, James hizo presencia el la estancia, seguido de Peter, con la cara desencajada.
-H-huele…huele a sangre -musitó con la voz temblorosa. Clarisse lo miró, sin poder creérselo, blanca como la tiza. Al niño Black se le cayó el mundo encima. Los ojos se le llenaron de gruesas lágrimas que empezaron a caer despacio por sus mejillas. Echó a correr escaleras arriba, llamando a Remus a gritos sin poder creerse que pudiera estar muerto. Escuchó vagamente como Jonas le preguntaba de nuevo y la mujer guardaba silencio. Dio vueltas por toda la casa, buscando a su amigo cada vez más asustado. Porque Remus no podía morir. Si él se iba no se lo perdonaría nunca. Porque sería por su culpa. No encontró ni rastro de su amigo por lo que se escondió debajo de la mesa y se echó a llorar de la desesperación. Si no podía encontrarlo, ¿cómo iba a protegerlo? «Si te pasa algo, Rems, te juro que la mato» se prometió con los ojos brillantes a causa del llanto. En ese momento, se pareció más a un Black de lo que le habría gustado: con los característicos ojos grises, carentes de la calidez que los envolvían normalmente y llenos de promesas de venganza. Claro que él no se dio cuenta en ese momento de que se parecía más a los Black de lo que le hubiera gustado admitir.
-Ven, Sirius -lo llamó Jonas cuando lo encontró debajo de la mesa del comedor. Tiró de él suavemente y lo llevó hasta donde estaban los demás. Peter se había agarrado al brazo de James y se había puesto a llorar del desconsuelo. James intentaba mostrase fuerte aunque le temblasen las manos y tuviera la nariz enrojecida de llorar.
Clarisse sacó un pequeño lagarto de color grante de su bolsillo. El reptil abrió los ojos, negros como el ébano y los observó inteligentemente.
-Vamos, Aima -le susurró la mujer al animal, el cual saltó de su mano y correteó por el suelo.
Sirius siguió al lagarto sin dudarlo. Aima subió por la escaleras rápidamente hasta el segundo piso. Sus ojos giraban enloquecidos, como si quisieran ver muchas cosas al mismo tiempo. La comitiva lo persiguió por un largo pasillo pobremente iluminado. Al final de este, el lagarto trepó por la pared y se quedó quieto en un punto del techo.
-Súbeme ahí, Clarisse -le pidió Jonas. Ella hizo un movimiento con la varita y elevó a su hermano hacia el animal, abajo la mirada ansiosa de los tres niños.
Alexander palpó la superficie: había un pequeño tirador del color de la pintura muy difícil de ver desde el suelo. Él tiró de el objeto, dejando ver un hueco por el que se accedía al desván.
-Súbelos aquí -le pidió a su hermana, antes de deslizarse por la oscura abertura. Ella movió la varita y los subió.
Cuando se metieron por el hueco Sirius pensó que el corazón le iba a estallar del dolor. No veía dónde estaba, pero Remus se encontraba en la estancia. Los ojos le lloraron por la cantidad de polvo. Olía fuertemente a cerrado y a animal sucio. Las esquinas picudas apestaban desagradablemente a orina y excrementos que, a juzgar por el olor, no debían tener mucho tiempo. La habitación estaba completamente a oscuras por lo que no era capaz de distinguir lo que había a su alrededor. No se escuchaba nada salvo una respiración entrecortada, como si le estuviesen aplastando los pulmones, y sollozos ahogados como si el autor de aquellas lágrimas no quisiera que lo escucharan.
Jonas palpó la pared con torpeza, buscando el interruptor de la luz. Cuando se iluminó la estancia, Sirius deseó que la luz siguiera apagada.
Las paredes y el suelo estaban llenos de sangre y marcas de garras, como si un animal herido hubiera intentado escapar de su cárcel para asesinar a su agresor. No había muebles puesto que todos habían quedado reducidos a montones de astillas.
-¡Santo Merlín! -chilló Clarisse, horrorizada, cuando vio el cuerpo de Remus.
Sirius, James y Peter se precipitaron hacia él, sin poder creerse que aquel fuera su amigo. Su cuerpo semidesnudo estaba cubierto de sangre que brotaba de monstruosas heridas llenas de pus y astillas. El ojigris lo miró casi sin verlo, con el corazón partido en dos. Deslizó la mano hacia la frente de su amigo la cual estaba caliente al tacto. Lo que más hirió a Sirius fue escucharlo llorar y suplicar a su tía que no le atizara más. La imagen de ver su cuerpo destrozado hizo que quisieran arrancarse el corazón para dejar de sentir dolor.
Lo cogió delicadamente en brazos apartándolo de la mugre del suelo.
-¿Rems? -lo llamó con suavidad, intentando no echarse a llorar. Él dirigió sus ojos enloquecidos hacia el niño.
-¡N-no! -chilló, muerto de miedo.- ¡N-no más, por favor! ¡M-m-me duele! S-si me dejas t-te p-prometo que m-m-me i-iré -sollozó intentado alejarse de Sirius como si él fuera el causante de sus mayores pesadillas.
-Remus, colega, somos nosotros: James, Sirius y Peter -le dijo con surcos de lágrimas en las mejillas. Él niño se quedó quieto un momento como si estuviese buscando en su memoria quienes eran. Súbitamente se echó a llorar.
-¡No! ¡No t-tenias que v-ver! ¡Tonto! -gritó golpeándose en la cabeza. Sirius lo agarró de las muñecas para que no se hiciera daño. Entonces Remus abrió mucho los ojos y clavó la vista en los nudillos ensangrentados de Sirius. Se quedó mirándolo muerto de miedo para luego comenzar a agarrarlo de las manos y mirarlo con ojos suplicantes-. ¡N-no! ¡L-lo siento m-más! -sollozó limpiando la sangre de sus manos con las suyas.- ¡N-no lo h-h-hare más, l-lo prometo! ¡No…no me d-d-dejes s-solo…! -entonces Sirius comprendió de golpe que su amigo pensaba que él le había causado las heridas de las manos. Quiso que Kreacher los castigara por eso.
-Remus -intentó detenerlo pues se estaba manchando de sangre las manos.
-¡No! ¡T-tengo q-que c-curarte! -sus ojos estaban desenfocados, como si estuviera viendo una alucinación.- ¡No puedes morirte! ¡N-no puedo d-dejar que t-te mueras c-como m-mamá y p-papá! No puede ser m-mi culpa o-otra v-vez -susurró cogiéndole la cara y limpiándola de sangre que no estaba allí. Sirius no pudo soportarlo más: la angustia de aquellas semana sin respuesta estallaron en aquel momento como un torrente de aguas desbordadas.
-N-no llores -musitó Remus con los ojos desenfocados limpiándole las lágrimas manchándole la cara de sangre-. T-te voy s-salvar y-y vamos a i-ir con J-James y P-Pete a H-Hogsmade c-como q-querías -le prometió con la voz temblorosa.
-Yo…yo solo quiero que tú…que tú dejes de llorar -susurró antes de desmayarse.
-¡NO! -sacudió a Sirius fuertemente de la camisa echándose a llorar.- ¡N-no! ¡M-m-me lo p-prometiste! M-m-me p-prometiste…m-me prometiste q-que e-estarías c-conmigo… -susurró mientras las lágrimas caían sobre el rostro inconsciente de Sirius. James y Peter se habían quedado quietos, incapaces de reaccionar. Lo único que les hizo volver a la realidad fue el gritó de dolor de Remus al pensar que había matado a Sirius.
Potter vio como el cuerpo de Remus temblaba con cada uno de sus desgarradores gritos de dolor. Él, que tenía el cuerpo destrozado mecía el cuerpo inmóvil de Sirius mientras susurraba algo de una promesa. James giró la cabeza hacia Jonas con los ojos llenos de lágrimas.
-Ayúdelo -le pidió al profesor el cual no parecía consciente de que había empezado a llorar-. Ayude a Remus.
Clarisse se levantó y se agachó junto a Remus. Alzó la mano para intentar tocar la cabeza de Sirius pero el licántropo la apartó de un manotazo. La mujer giró la cabeza y lo que vio le puso los pelos de punta. El niño la observaba con un brillo salvaje brillando en sus ojos hinchados a causa del llanto. Le enseñaba los dientes como si estuviera dispuesto a atacarla.
-No toques a Sirius -susurró con un gruñido feroz. La mujer retrocedió un tanto y le dirigió una mirada a su hermano. Él se levantó y se acercó mientras Remus mecía a Sirius en brazos. No iba a soltarlo. Tampoco le iba a dejar acercarse demasiado. Clarisse se acercó rápidamente y le clavó una aguja en el cuello al niño. A él se le tensaron todos los músculos del cuerpo. Miró a Jonas acusadoramente y abrazó más fuerte a Sirius.
El hombre se percató de que se colocaba frente a sus amigos, como si quisiera protegerlos.
-Remus…suelta a Sirius. Tenemos que irnos para curarte
-No. No voy a irme. Me voy a quedar con Sirius. Tengo que limpiarle la sangre -gruñó con la voz rota.
-Sirius no está muerto, Remus. Solo está inconsciente.
-¡Mentira! N-no lo escucho respirar -susurró abrazándolo más fuerte.
-Necesitas descansar. Verás como Sirius está bien -le dijo Clarisse creando una sonrisa forzada.
-No necesito descansar. Necesito limpiarle la sangre. Necesito que te vayas y no me molestes.
Ambos hermanos se miraron y cruzaron una mirada de entendimiento. Se abalanzaron sobre el niño y lo separaron de su amigo.
-¡NO! ¡SUÉLTAME! ¡SIRIUS ME NECESITA! -rugió dando manotazos a Jonas. Clarisse se acercó por detrás con los ojos anegados de lágrimas y volvió a clavarle un sedante más fuerte. Esta vez, el niño puso los ojos en blanco y se desplomó en brazos del auror. Él envolvió el cuerpo del niño en su capa y lo sujetó con fuerza.
-Te juro, Alex, que esa mujer se va a pasar toda la vida en Azkaban -murmuró, agarrando a James y Peter los cuales se habían quedado en estado de shock al ver la escena-. ¿Cómo le ha podido hacer eso a un niño?
De repente, se escuchó en la planta baja el sonido de una bala cruzando el aire. Después el de un cuerpo cayendo al suelo.
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Siempre juntos (wolfstar)
FanfictionTímido y rechazado por todos y con una promesa por cumplir, Remus solo intenta encajar y tener amigos tal y como prometió a sus padres, pero por mucho que lo intente, el pequeño niño solo obtiene el desprecio por respuesta. ¿Encontrará amigos de ve...