"Primero tienes que aprender las reglas del juego, y después jugar mejor que nadie".
(Albert Einstein)Remus miraba el comedor, ahora completamente desordenado y sucio. Los árboles estaban por el suelo, o bien manchados y sin hojas. Las paredes estaban llenas de pringe rosa, y el suelo no se le quedaba atrás. Los alumnos se limpiaban unos a otros sin éxito. Es más, parecía que se volvía más potente al frotar de los desesperados alumnos.
Sin duda, pensó Remus, habían echo un magnífico trabajo, claro está con el fin de desordenar, hacer la revuelta y la risa, pero no dejaba de ser brillante. «Desde luego lo han conseguido» se dijo Remus, observado a unos niños de Hufflepuff riendo de su estrafalario cabello. «Me preguntó si yo podré hacer algo más que traer miedo y dolor».
Una idea ya pensada, salió de nuevo a flote por la cabeza del pequeño niño. Por un lado le gustaría hacerla, pero por otro no quería decepcionar a los profesores. Frunció el ceño. Nadie debía enterarse, además él era realmente bueno para escabullirse sin que nadie se diera cuenta. Sonrió un poco y asintió para sí. Se levantó de la mesa y se encaminó a la biblioteca, buscando el libro que ya había consultado anteriormente. Entró en silencio y se encaminó al pasillo cuatro, dónde estaban los libros de encantamientos. De una mirada circular ojeó el primer estante y encontró el libro. Se puso de puntillas y alzó la mano. Aferró el libro con fuerza y se fue a su rincón. Era muy luminoso, perfecto para leer. Estaba apartado de las mesas por lo que era difícil que lo vieran. En el suelo había cómodos cojines rojos, un obsequio de la bibliotecaria. Remus le había preguntado el por qué de aquello, pues la mujer era muy tiquismiquis con el orden de la biblioteca. Ella le había sonreído levemente y le había dicho: «Porque no he conocido a nadie con esa obsesión con los libros, además, siento debilidad por ti.» Remus le había sonreído en señal de agradecimiento.
El chico se sentó entre los cojines, apoyó la espalda en la pared y abrió el libro por la página 367. Leyó la hoja con interés parándose en cada oración, analizándola y memorizándola. Finalmente, se levantó de su rincón, fue a pedir el préstamo del libro y se encaminó a la sala común.
Apretaba el libro contra su pecho, emocionado. Era una broma graciosa, que no ponía en peligro a nadie. Se paró en frente del cuadro de la señora Gorda. Remus dijo la contraseña de esa semana (splendida lumina) y entró a la sala común. La mayoría de alumnos estaban allí, todos con el pelo rosa chillón, jugando al ajedrez mágico, haciendo la tarea atrasada o jugando al snap explosivo. Lily charlaba con sus amigas, Alice y Rose, sobre el problema propuesto por Slughorn sobre la poción agrandadora. El chico sintió una punzada de dolor a ver qué todos hablaban con alguien. Suspiró algo triste. Se hizo paso entre la gente. Subió las escaleras de caracol, consultando el libro nuevamente. Cuando llego a la puerta de su habitación, cerró el libro y entró. Allí estaban sus compañeros, con todas sus pertenencias tiradas por el suelo y ellos mismos echados en el suelo. Remus arrugó la nariz. No le gustaba el desorden. Suspiró algo indigando y se abrió paso hasta su cama. Se sentó sobre está con las piernas cruzadas y echó las cortinas. Apoyó el libro sobre su regazo, abierto por la página 367, sacó la varita y empezó a hacer el movimiento sin pronunciarlo. Luego práctico la pronunciación en voz baja. A la hora de la comida, esperó a que los demás se fueran y empezó a practicar el hechizo. Se inclinó al suelo y murmuró el hechizo. Una fina capa de escarcha cubrió el suelo. Remus asintió para sí, a continuación puso una bola pequeña en el área con escarcha. Inmediatamente la bola empezó a rodar, tal y como debía hacerlo. El pequeño Lupin miró su trabajo, emocionado. Por fin haría algo más que traer horror y dolor. Estuvo probando varias veces, solo para asegurarse de que funcionaba.
Ya completamente seguro de que había salido bien, retiró la escarcha, se sentó en su cama y sacó una barra de chocolate. Se puso los calcetines, cogió el libro que había usado para aprender unas transformaciones y siguió leyéndolo. Así se pasó hasta más o menos la hora de la cena, comiendo chocolate y leyendo el libro. Solía pasarle cuando una lectura le parecía interesante, que se olvidaba de comer o dormir. Cerró el libro, y bajo a cenar. Allí estaban James, Sirius y Peter hablamos en voz baja sobre una de sus posibles bromas. El niño tomó asiento cerca de un grupo de ruidosos alumnos y empezó a comer. Como siempre la comida estaba maravillosamente rica y sabrosa. Aquel día le apeteció un puré de patata y pavo relleno. Comió en silencio, como siempre, mirando con un poco de envidia a los alumnos y sintiendo que se merecía aquella soledad. Eso era un tema con el que se machacaba mucho, que se merecía estar solo, pero entonces recordaba la promesa que le hizo a sus padres y se sentía aún peor. Suspiró y siguió comiendo. Cuando acabó de comerse el pastel de calabaza, subió a su habitación y siguió leyendo. Debía esperar a que James, Sirius y Peter se durmieran. Al cabo de un rato llegaron los tres amigos y empezaron a hablar entre ellos y jugar al ajedrez mágico, el cual James era demasiado bueno. Los bromistas se fueron a la cama bien entrada la noche. Remus también hizo que se dormía. Al rato escuchó la respiración regular de James y Peter por lo que supuso que ya estaban dormidos. Por otro lado, Sirius seguía despierto, pues no paraba de girarse por la cama. Estuvo así cosa de veinte minutos hasta que por fin se durmió. Remus se incorporó lentamente y abrió las cortinas con cuidado. Cogió la jarra de agua, la cual estaba llena. Sacó su varita con la otra mano y salió de la habitación enviado sin hacer el más mínimo ruido. Se paró frente la puerta y dejó la jarra allí, para cogerla cuando volviera por si alguien se despertaba. Ahora sí, bajo las escaleras. Iba algo tenso, pero también emocionado. Tuvo que parase varias veces porque los profesores hacían la ronda de vigilancia para que los alumnos no se pasearan a horas inadecuadas. Pero aquella noche, pensó Remus, el había conseguido escabullirse. Finalmente el chico llegó al pasillo que comunicaba la escalera con el comedor. Allí todavía no había nadie, pero debía darse prisa. Así pues, Remus algo nervioso, recorrió el pasillo varias veces, llenado de escarcha los bordes. Repitió la maniobra cuatro veces. Luego se aseguró de que no se quitaría, y contempló su obra. Las escarcha relucía tenuemente en la oscuridad con un brillo blanco azulado. Remus sonrió un poco, y le recordó a las bromas que hacía a sus padres cuando era niño. Rememoró los viejos tiempos y no pudo evitar llorar. Si él no hubiera asesinado a sus padres ellos seguirian vivos y podrían seguir riendo juntos de sus bromas o los chistes de su madre. Se limpió la cara con la manga de pijama y subió en silencio. Aunque quiso parar de llorar no pudo, simplemente acordarse de sus padres lo ponía muy triste. Emprendió el camino de vuelta, con los ojos brillando por las lágrimas con un pensamiento martilleandole la cabeza: «Fue culpa mía, fue mi culpa...ellos murieron por mi culpa...»
Finalmente llegó a la puerta, guardó la varita y cogió la jarra. Se limpió las lágrimas con violencia y entró en la habitación. Allí estaba Sirius, completamente despierto, mirando la cama vacía de Remus. El pequeño niño agradeció que estuviera oscuro para que no se percatara de que había llorado.
-¿Remus? - preguntó el azabache.
- S-soy yo Sirius - contestó con la voz temblando por el miedo y por haber estado llorando.
-¿Estas bien? ¿Dónde has ido? - indagó, y Remus notó cierto tono de preocupación.
- S-si, estoy bien, solo he ido a por agua. S-se había acabado - mintió este de forma poco convincente. Sirius iba a replicar pero Remus se escabulló hasta su cama, se tapó y echó las cortinas. Escuchó el suspiró del niño. Remus posó la cabeza en la almohada. Intentó dormir pero el recuerdo de sus padres era muy angustioso. Finalmente el sueño lo venció, pues estaba agotado. Sin embargo, escuchó los gritos de sus padres y vio los ojos inyectados en sangre de aquella noche cuando tenía seis años.
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Siempre juntos (wolfstar)
FanfictionTímido y rechazado por todos y con una promesa por cumplir, Remus solo intenta encajar y tener amigos tal y como prometió a sus padres, pero por mucho que lo intente, el pequeño niño solo obtiene el desprecio por respuesta. ¿Encontrará amigos de ve...